- ̗̀➽◦̥̥̥27; Expansivas raíces de un fructuoso renacer

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Titubeó al principio, pero, como si su voluntad moral fuese mayor, dio el último paso. Se llevó una mano al pecho, mientras el frío viento mecía sus rubios cabellos y en su rostro se dibujaba una mirada difusa. Sus separados labios temblaban ligeramente, y su conmoción cesó únicamente cuando sintió el reconfortante tacto de la castaña, quien la tomó del hombro con sutileza mientras le dedicaba una imperceptible sonrisa. La rubia giró su cabeza lentamente, encontrándose con ese par de burlones ojos que, por primera vez en tanto tiempo, se tornaron orgullosos, mostrándose absolutamente confiados. 

La omega cerró la boca e inmediatamente sus cejas se precipitaron hasta permanecer diagonalmente. Se contagió del ímpetu de la morena; su osadía hacia el destino incrementó. 

—¡Hagámoslo! —vociferó la futura heredera al trono, quien convirtió en un puño la misma mano que se llevó al pecho, y posteriormente la arrojó hacia arriba en señal de que se encontraba preparada—. Sea como sea el mundo... Si estoy contigo, ¡no me da miedo en lo más mínimo! —declaró, sujetando la mano de su acompañante para después echarse a correr hacia las entrañas del reino.

La pecosa abrió los ojos con desmesura al escucharla profesar tan efusivamente tales palabras. Sintió como la calidez de su corazón se expandió por todo su cuerpo, hasta que finalmente culminó en adrenalina. No tenían la certeza de qué clase de obstáculos se interpondrían, pero fuese cual fuese el caótico escenario, estaban dispuestas a afrontarlo.

Para ese punto, los nativos de Marley se encontraban alejadas de ellas. Después de todo, ellos se encontraban ahí con tal de completar su propio objetivo: traer de vuelta a los herederos de sus naciones hermanas. 

El trayecto hacia el castillo fue un tanto complicado, sobre todo al tener que esquivar las inmensas muchedumbres que se atiborraban furiosamente contra la entrada principal del castillo. Aún estaban un tanto alejadas de éste, por lo tanto, su atención se centraba momentáneamente en pasar desapercibidas.

Caminaban con cautela, imitando al tumulto de gente que se erguía frente a ellas. Historia mantenía su rostro cubierto hasta la nariz con la misma tela de su ropa, mientras una manta verde militar cubría su cabeza. Su mano apretaba fuertemente el brazo de la más alta, del cual permanecía inamoviblemente enganchada. Su mirada continuaba cabizbaja mientras se desplazaban ágilmente entre los pueblerinos. Era comprensible que ninguno de ellos la reconociera por su aroma, puesto que ninguno de ellos, siendo de la raza que fuese, tuvo el privilegio de haberla olfateado en alguna ocasión. Nadie asociaba esa dulce fragancia con una descendiente directa de la realeza, dado que, los omegas por naturaleza solían portar ese olor.

Sus pasos se vieron abruptamente frenados en cuanto chocó torpemente con alguien. Murmuró en un tono audible un leve «lo siento», mientras la pecosa chasqueaba la lengua y miraba con desdén al contrario. En cualquier otro momento, la morena hubiese hecho un escándalo, sin embargo, en esta ocasión se limitó a fruncir el ceño y continuar sin protestar. No obstante, la mirada de la rubia se elevó en cuanto percibió una fragancia bien conocida.

La omega se abalanzó contra el alfa, tomándolo bruscamente por la camisa, hecho que obviamente no pasó desapercibido para los cizañeros pueblerinos, quienes mantuvieron sus miradas fijas en tal confusa escena.

El alfa palideció en cuanto sus ojos se encontraron con el rostro de la extraña mujer que lo sujetaba con una gran fuerza que lo obligaba a agacharse hacia ella. Su parecido con Armin era innegable, a simple vista podía deducir el evidente lazo sanguíneo que los conectaba.

—¿Tú eres...?

—¿Dónde está? —inquirió abruptamente, interrumpiendo la emergente interrogante del alfa—. Dime, ¿dónde está? —repitió, lanzándole una expresión suplicante y desesperada.

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminWhere stories live. Discover now