BARTOLOMÉ

11 2 2
                                    


En soledad deambula sin refugio bajo una llovizna que con pereza y parsimonia se abalanza de a poco. Las calles de su ciudad natal se encuentran prisioneras de las aguas que se mezclan a orillas de las aceras hasta el alcantarillado, donde se filtran dejando atrás la suciedad del día a día humano.

Las alegres gotas zumban en sus oídos riendo y jugando. Su cuerpo maltrecho y débil comienza a sentir un cosquilleo allí donde cree, se encuentra su estómago, exactamente ése es el punto que escucha gruñir cada día.

Sus ojos buscan techo donde guarecerse, pero ya están ocupados por conocidos que con mejor suerte han encontrado un hogar. Recuerda haber tenido un hogar, pero una mañana Manuel su compañero, no se levantó de su lecho ni al escuchar sus ladridos.

Sus orejas caídas dejaron de insistir en la ternura pues, siendo tan grande producía temor a quien lo veía, así que castañeando sus dientes decide probar una vez más con la bolsa de quien pase con prisa bajo la llovizna que arrecia cada minuto y, tras las niñas que pasan riendo se decide.

Las niñas temerosas tratan de ahuyentarlo, pero esta vez no funcionará, está decidido, hoy es el día, <hoy comeré>, y con esto en mente se levanta con sus dos patas traseras, pero antes de que pueda cerrar su mandíbula en la más pequeña, se detiene, ha visto el terror que le ha producido, sus ojos han sido un espejo, pues se ha visto convertido en una bestia hambrienta. Retrocede, no quiere herirla, no quiere hacerle daño a nadie, no quiere ser causante de miedo, su larga experiencia en la vida le ha enseñado a pensar antes de actuar.

Así que alejándose cabizbajo y hambriento, gimiendo por el ardor en su estómago se detiene en medio de la calle bajo la lluvia que se lleva sus lágrimas y esperanza del día.

La pequeña niña detiene su carrera, voltea y lo mira, sintiendo pena por él lo llama con un silbido, sin imaginar que es a él a quien llama, voltea con lentitud y se sorprende al verla agitando en su mano, de un lado a otro, lo que parece ser un trozo de comida y con lo último de su fuerza se acerca rápidamente a recibir de su mano un trozo de pan, no esperaba más, pero sus miradas se encontraron y de alguna u otra forma sintieron que sería una amistad duradera.

Ella y Bartolomé estarán juntos cada cumpleaños, cada resfriado, cada semana de exámenes finales, pues en mejores amigos se convertirán. .

★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★

Espero que estén muy bien chic@s.

Por si leen, éste cuento lo hice con mucho cariño.

Disfruten.

Cuentos CotidianosOnde histórias criam vida. Descubra agora