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Tráfico peatonal.

   —¡Trata de dormir más Fushiguro o pasarás de ser un adonis a un zombi!

Levantó su brazo en forma de respuesta. Sabía que se veía fatal y que Nobara lo gritara en plena salida, a oídos de toda la plantilla estudiantil no le hacía sentir menos atareado.

Había tenido una semana tediosa. Trabajos en grupo, resúmenes, propuestas de proyectos de las materias de ciencias, todo se juntó haciendo que su pequeña mente de preuniversitario se sintiera abrumado. Además de ello estaban sus malos sueños. No era que nunca los hubiese tenido, pero una cosa era soñar con una versión femenina de Gojo saliendo con su padre y otra era tener visiones sobre sí mismo en situaciones comprometedoras con un tipo de ojos escarlatas.

Un escalofrío recorrió su espalda.

Desde el momento en que tuvo la desgracia de toparse con aquel tipo de cabellos rosados, Megumi había sido víctima de constantes encuentros indeseables, y que decir del apodo que le pusó sin su consentimiento. Pensó en decirle a Nobara o a su superior Yuta pero a Megumi, la idea de dar pase libre a sus amigos a su vida privada era algo que no le agradaba. 

Alejándose de esos pensamientos, dio una mirada hacia la calle, y camino cuando la luz del semáforo peatonal le dio el paso. Lo único que le alegraba de la escuela era que la estación de ferrocarril estuviera tan cerca que jamás se perdía en el camino. Cuando paso el escáner, solo pudo refrescarse con la brisa fresca que se colaba entre los movimientos rápidos de los tranvías. Muchas veces su padre había querido ir a recogerle, pero para su desgracia, y suerte de Megumi, el trabajo no lo permitía.

Se formo detrás del hombre de edad avanzada y sin más espero.

Pensó en sacar los auriculares, poner su lista de reproducción y perderse un rato, pero desistió. El día estaba tan bien que no quería alejarse en lo más mínimo de aquel extenso azul que se proyectaba encima suyo. Cerró sus ojos por un momento, relajándose inmediatamente. Si tuviera una cama seguramente hubiese caído dormido. Necesitaba que aquella calma lo persiguiera hasta casa para hacerle olvidar un poco de la presión que se acentuaba en sus delicados hombros.

"¡Tren arribando! Por favor mantenga su distancia"

Cuando sintió el viento golpearle, abrió sus ojos y camino a la par de la fila. Habia bastante actividad, todos los asientos estaban ocupados y lo únicos que se encontraban solos eran los asientos azules. Lamentándose, se escurrió de entre las personas manteniendo su mochila cerca y dando una que otra disculpa.

Se tambaleó cuando el ferrocarril comenzó a andar y encontró un hueco entre todo ese mar de olores no tan dulces. Respiro hondo cuando su espalda sintió el frío metal y se abrazó su mochila recargando su mentón en la agarradera de cuero. No había dormido nada bien, las marcas moradas debajo de sus ojos eran testigo de ello y su cabeza le dolía tanto que solo quería tirarse sobre el frío metal y encontrar un equilibrio.

               — Demasiado ruido.- Cerró sus ojos y trato de imaginarse un cuarto blanco lejos de la multitud  de las conversaciones y de los empujones que le sacaban el aire.

Quedarse dormido en un transporte público no era una buena opción pero la pereza surcando en cada una de sus extremidades no le ayudaba en lo más mínimo. Trato de evitar aquello, pero ya no podía retrasarlo más, así que dejó que la paz lo llenará. Su cuello dio unos cuantos tirones por el movimiento pero no fue hasta que su mejilla choco contra algo duro pero lleno del calor necesario para arroparlo que pudo rendirse ante el cansancio.

Sonrío. Esperaba que aquello que le estaba dando la libertad de usarle como almohada, se mantuviera así y no se alejara de su lado.

             — Eres de los que no pregunta. Eso me gusta.

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