capítulo 41

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El domingo por la mañana, en algún momento a Carmen se le ocurrió que era una buena idea tener una cita de parejitas, así que ahora mismo estamos de camino al que me han asegurado que es uno de los lugares más bonitos de toda Navarra. El embalse de Alloz.

Hemos decidido ir con el coche de Iván, así que yo voy sentada de copiloto y Carmen y Samuel hacen manitas en los asientos traseros.

Tardamos mucho menos de lo que me imaginaba en llegar y cuando Iván detiene el coche, agradezco la insistencia de mi amiga por venir a este lugar. Es, sin duda, lo más parecido al paraíso que he visto jamás. Un gran embalse de un intenso azul turquesa se expande ante nosotros, rodeado de naturaleza. Cierro los ojos y dejo que mis pulmones se llenen de aire fresco. Nos aproximamos lentamente a la orilla y pienso en como debe ser el verano aquí. ¿Bajarán tanto las temperaturas como para atreverse a entrar en el agua? Con el frío que hace ahora mismo, estoy segura de que no.

O desde luego yo no me bañaría.

—¿A que es lo más bonito que has visto jamás? —es Samuel quien se posiciona a mi lado, mirando al mismo punto fijo que yo.

—Es... impresionante. Nunca me he parado a pensar en lo bonito que es el mundo y en la cantidad de rincones mágicos como este que hay escondidos por todas partes —sonrío apoyando la cabeza en su hombro.

—Lugares llenos de paz —esta vez, las palabras salen de la boca de Iván —. De vez en cuando, es necesario escapar de la realidad y disfrutar de maravillas como estas —su brazo rodea mi cintura, separándome un poco de Samuel. Me tenso un segundo por el contacto inesperado, pero enseguida me acostumbro y mi cuerpo se relaja a su lado.

Pasamos la mañana caminando y haciendo una pequeña excursión por los alrededores del embalse. Iván está de un muy buen humor y acaba contagiándonos a todos. Me alegra ver que Carmen y Samuel se muestran amigables con él, aunque solo sea por mí. Me lo ponen todo mucho más fácil.

Llegamos a un lugar en el que la gente para a descansar y decidimos sentarnos. Es entonces cuando Carmen aprovecha para decirme algo que sé que lleva rato rondándole la mente.

—María, ¿cómo te sentiste en la fiesta de Halloween? —la miro en silencio, pensando en su pregunta. Con todo lo que ha pasado, casi había olvidado que estaba empezando a superar mi peor trauma.

Pienso entonces en como lo pasé. Y es inevitable acordarme también de lo que pasó. Una vocecilla dentro de mi cabeza me dice que el comportamiento de Daniel fue esencial para que aquella noche no fuese un desastre, y tiene razón. Compartí mi mejor momento de intimidad con la persona correcta, lo hice porque quise. Y pude hacerlo.

Aún así, sé que solo yo era responsable de que todo saliese bien, era yo quien debía controlar mi mente y ser capaz de luchar contra mis peores demonios. Y estoy orgullosa de como me enfrenté a ello.

—Bien. La verdad es que me sentí mucho mejor de lo que esperaba —no puedo evitar sonrojarme por el doble sentido de mis palabras, aunque ninguno de los presentes sepa a que me refiero en realidad.

Carmen sonríe y asiente. Iván me mira sin entender nada, y entonces pienso en que, prácticamente, no he hablado de esto con él. La única vez que salió este tema estando él delante, no me gustó nada su actitud, así que prefiero evitarme un mal rato.

—En ese caso, la semana que viene nos vamos de fiesta —abro la boca para rechistar, pero mi amiga no me lo permite —. No acepto una negativa, María Villar. Además, hay un motivo —enarco una ceja, esperando ese motivo ansiosa —: es mi cumpleaños —abro la boca como sorpresa porque no tenía ni idea. Al final Teresa tendrá razón: soy una amiga horrible.

Hasta que llegaste túWhere stories live. Discover now