PENSAR EN LO QUE DECIR

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Acababa de vestirme, de hacer la cama y de recogerlo todo un poco, incluida la cocina. Aunque mi mente estaba en otro lugar, en otra parte. Miré por la ventana de mi habitación mientras apoyaba una mano en los cristales. La lluvia había cesado y la gente ya podía caminar con total libertad por la calle. Mis pensamientos eran dirigidos todo el rato a Hugo, supongo que aquello sería lo más normal del mundo. Intenté ordenar todo lo que se me pasaba por la cabeza a la velocidad de la luz.

Primero, sabía de sobras que Hugo me quería y yo también a él.

Segundo, aún no podía comprender por qué me quería. Este punto me tenía en ascuas, pero es que siempre había sido algo que me había dado que pensar.

Tercero, ¿por qué tenía que ser tan condenadamente perfecto para mí?

Cuarto, tenía la sensación que si mi historia con Hugo hubiese empezado ahora todo hubiese sido diferente, lo de mi padre estaba muy reciente cuando nos conocimos.

Quinto, mejor no pensar esas cosas, Carlitos y Aria no estarían...

Di pequeños golpecitos con mi cabeza en la ventana. La cabeza iba a explotarme si volvía a pensar en todos estos asuntos. Y las palabras de Hugo en el último momento antes de irse me habían dejado con un gran dolor de cabeza. "Eva, ahora te has metido en una callejón sin salida."

***

Eva abrió la puerta al segundo toque del timbre. Sin querer me quedé pasmado al verla, ¿podía estar más guapa todavía que hacía apenas unos 20 minutos? Aria y Carlitos la abrazaron efusivamente llamándola mamá de una manera encantadora. Eva se agachó enseguida para estar a la altura de ellos. A Aria le hizo una coleta bien hecha y a Carlitos le dio un beso en la frente; yo, mientras tanto, seguí mirando aquella escena embobado. Las ganas de volver a formar una familia eran inmensas. Mi corazón bailaba de alegría, pero supuse que era el momento de marcharme.

-Bueno, no gastéis todos los besos con mamá, yo también quiero mi ración de besos favorita. -Aria y Carlitos rieron mientras se giraban hacia a mí y me abrazaban al igual que a Eva. Primero, cogí a Carlitos en brazos y le planté dos besotes. Al dejarlo en el suelo Aria se tiró a mis brazos riendo cariñosamente. Me abrazó fuertemente y a continuación, se me quedó mirando unos segundos a los ojos.

-¿Qué pasa cariño? -Aria levantó los hombros, como si no supiera el porqué de su mirada tan atenta.

-¿Por qué miras a mamá así? -miré a Eva rápidamente y ella me miró a mí con las órbitas hacia fuera. Hizo que no con la cabeza, pero no sabía si lo hacía para sí misma o me quería decir algo a mí. Me rasqué la cabeza mirando hacia otro lado.

-Pues... la miro normal, cariño. ¿Cómo si no?

-Da igual, papá. Soy muy pequeña para entenderlo, ¿no? -eché la cabeza un pelín para atrás, asombrado de mi propia hija. Me dio un beso en la mejilla y los dos se fueron hacia el piso corriendo para coger la merienda. Eva se los quedó mirando hasta que desaparecieron de su vista, yo la miraba quieto, muy quieto.

-Bueno, me voy... -abrí la puerta de entrada poco a poco esperando que ella se girara, y finalmente lo hizo. Tenía cara de circunstancias, yo supongo que también.

-¿Te vas? -señaló la puerta con su cabeza, mientras entrelazaba sus brazos.

-Sí... tengo que acabar de escribir la columna para mañana... y eso me ocupa mucho tiempo. -nos miramos fijamente a los ojos durante unos segundos interminables, hasta que yo me giré abriendo un poco más la puerta pero me detuve de nuevo.

-Todo lo que te he dicho antes es la verdad. -sentí la mano de Eva en mi espalda, yo me giré temblando por su contacto. Me acarició la mejilla derecha suavemente y delicadamente, como si yo fuera un muñeco de porcelana.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADWhere stories live. Discover now