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Cara de Ángel.

Sin dejar de mirar su celular, Megumi dio un sorbo a su botella con agua. A comparación de otros días, el clima era más estable solo una pequeña neblina acompaño a las calles durante el alba, pero ya solo quedaban brisas frías como recordatorio de la época de invierno. A pesar de ello, Megumi vestía con una chamarra cálida-por órdenes de su padre- pero no veía la necesidad de retirársela, era algo cómoda.

Refresco de nuevo la página de inicio y deslizo en búsqueda de algo que lo distrajera, pero solo obtenia imágenes con humor fuera de su entendimiento, publicaciones de maquillaje de Nobara y una que otra de Maki sobre deportes extremos.

Parecía que no era mentira que era alguien aburrido.

Tomando otro sorbo, siguió vagando por múltiples publicaciones hasta que un video sobre perros le detuvo. Megumi conocía bien esa raza de perros; Samoyedo. En su infancia, siempre trato de que su padre le dejara adoptar uno, daba una y mil razones para que su pedido fuera escuchado. "Todos los niños de la colonia tienen una mascota ", "Soy alguien responsable"," Pagaré todo lo que sea de él". Una y mil razones llegaron a los oídos de Toji, pero no importaba que todas aquellas frases fueran reales, Toji Fushiguro no podía tener ese detalle con su hijo menor ¿La razón? Su hija mayor; Tsumiki Fushiguro.

En esa época, Megumi era alguien caprichoso, incapaz de ver más allá de sus pequeñas manos, por ello fue que nunca se dio cuenta que las decisiones que su padre tomaba en su casa siempre buscaban el mayor bienestar para todos los integrantes. Era pequeño e inocente, pero esa inocencia que mantenía en su infancia no fue, y nunca sería, excusa para las acciones que tuvo cuando le fue negada su petición.

Si había algo de lo que Megumi se arrepentía en su vida eso siempre sería lo que dijo a la edad de ocho años a la mujer que lo cuido desde siempre aun con sus complicaciones. Podía verlo. Su yo pequeño lleno de lágrimas y dando una rabieta digna de un castigo de antaño y un joven chica tratando de tranquilizarlo desde su cama. Megumi sabía que seguía en ese recuerdo, sus manos temblando y sus ojos al borde del llanto eran presagio de lo que seguía en aquella memoria que lo atormentaba en sus momentos de soledad.

En una forma de evitar ser abordado por sus demonios y de no terminar lamentándose en el transporte público, Megumi decidió sacudir su cabeza en un vago intento de hacer volar todo antes de caer en un pozo sin fondo.

Ese recuerdo podría martirizarlo, pero para ello tenía su día especial.

Enfoco nuevamente sus ojos en la pantalla de su celular encontrándose con que el video que revivió la parte más oscura de su vida había finalizado dando paso a uno sobre un pastor alemán que robaba alimento.

Su corazón aún dolía, pero Megumi decidió ignorarlo y concentrarse en el pequeño animal que, ahora, corría del dueño de la tienda bajo la atenta grabación de la cámara de seguridad.

Sonrío. Aunque nunca sufriera la felicidad de tener una mascota sería feliz con solo verlos a distancia.

               — Así también puedes sonreír así.

Jamás le había sucedido aquello. Lo había visto en varías películas de terror, pero jamás había experimentado el quedarse totalmente helado en su asiento sintiendo como la sangre lo dejaba mientras que sus articulaciones se mantenían totalmente rígidas.

¿Qué era eso que sentía? ¿Terror? ¿Inseguridad? No lo sabía y no quería darle un adjetivo a aquello, eso solo denotaría que aquello tenía importancia en su vida y era lo que menos quería.

Sintiendo su cuello tensarse, Megumi volteo hacia el dueño de aquella voz grave. Y sus parpados se abrieron demasiado, al punto que tuvo miedo de no poder volver a cerrarlos.

Estaciones ||Sukufushi||Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ