¿Extra?

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Hey, les traigo esta escena no editada.

La escribí hace mucho tiempo y se suponía que era parte del segundo libro, pero usé una parte en otro capítulo aunque la edité.

Es probable que que se confundan porque algunos nombres están cambiados y algunos personajes no calzan del todo con sus personalidades debido a que escribí la escena cuando estaba aburrida y ni siquiera tenía mayor contexto sobre la historia.

En fin, con ustedes: la escena extra.
   

  

Enero de 2017
Dos semanas después de navidad

   La pelirroja se sienta sobre el taburete cerca de la barra y da un sorbo a su taza, sintiendo como el café le quema la garganta, pero no dice nada.

Su atención está puesta en una de las mesas del fondo donde Jason comparte alegremente con la periodista del Daily Grammar Connecticut, la señorita Elizabeth Oliver.

La mujer luce despampanante con un abrigo amarillo y pantalones negros acompañados de unos botines negros con taco aguja. Su cabello negro brilla y cae en ondas sobre su espalda. Su piel de porcelana destaca con el labial rojo sangre y sus largas pestañas negras.

¿Cómo se supone que Allie pueda competir contra aquella periodista descendiente de la mismísima Afrodita?

Siente una punzada de celos quemándola por dentro.

Jason y ella solían ir a juntos a la cafetería todo el tiempo, siempre se sentaban cerca de los ventanales e inventaban historias sobre la gente que pasaba por afuera.

Incluso ayudaron a Rosie a remodelar el lugar luego de que hubiera un terrible incendio. ¡Jason había estado ahí, completamente preocupado por Allie! ¡La había besado en la parte trasera de la ambulancia!

Gloria's era su lugar favorito (luego del apartamento de Jason, donde leían abrazados en el sofá y se dormían acurrucados viendo películas), pero ahora es distinto. Ahora, Allie intenta entrar con la cabeza en lo más alto posible y rehúye de su mirada cada vez puede, dándole a entender que no le importa tener que verlo con su nueva novia.

Se siente tonta, humillada y con el corazón roto.
Jason Edwards, el nerd maestro de literatura, le rompió el corazón en mil pedazos, pero está dispuesta a fingir que está bien. No dejará que nadie la vea sufrir, especialmente por un hombre.

Mira la hora en su reloj y se muerde el interior de la mejilla.

Bruno debería haber llegado hace diez minutos y ni siquiera le ha enviado un mensaje para avisarle que viene tarde. Aunque también es posible que ella haya llegado demasiado temprano, como siempre.

Se voltea hacia la puerta al escuchar la campana y su acompañante aparece campante con una chaqueta de cuero y jeans azules desgastados, seguramente muriendo de frío.

—Lamento la tardanza —se disculpa, dándole un beso en la mejilla y sentándose en el taburete junto a ella—. Luces magnífica, como siempre.

Ella sonríe satisfecha.

—¿Tuviste problemas con el auto? —pregunta la chica, al notar que las manos de Bruno tienen manchas de grasa.

—No, pero tuve arreglar la cadena de la bicicleta de mi hermano y no tuve tiempo de lavarme las manos antes de venir porque venía tarde—muestra ambas manos—. ¿Podrías pedirme un té chai y un brownie, mientras voy a lavarme?

—Seguro —asiente la pelirroja—. ¿Recuerdas dónde está el baño?

—Sí, a menos de que quieras enseñármelo igual que la última vez —alza una ceja y sonríe con descarada coquetería.

Just That Girl: Porque amar nunca fue tan prohibido ✔Where stories live. Discover now