Capítulo 49

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"Algo ha sido colocado"

  Había un ambiente calmo en las puertas de Gordum. Los más pequeños, junto con los más débiles, se quedarían, protegidos tan solo por un puñado de hombres.  Los demás, tanto magos  como no magos, hombres como mujeres, entrenados como no entrenados, tomaron de las pocas, ligeras pero poderosas armas de la ciudad bajo tierra, listos para la lucha. Claro que, no habría armas para todos, no convencionales al menos. Algunos simplemente irían a la batalla tirando piedras o con lanzas hechas pobremente con elementos de la catacumba. 

 Mireira cargaba sobre sus hombros las esperanzas de todos los presentes, carga que resultaba serle tortuosamente pesada, aunque trataba de disimularlo con su firmeza; Y entonces llegó Valdemar como torturador, con un secreto que le debía revelar:

- No lo había dicho antes para no causar mayor terror en los corazones ajenos, pero tengo que confesarle que cuando yo me safe de las garras invasoras, fui perseguido ferozmente por un ente sin igual - Mireira se estremeció. Tenía toda su atención - Su físico no importa. Es tan azul y tan desfigurado como todos los demás. Eso sí, es mucho más fiero y obstinado. Me persiguió y presentó batalla donde el resto de ellos no quiso, ni pudo. Me lanzo hechizos poderosos que pudrían la nieve a mis pies en nubes pestilentes - El soldado miró de reojo y se le acercó a susurrarle - Este podría ser nuestro más mortífero enemigo, un mago no muerto -.

  Lentamente se fue alejando y ella volvió a quedar en el frente, sola. Una sensación corrió por su cuerpo, como cuando te caes de la cama en medio de un sueño que termina abruptamente, con un espasmo que te trae devuelta a la realidad. Los secretos de la magia en las manos enemigas solo significaban una batalla aún más sangrienta de lo esperada. Un sudor caliente de malestar corrió por su frente, sintiendo que no podía huir de lo que se avecinaba, sudor que trataba de colarse en sus oídos, murmurando perdición. 

¿Acaso he preparado bien a mis hombres? ¿Estarán listos para la guerra? ¿Estoy yo lista para esto? - Se atormentaba. Vio su mano. Estaba temblando. Trato de tragar saliva, pero estaba seca. - Temo a fracasar en esta ofensiva, a perder más de lo que ya perdí...No; Ellos me ven con esperanza. Yo soy la única que se está tirando abajo con esta presión. Ellos me confían sus vidas...y yo las defenderé o morire en el intento-.

De golpe ella se resigno a este derrotismo y hueca de cualquier miedo o emoción dio la orden de avanzar.

 Entonces, todos ellos bajaron la montaña, marchando sobre la nieve hasta volver a los muros de la ciudad. No fueron por la entrada principal, sino que dejaron a Mireira crear un hueco con su poder en una de las paredes del muro. Caminaron a paso lento, intentando el menor ruido posible. Tenían los ojos bien atentos, alerta. Algunos veían con tristeza las casas y negocios desolados que hace tan poco florecían de vida, sus vecindarios, sus hogares.

 Solo con señas, Valdemar va guiandolos al lugar donde más de estos azules se concentraban, donde engendraron su calabozo subterráneo.  El sentimiento de ser vigilado es constante y el menor de los sonidos ya les tensaba los músculos a los menos entrenados. Los que tenían lanzas iban al frente y a los lados de toda la formación, seguido de aquellos armados con armas de larga distancia. Por último, los magos y guerreros de espada y hacha, eran el corazón de la pequeña legión.

   Ya iban llegando a su destino. Una cabaña grande, una bodega que ya estaba a la vista de cualquiera. Se prepararon, en caso de que esos notaran su presencia y salieran a atacarlos como una jauría salvaje.  

   Siete eran y siete fueron los que saltaron de repente de la nieve a su alrededor para emboscarlos. Tan rápido como salieron, cayeron por la mortal puntería de los centinelas y sus ballestas. Ya sabiendo que les observaban se apresuraron a su objetivo. Mireira se arrodilló, apuntó y disparó desde su espadón un poderoso rayo de calor que incendió toda la bodega al mero contacto. 

 El sonido de las llamas pronto fue opacado por el de gritos abrumadores.  Sus puertas se derrumbaron, mostrando una horda de azules prendidos fuego, atolondrados por salir a atacar. A estos le siguieron varios, saliendo por ventanas y puertas de casas cercanas. El pueblo se preparó para lo peor. Empalan con firmeza. Los repelen poco a poco. Van disparando flechas a sus gargantas. Varios caen antes de poder siquiera acercarse. Pero ellos no se detienen, viniendo de todos lados, armados con su sed de muerte. Los guerreros en el interior van rezando su dios de la guerra, a sus guardianes por asistencia. 

  Las lanzas se van rompiendo. Las flechas se han acabado, los no muertos han atravesado la formación y la verdadera batalla ha comenzado.

MagicronWhere stories live. Discover now