EL CAPRICHO

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Sus progenitores le proporcionaron una hermosa figura, su rostro era pálido y su cabello dorado producía la envidia de quien volteara a verla, pues era imposible que las miradas no se volcaran sobre ella.

En un primer instante la sorpresa los invadía para llegar al punto de la admiración y, posteriormente, sentir una entrañable envidia colectiva que rayaba en el odio.

Toda su vida ha tenido que tratar con las habladurías pero nunca han surtido el efecto deseado en ella, así que ha vivido como mejor le parece. Dejándose llevar por la marea  de la noche, no importa mucho en qué puerto atraque su barco, porque al día siguiente ella desaparecerá como la bruma de la madrugada bajo el sol de la mañana, por supuesto, no sin antes obtener algo de provecho de los desventurados.

En los pasillos del hospital, en su época de estudiante, podía escucharse un rumor entre las paredes, le decían la Araña, ella lo sabía, pero ni sus más allegadas compañeras tenían el valor de decírselo, pues ellas también alimentaban parte de los rumores.

La Araña consciente de las espinas en su espalda caminaba rebosante de confianza y brillo sin igual, provocando susurros en donde quiera que estuviese.

Con los años siguió brillando igual que un sol; no sólo contaba con gran belleza, sino con una inteligencia envidiable, sus palabras fluían rápidamente captando la atención de todo aquel que cerca se encontrase.

Durante su primer año como residente conoció a Juan y éste cegado por todos sus encantos; juntos, recorrían los pasillos siendo el cotilleo de la mañana.

Christina, nuestra querida Araña, desde hace varias semanas ha notado un cambio en el ambiente, observando a Juan y la nueva residente desde la distancia. Una sonrisa de medio lado se forma en su rostro.

Sabe que Juan guarda cierto interés hacia ella, lo notó desde el primer día.

Hace unos años ella y la nueva residente eran amigas, comentaban sus dudas,  preocupaciones y entre los intereses de su amiga,  se encontraba Juan, por supuesto, Christina también comenzó a ver las razones del interés de su amiga Fabiana, motivos suficientes para dejarse llevar por sus instintos, por la necesidad de atrapar una presa.

No sabe con certeza de donde surge esa necesidad, no lo piensa mucho, sólo lo hace.

Hace lo que el cuerpo pide a gritos y lo que su belleza es capaz de obtener, pero sabiéndose insatisfecha siempre busca más, más de lo que le pueden ofrecer, arropando los sentimientos y ahogándolos con angustia incontenida por la liberación.

Christina va por el mundo robando miradas y almas débiles, añorantes de amor.

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