20. Figura de cristal (hundido).

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Una figura de cristal es hermosa, transparente, impecable. Pero también, extremadamente frágil. Con un simple roce o un movimiento inesperado, la figura de cristal cae al suelo rompiéndose en mil pedazos. Al igual que el corazón... Mil pedazos de cristal que originalmente pertenecen a una misma unidad, con una forma y unas características determinadas, quedan esparcidas por cualquier lugar, convirtiéndose en pedazos completamente distintos entre sí, que ya no encuentran la manera de encajar. Así me siento ahora mismo; como una pequeña figura, que con un simple soplo del viento pasado, cayó al suelo, demostrándole al mundo que no era de acero, como ella pensaba, sino de cristal.

Nuevamente frente a un lienzo en blanco. Porque de eso se trata todo esto; de empezar de cero una y otra vez. Cuando crees que algo quedó atrás, cuando sientes que estás caminando hacia adelante, sin ningún peso que te retrase, sucede. De nuevo caes y todos los esfuerzos que hiciste una vez por levantarte, resultan no servir para nada. Porque tienes que volver a ponerte en pie, empezar desde cero y cada vez cuesta más. Cada caída es más dolorosa, porque el camino para superarla, lo sigues llevando a tu espalda. Así que, cada vez que te levantas, te sientes un poco más exhausta y menos fuerte.

Por eso llevo tres días observando un maldito lienzo en blanco, en el que no he podido pintar nada. Porque desde aquella tarde, en el centro comercial, soy incapaz de continuar con la pintura que ya casi tenía acabada. Todo en ese cuadro me recuerda a Amelia y lo último que necesito en este momento, es seguir pensando en ella. Porque es precisamente ella, lo que me conecta con todo eso que no quería sentir. Es ella, quien le devolvió a mi vida esos sentimientos que ahora me consumen de nuevo. El encuentro con Lourdes, fue para mí como un cubo de agua helada sobre mi cabeza. Pedazos de hielo que se clavaron por todo mi cuerpo, recordándome el dolor que en algún momento sentí y el frío en el que elegí sumergirme después. Mi cuerpo se bloqueó, mi corazón se congeló y sin darme cuenta, regresé a ese mundo en el que había decidido encerrarme antes de la aparición de Amelia. Pero no dejo de recrear la escena una y otra vez; Su mirada, observándome preocupada. Porque no me hizo falta decirle nada para que entendiera a la perfección quien era esa chica. Le bastó con ver mi expresión, y el pánico que probablemente comenzó a invadirme en cuanto escuché su voz, interrumpiendo aquella cantidad incesante de carcajadas que estábamos experimentando. Amelia no se merece eso. No se merece a una persona tan inestable emocionalmente, tan perdida, que a la primera de cambio quiera salir corriendo. Le advertí que ocurriría, porque en algún lugar dentro de mí, sabía que no estaba preparada y que en cualquier momento, algo iba a conseguir desestabilizarme. Y ese algo, fue precisamente la representación de lo que alguna vez me hizo daño. Los recuerdos de aquellos días, aquellas noches en las que me sentía sola, abandonada por la persona que supuestamente más me quería, los recuerdos de esas noches regresaron a mí, como una incesante avalancha de imágenes que duelen igual que un millón de agujas clavándose por todo el cuerpo. No estoy preparada para sentir, porque me he dado cuenta, de que no quiero sentir. Por muy mágico que hayan resultado estos días, la realidad es evidente; no estoy preparada y ella no merece que no lo esté. No merece las migajas de un "amor" a medias.

¡Esto es desesperante!

Lanzo el pincel al aire, con toda la impotencia que me invade, observando como una nueva mancha de pintura se forma en el suelo cuando cae. Debería levantarme rápidamente a limpiarla para que no quede marcada, pero nunca lo hago. No tengo por costumbre, quitar las manchas de pintura que accidentalmente se forman en el piso de la galería, porque siempre me han resultado otra forma de arte, parte del proceso de creación. Son precisamente esas manchas, la que hacen que esta galería sea MI galería y no otra. Esas manchas la convierten en lo que es, de la misma forma que nuestras cicatrices y vivencias nos convierten en quienes somos. Ojalá pudiera ver en ello, el mismo arte que veo en el suelo que piso cada día. Ojalá las cicatrices me resultaran tan apasionantes como las marcas de pintura.

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora