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El tiempo pasa volando, no espera a nadie por más que así lo desees.
Pareció un parpadeo, pero dos meses habían pasado desde los primeros síntomas de Hinata, y un mes desde que se dio el diagnostico oficial, la sombra del dolor deambulaba cada que me encontraba solo, cada que mi mente divagaba viajando a nuestros momentos de preparatoria, e incluso, de hace un par de años atrás.

Era el día 5 de diciembre, faltaban exactos 19 días para la víspera de Navidad, pero, no podía evitar pensar en que esa sería la última navidad que pasaría con Shoyo. De nuevo ese molesto malestar en mi pecho regresó, siempre lo hacía, desde que fue internado y descubrí su condición no había día donde no sintiera que el alma se me salía del cuerpo.
Veía los días con un tono apagado, mi cabeza dando vueltas y vueltas a la situación por más que tratara de distraerme, solo podía olvidarme de ello un par de horas cuando salía junto a Oikawa y algunos amigos aparte, pero en la soledad no podía hacer más que hundirme en mi trabajo, pensando en cómo sería mi vida sin él.

Todos los días sin falta pasaba a visitarlo al hospital, hablando sobre los libros que ahora había comenzado a leer durante las noches de insomnio, sobre nuestros días de preparatoria cuando jugábamos juntos en la cancha, el trabajo, sus sueños, y había veces en donde nuestra mente viajaba a un futuro lleno de fantasías que ahora sabíamos, eran imposibles.

Ahora terminaba de revisar un par de documentos del trabajo, los parpados me pesaban tras haber pasado casi 9 horas seguidas pegado al computador sin algún descanso propio.
Revisé la hora, las cuatro de la tarde, debía terminar rápido esto si quería ir a hacer mi visita al hospital.
Una hora después conseguí enviar todo, levantándome del asiento para ir a vestirme de forma más apropiada y emprender el viaje.

—¡Tobio! Me sigue sorprendiendo el que sigas viniendo a verme —Fui recibido por aquel dulce chico, quien a pesar de estar conectado a nuevos tubos de suero mantenía su radiante sonrisa. Alcancé a hacer una sonrisa triste, acercándome a la camilla como siempre para poder hablar. Acerqué una de mis manos a su cabello, acariciándolo dulcemente.

—Eres un idiota, recuerda que te lo prometí —Le di una fingida mueca dolida, antes de terminar soltando una risilla. De forma inconsciente mis ojos se posaron en su cuerpo, estas últimas semanas había estado perdiendo peso de forma abrumadora, sus brazos se veían más delgados que antes, y la bata ahora le quedaba más holgada; de nuevo una punzada en mi corazón, esto era más doloroso de lo que creí —¿No te duele nada?

El solo atinó a hacer un pequeño movimiento con su mano, apretando el puño para hacer una mueca de dolor.
Pude notar como el temblor en su mano derecha se había vuelto mucho más notorio que antes, cosa que me preocupaba en especial al ver la aguja clavada justo en una de las tantas venas de su mano.

—Lo único que me duele son los pinchazos, es doloroso tener una aguja en tu piel por más de una semana —Suspiró volviendo a dejar la mano sobre su regazo, sujetando esta con la mano contraria para aplacar el temblor. El brillo en sus ojos se apagó por un breve instante, pude ver lágrimas acumulándose en sus ojos —Kags, estoy asustado.

Al final no pudo guardárselo más. Lo sabía, lo había notado desde el primer día en ese tétrico sitio, él tenía miedo, estaba asustado por saber lo que estaba ocurriendo en su cuerpo y el cruel desenlace que tendría. Estaba consciente de ello y eso es mucho más aterrador que no saberlo.
Vi como apretaba la sabana con fuerza, pequeñas lágrimas resbalando por sus mejillas, su cuerpo temblando de forma leve mientras sus manos también comenzaban a temblar; otro doloroso pinchazo en el pecho.

—Trato de llevarlo, en serio que trato de hacerme entender sobre mi condición, trato de aceptar mi futuro, trato de, trato de aceptar que ya no estaré contigo, no podré jugar de nuevo, no podré ver a mis amigos, no veré a mis padres, no volveré a pasar una navidad junto a ustedes, no volveré a leer, ni siquiera podré disfrutar más de la vida… lo sé, voy a morir, voy a desaparecer y… ¡Tengo mucho miedo de eso! —Sus sollozos se hicieron más fuertes, sintiendo como me desgarraba por dentro al escuchar aquel lamento, un lamento de un joven de apenas 25 años de edad, quien sin haber disfrutado bien del mundo, iba a dejarlo sin siquiera querer hacerlo, sin poder evitarlo —No quiero morir, no quiero dejarte, quiero volver a hacer tantas cosas…. Q-quiero vivir…

No pude soportar más tiempo verlo así, y dejando de lado lo dicho por las enfermeras, me levanté de la silla tomando lugar a su lado en la camilla, abrazando su frágil cuerpo, cuidando de no hacerle daño.
Él se ocultó en mi pecho, aferrándose a mi ropa mientras sus desgarradores sollozos llenaban la sala, no pude hacer más que ofrecerle mi apoyo, acariciando sus cabellos, su espalda, dejándolo sacar todo lo de su interior.

Dolía, era tan doloroso verlo así. ¿pero que más podía hacer? No había palabra alguna para calmar su desesperación, no cuando la muerte lo acechaba cada vez más, no había forma de decir que todo estaría bien, sería una mentira demasiado cruel prometer un futuro a su lado cuando los médicos confirmaron su tiempo aproximado de vida, no podía hacer más que estar a su lado, permitiéndole calmar ese dolor que seguro sentía.

El resto de la estancia dentro de la habitación fue muy callada, recostados uno al lado del otro sobre la camilla, sintiéndonos agradecidos de tenernos aun uno al otro en esos momentos; casi quería llorar al escuchar sus latidos, sintiendo a mi alma aliviarse al escuchar ese incesante ritmo diciendo que Shoyo Hinata seguía vivo, que aún estaba a mi lado.

¿Pero por cuánto tiempo más sería así?

¿Cuánto tiempo estaríamos junto dentro de este cruel mundo?

¿Cuánto tiempo más podría escuchar los latidos de su corazón?

Ese día a pesar de los miles de intentos por parte de las enfermeras y doctores, no regresé al apartamento, quedándome en uno de los asientos en el pasillo. Yo… Ya no me sentía de acuerdo con ir a ese sitio tan callado, tan vacío sin la presencia de esa estrella con cabello mandarina.

My little star || KageHina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora