Capítulo 18

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18

Han pasado varios minutos desde que dejamos el pueblo atrás. Mi corazón sigue entristecido por lo visto y mi mente sigue buscando soluciones, que quizás nunca se lleven a cabo. Por un momento dejé de lado a mi familia, pero lo inundaron pensamientos de igual magnitud.

—Cuéntame de ti Mauricio. —Le pregunto a mi compañero de auto.

—¿Qué quieres saber? —Me pregunta casi riendo.

—Tu historia o lo que me quieras contar. —Miro por la ventana—. Quiero dejar de pensar en todo esto.

—Está bien, pues... me llamo Mauricio Sáez, tengo diecinueve años y formo parte de la cuadrilla desde que tengo dieseis. —Suspira levemente, como si me fuese a contar algo doloroso—. Mi madre y yo vivíamos en esta población. —Lo miro y noto como su mirada se pierde en un doloroso recuerdo—. Mi madre fue una de las que logró escapar del pueblo y se unió a la cuadrilla.

—¿Qué? —Pregunto sorprendida—. No... no puedo creer lo que me estás contando.

—Me dejó con una vecina, que al menos no vivía en la calle. —Se toca la cabeza como si tuviera comezón y continúa—. Un día volvió por mí. La trajeron amarrada dos guardias. —Se silencia unos segundos—. Me dejaron despedirme de ella y me contó sobre la cuadrilla.

—¿Qué paso con tu madre? —Preguntó con temor a una respuesta que quizás no me quiera responder.

—Murió. —Veo su mirada fija hacia delante. Luego de su respuesta nos quedamos en silencio unos cuantos minutos—. La asesinaron delante de nosotros para que aprendiéramos a seguir las normas.

Se forma un nudo en mi garganta. Busco en mi inventario de palabras algo que decir, pero no logro formularlas. El gobierno le arrebató a este hombre lo más preciado que tenía. Furia es poco lo que estoy sintiendo ahora.

—Lo lamento mucho Mauricio. —Suspiro, mientras mis dientes chocan y temen a ser rotos por la fuerza—. Son unos bastardos los que le hicieron eso a tu madre.

—Lo sé. —Cierra los ojos por unos segundos y luego los abre.

—La justicia nos llegará. —Le toco la mano—. Los haremos pagar.

Pienso en la vida que tuvo que pasar Mauricio a su corta edad. Me gustaría preguntarle cómo fue que llegó él y su madre ahí, pero no quiero revivir otro recuerdo doloroso.

Lo miro un segundo y noto como los recuerdos le arañan el alma. Me recuerda a mi cuando pienso en papá. O ahora, cuando pienso en John y en mamá y en que quizás tengan la misma historia cruel. Aparto ese pensamiento.

—Bueno, mi historia es algo triste... —Me sonríe tristemente—. ¿Qué me cuenta de ti?

—Quizás esto no ayude a alegrarnos, porque mi historia igual es un asco. —Digo con voz de asqueada—. Tengo diecisiete años, crecí llena de mentiras por parte de mi familia y de la sociedad, que ya no sé ni quien soy. —Sonrío—. Secuestraron a mi madre y a mi hermano, eh... mataron a mi padre hace dos años y ahora estoy a punto de entrar a una guerra formada por cuadrillas.

Silencio mi boca, porque la tristeza se asomaba a grandes pasos. Me hubiera gustado poder contar otra historia de mí, una más feliz, pero nada bueno salió de mi mente ahora. Sé que soy privilegiada de haber vivido mucho tiempo feliz con mi familia. De haber tenido un hogar y educación, cosa que este hombre no tuvo. Pero siento que cada parte de mi vida es una vil mentira.

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