RATONCITA

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Después de todo, -reflexionaba Sophie- si lo que la nota que había hallado entre sus dedos ayer era cierta, aún tenía una oportunidad de mantener su lugar en la casa. El duque tal vez no la despediría. Esa mañana al amanecer, se había adecentado lo más posible, recogiendo su cabello castaño en una trenza con un apretado rodete, se había puesto el delantal más blanco que tenía sobre su vestido claro de muselina verde y para finalizar su presentación, había enmarcado sus pupilas luminosas con unos anteojos delicados que le había regalado la duquesa. Los lentes los usaba solo para los manuscritos con letra menuda ,pero la hacían ver más profesional, se decía conformándose con la imagen que tenía.

Finalmente llegó frente al gran portón del estudio.Está vez no optó por el atajo catastrófico. Estaba desierto en la mañana helada, como no encontró a ningún valet, llamó desde el recibidor.

-Mi lord Cunnington, ¿puedo pasar?-Esperó unos minutos expectante. No escuchó a nadie responder ,así que entornó la puerta y siguió tímidamente. Quizás no la había escuchado. Ella no hablaba muy alto.

El salón era oscuro, amoblado con una escribanía en ébano y estanterías de caoba. La luz proveniente del ventanal le daba en contraluz, así que solo pudo percibir el perfil recortado del hombre sentado ante ella. Resonó entonces a un lado el reloj de péndulo. Eran las nueve de la mañana en punto. El duque, que se veía concentrado en firmar una pila de documentos sobre el escritorio, elevó una mirada afilada hacia la joven que se estremeció ligeramente ante el escrutinio silencioso. Era como si las pupilas aceradas quisieran leer en ella algo escrito en su alma o quizás, simplemente intimidarla. Ella sorprendida en principio, logró con éxito hacer una venia breve con un cortés - Mi lord- , y se mantuvo inmóvil con los ojos bajos, pero atentos a su evaluador.

-Señorita Hassel- Finalmente dijo con voz grave él desde atrás del escritorio, -por favor siéntese.- El duque hizo un gesto sencillo, pero amable para señalar la silla más próxima.

- Primero mi Lord, permítame ofrecer disculpas por mi infortunada actuación hace unos días. - Sofía intervino disculpándose ante el hombre con sinceridad. -

-Señorita, por favor no piense más en ello. Sólo fue un accidente. - Henry la observó un par de segundos determinando el grado de sinceridad de la mujer, luego añadió. - La llamé para informarme del valor de la colección que guarda esta casa. Verá soy un hombre pragmático, me interesaría conocer el estado de mis bienes, y siendo que la mitad de esta mansión alberga la biblioteca, supongo que al menos debería escuchar un informe de su curadora.- Concluyó su orden con cortesía y se quedó atento a su respuesta. Era una prueba por supuesto, así lo había decidido Henry tras su breve visita al recinto. Una muchacha pueblerina y sin mayor formación que la de ser chaperona de una anciana, no podría realmente dar cuenta de tan extensa colección ella sola; pero ante su sorpresa, la chica no se inmutó ante el pedido. Respiró aliviada,se ajustó los lentes y con una sonrisa que iluminó el salón, aceptó la tarea. Nadie más que ella en la casa sabía dónde estaban y en qué condiciones se encontraba cada uno de los inapreciables tesoros que componía la colección.

- La biblioteca, Mi Lord- dijo con voz de propiedad la joven- cuenta con más de cinco mil títulos entre obras impresas y manuscritas en lengua inglesa, italiana, española, francesa y latina. Además tenemos un par de papiros con jeroglíficos del siglo II y treinta obras incunables, aparte de los cientos de mapas de las colonias e ilustraciones científicas que el antiguo duque gustaba de coleccionar. El valor comercial actual de las obras lo desconozco, si bien puedo dar cuenta de lo que pagó la casa por la mayoría de ellos. Por lo que sé, pues en diversas ocasiones recibimos la visita de Mr Dreifus, presidente de la real academia de historia de Londres, muchos de los mapas y varios libros de la colección pueden ser bastante costosos en el mercado de coleccionistas. - Ante este último señalamiento, Sophie no pudo evitar un estremecimiento ante la idea , pero tragó saliva y prosiguió- Si lo desea ahora mismo podría enseñarle aquellos con un valor comercial más alto y escribirle de su disposición para conseguir un comprador al señor Dreifus.

- No es necesario, no por el momento Miss Hassel, no pretendo venderlos aún. Solo deseo saber que tengo entre manos. -Contestó Henry con un tono medianamente provocador para la damita. Había advertido la mueca de disgusto ante la idea de deshacerse de algunos de sus tesoros. De seguro lo consideraría ahora un vulgar mercader . - Preferiría que me entregara un catálogo con la datación, estado y autoría de las obras más valiosas.

- Como desee, Lord Cunnington. Si bien esta tarea me tomará algún tiempo.- Terció Sofia con ojos brillantes ante la perspectiva de permanecer en su preciada biblioteca por algunos meses al menos.

- Tómese el tiempo que sea necesario, Miss Hassel. Yo estaré atento a sus progresos. Me pareció un hermoso recinto, así que la visitaré frecuentemente para conocer la colección.- Zanjó Henry estrechándose ligeramente la mano a la mujer quien le sonrió abiertamente aliviada por su resolución final. Sofía estaba tan contenta que realizó una venia que fue casi un saltito de baile, se giró hacia la puerta y salió apresurada antes de que el duque repensara la propuesta.

Una vez solo Henry se giró hacia la ventana y exhaló con amplitud, liberando la tensión que no había notado haber concentrado en la breve entrevista.

- !Vaya sorpresa es la ratoncita erudita de mi biblioteca¡ - Henry encendió un puro notando aún el roce de la mano de la chica, tenía grabados sus ojos almibarados llenos de pasión al hablar de sus cartapacios y su tono aterrado ante la idea de perderlos. Como si fueran todo el mundo para ella. La mujer no era después de todo un simple adorno de pared, ni una ignorante florecita del campo.

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