Capítulo 22

33 8 4
                                    


22

Me visto con la ropa de seguridad: el chaleco, los lentes, guantes y los auriculares. Lucas está sentado detrás del cristal para observarme nuevamente como practico con el arma.

Sostengo la pistola con mis manos y siento el frío de la culata a pesar de tener guantes puestos. Me preparo en la zona de inicio, mientras me mentalizo en pensar que cada hombre de cartón es de la otra cuadrilla. Realmente me gusta mucho que la sala esté acolchada porque puedo disparar sin miedo a que atraviese una bala la pared. Ubico mis piernas en posición de disparar. Las figuras de cartón comienzan a aparecer y van avanzando rápidamente. Agudizo la mirada y disparo, como lo hacía ayer. Siempre un poco más arriba.

Disparo, imaginando todas las cosas que les deben estar haciendo a mamá y a John. Como quisiera que este simulacro fuera el intercambio y acabar con cada uno de ellos que me ha hecho daño. Noto como la furia me consume, mientras disparo más deprisa y voy gritando por la adrenalina. Corro, salto, caigo, levanto y sigo disparando. Puedo saborear el amargo de la sensación.

Una luz roja se enciende. Ya no aparecen más figuras de cartón, y a los pocos segundos Lucas entra corriendo a la habitación con una expresión inexplicable. No sé si es asombro o es miedo.

—Pero... ¿qué hiciste aquí? —Dice lucas sin dejar de verme.

—Yo... solo puse en práctica lo que me enseñaste...

—No, no, no y no, eso no fue por la poquedad que te enseñé estos dos días —Me mira confundido—. ¿habías tomado un arma antes?

—Jamás en la vida, y te lo puedo jurar. —Digo aún exaltada por lo ocurrido recientemente—. Solo pensaba que eran los que se llevaron a mi familia...

—Lo has hecho estupendo. —Dice, pero aun con esas palabras no sonríe—. Pero debes tener cuidado. La furia y el enojo muy pocas veces dan resultado, debes tratar de tranquilizarte.

—Lo entiendo. —Suspiro—. No volverá a pasar.

—Descansa unos minutos, pronto será hora del almuerzo. —Me pasa una botella de agua—. Para que te hidrates.

Dejo el pequeño pedazo de metal en el suelo y me aterra lo que veo. Mis dedos están marcados en la culata de la pistola, como si ese fuese su diseño. Miro a Lucas y le recibo el agua, intentando disimular lo que acabo de ver. Él se va hacia la habitación de cristal y vuelvo a tomar el arma. Son mis dedos, pero... ¿cómo es posible?

Dejo la pistola en un lugar diferente y camino hacia las maquinas detrás del cristal junto con Lucas. Me siento en una pequeña silla, mientras bebo el agua e intento olvidar el arma.

En la habitación hay cuatro pantallas que muestran todas las zonas de la sala de entrenamiento. También, hay diversos botones de colores, pero predominan los negros con letras blancas. En uno de los costados hay cables que aún no sé cuál es su utilidad y finalmente, en el ventanal por la parte derecha hay un teléfono colgado.

Son un poco más de las 15:30 P.M., mi estómago está rugiendo por la falta de comida. En el desayuno comí poco y agradezco que aún no me haya causado un desmayo en el entrenamiento. Debo dejar de alimentarme tan mal.

Lucas está sentado a unos cuantos centímetros de mí sin decir palabras. Al cabo de unos segundos cierra los ojos. Noto el cansancio que debe tener quizás por el entrenamiento arduo que les da a más personas para el intercambio. A pesar de que no se los diga, agradezco a cada una de las personas que participarán en el intercambio, porque arriesgarán sus vidas por lo que creen mejor. Son los verdaderos héroes.

DISFIRTOnde histórias criam vida. Descubra agora