Capítulo 15

34 8 0
                                    



15


Quedan cinco días.

Despierto con lágrimas en los ojos, pero no son de tristeza, si no de felicidad. Este ya no es el único recuerdo que me queda de mi infancia, ahora estoy comenzando a recordar más cosas. Y estoy segura de que muy pronto más recuerdos vendrán para quedarse.

La canción la invento mi padre para que nos entretuviéramos mientras nos quedábamos solos en casa. Me decía que jamás la olvidara para recordarlo siempre a él. Eso intento todos los días.

Cada verso de la canción, cada letra es una parte de él, es una parte del cariño y amor que me entregó. No puedo creer que no lo haya conocido por completo. Que no me haya querido mencionar la rebelión. Ahora mismo siento que cada letra es una aguja que atraviesa mi cuerpo, porque sé que jamás podrá explicarme todas las dudas que tengo sobre esta familia.

Miro el reloj para bajar a la realidad. Son las 12:34 P.M., es demasiado tarde para buscar el Chip. Me levanto de la cama, y me coloco ropa diferente a la de ayer. Es primera vez que no me baño desde hace mucho tiempo. Ahora veo que consume tiempo valioso para mí.

Me dirijo hacia el baño y me lavo rápidamente los dientes y el rostro para que el sueño desaparezca. A pesar de haber dormido bastante, me veo devastada.

Bajo las escaleras hasta la mitad. Me quedo en mi sitio observando a poca distancia a Esteban. Me mira desde los pies hasta que se topa con mis ojos. Su mirada llena de fuego y su sonrisa coqueta. Me recuerda hace tres días cuando nos íbamos en el autobús hacia el colegio. Un recuerdo que parece tan lejano, pero en realidad es tan efímero y cálido que puedo sentirlo nuevamente.

—Estaba por ir a buscarte, buenos días. —Comienza a bajar la escalera y me hace espacio que haga lo mismo.

—Buenos días, Esteban, ¿Cómo estás? —Le sonrío.

—Muy bien, ¿te sientes mejor? —Pregunta.

—Sí, mucho mejor. —Niego con la cabeza—. Ya pasó.

—Me alegra. —Suspira—. Ayer estuve pensando y creo que tienes razón, estoy muy apegado a ti y quizás necesitas tu espacio.

Asiento con la cabeza y le sonrío nuevamente. Ahora que él mismo lo ha dicho y se ha dado cuenta, será más fácil sacarlo de mi casa cuando tenga que salir. Aun así, me sigue dando pena no poder contarle lo que estoy haciendo. Me pregunto si sería más fácil decirle que estoy inmersa en una cuadrilla para rescatar a mi familia y no preocuparme tanto por él o seguir mintiéndole. Además, quizás si le cuento se quiera unir a la cuadrilla o peor, me impida seguir en ella por miedo a que me ocurra algo. Dejaré las cosas como están.

Salgo de la casa para saludar a Sebastián y a Cristián. Luego de recibir los saludos devuelta, entro y comienzo a preparar mi desayuno. A pesar de que es tarde.

Esteban se sienta al frente mío en la cocina, mientras ambos comemos un sándwich de jamón y queso, y una taza de café caliente.

—Deberías comer un poco más temprano, el cambio de hora puede hacerte mal —Me advierte Esteban.

—No tengo tiempo para pensar en nada, Esteban —Le argumento—. Con suerte puedo comer esto. —Me toco el pelo—. No puedo dejar de pensar en ellos y eso me agobia.

—Pero enferma no podrás ayudarlos.

—Lo sé... por cierto luego iré al colegio a hablar por mí y por John, tengo que conversar con los profesores.

—Bueno, te acompaño —Me sonríe.

—Esteban, preferiría hacerlo sola la verdad. No quiero sentir que eres mi pegamento. —A pesar de que las palabras salen de mi boca, no quería decirlas—. Lo siento.

—Está bien —Me mira apenado—. No sabía que te hostigara tanto mi compañía la verdad. —Su mirada no se fija en mí—. Has estado estos días muy rara y no entiendo el porqué.

—No, no pienses eso. Es solo que tengo que ordenar tantos pensamientos —Ubico mis manos en mi cabeza—. Y aprender a defenderme y hacer las cosas por mí misma, sin depender de nadie. Además, no quiero que te hagan daño por mi culpa o la de mi familia.

—No me harán nada. —Me toca la mano—. Pero entiendo tu punto y lo respeto.

—Gracias.

—Bueno, entonces creo que iré a mi casa. —Me dice con pena en la voz—. Que te vaya bien en el colegio.

—Luego nos vemos.

Esteban se levanta de la silla y se marcha. Escucho el resonar de las puertas al abrirse y luego cerrarse. Es un alivio saber que se lo tomó bien.

Termino mi desayuno con el portátil en la mano, mientras espero el mensaje de Zero. Otra vez tendré que escapar por la ventana, o tal vez pueda inventarles una pequeña mentira a los guardias para que me dejen salir sola. Ojalá me crean.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El mensaje de Zero llega a la hora después de haber terminado mi desayuno. Son las 14:00 P.M., el mensaje dice: "Ven a la sala de juntas a las 14:40 P.M.".

He tratado de mentalizarme, de imaginar que estaré en primera fila con vistas a la guerra. Sé que puedo hacerlo, estoy lista para aprender a luchar y a defenderme. Estoy lista para lo que se me viene encima. Esta guerra la ganaré y tendré a mi familia de vuelta en 5 días más. Cueste lo que me cueste.

Internalizo una furia voraz en mi cuerpo. Tengo un deseo de destrucción para los que me han hecho daño a mí y a mi familia, que explotar en cualquier momento. Trato de alejar el miedo y la ansiedad, para que la valentía salga a flote. Salgo de mi casa para hablar con los guardias.

—Debo salir al colegio para hablar sobre mi situación y la de John. —Finalizo tragando saliva fuertemente. No se mentir.

—Está bien —Dice Sebastián mirando a Cristián por el rabillo del ojo, como si supieran que estoy mintiendo—. Pero uno de nosotros tiene que acompañarla.

—Pero... —Expreso con impresión—. Es solo ir al colegio, queda a unas cuantas cuadras. —Miro a ambos—. No creo que me pase nada.

—Es nuestro deber señorita. —Dice Cristián—. Por favor, no se resista. Es nuestro trabajo protegerla.

Miro hacia el cielo en busca de alguna idea, pero todo está muy encima. No sé qué puedo hacer. Ya no puedo ir al baño porque se darían cuenta. Tampoco puedo salir corriendo y que me persigan los dos, me atraparían. ¿Qué puedo hacer?

—Está bien —Digo con resignación—. Ya no tengo tiempo para discutir. —Toco mi frente con mi palma de la mano—. Que tonta soy, olvidé mi bolso en la cocina, por favor, ¿podría ir uno a buscarlo?

—Está bien, yo voy —Dice Sebastián.

Veo su cuerpo moviéndose hacia la casa y sé que debo actuar rápido antes de que vuelva. Formo un puño con mi mano y siento como la energía se canaliza. Miro a Cristián por el rabillo de mis ojos y lanzo el golpe a su pecho.

Puedo sentir cada vena y cada hueso de mi piel, chocando con la piel de Cristián, pero hay algo mal, algo raro. Un poder. Un poder que jamás había sentido antes, una fuerza que carcome mis sentidos.

Cristián cae al suelo dando un grito desgarrador. Un grito que me retumba en mis oídos. Siento algo en todo mi cuerpo. Es algo malo, es pena, es resentimiento, es mucha culpa. Pero ahora me doy cuenta bien y no solo cayó, si no que voló unos centímetros en el aire, chocando con la pared y cayendo a una distancia prudente de mí.

¿Cómo es posible?, ¿Cómo pude dar un golpe así?, pienso mientras corro hacia el final de la calle y doblo hacia otro pasaje para perderlo de vista. La culpa me seguirá, de eso estoy segura. Pero más culpa sentiría si no pudiera rescatar a mi familia. 

DISFIRTNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ