0.10 Catarsis

448 70 34
                                    

Caen lágrimas rojas.

°
°
°

Esa noche, dos semanas antes.

Se acomodó entre las sábanas con sus ojos cerrados, parecía que al final sí podría tener algunas horas de sueño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Se acomodó entre las sábanas con sus ojos cerrados, parecía que al final sí podría tener algunas horas de sueño.

"Parecía", de no ser por el sonido vibrante del timbre que se reflejaba por todo su departamento. Volteó los ojos rodando con pereza hasta sentarse en la orilla del blando colchón y reflexionar una vez más en el número que deparaba en su despertador.

¿Quién en su sano juicio podía visitarlo a esa hora?

Frotó su ojo bostezando y tomando a la vez su teléfono para asegurarse que ningún conocido le hubiera enviado mensaje de su cita a tal hora de la noche, pero no tenía ninguno, y cualquier notificación por aviso o servicio del departamento era realizado vía telefónica al mismo.

Entonces, ¿de qué se trataba?

Se puso de pie de inmediato avanzando a paso sigiloso hasta llegar a la sala. Los toques a la puerta seguían allí y el sonido del timbre no cesaba.

No fue hasta estar a dos metros de distancia de la puerta que pudo sentir el aroma en el que tanto tiempo se había refugiado antes. La canela se colaba junto al ámbar bajo la pequeña línea de separación entre la puerta y el piso. Su cuerpo se tensó al instante, si tenía alguna pizca de sueño, esta se había esfumado por completo.

Negó para sí mismo llegando ahora al orificio de cristal inscrito en la parte superior de aquella tabla blanca y lisa frente a él.

«». pensó mirando al cenizo en el pasillo luminoso, con las manos guardadas en su chaqueta azul agua marina.

La culpa lo invadió al verlo sometido tan frágilmente a ese clima, porque aún sabiendo que el alfa detestaba el invierno, lo había propuesto para esa misión poco convincente pero de la cual sabía que el rubio no se negaría.

Una idea que viajó a su cabeza todo con tal de tenerlo lejos. Pero ahí estaba, parado frente a ese trozo de madera tallada. ¿Por qué estás aquí?

—¿Puedes abrir?

Al escucharlo se apartó rápido de la reducida vista. ¿Acaso lo había dicho en voz alta? No, ni de broma.

—Sé que estás ahí… puedo sentirte.

Por supuesto que si él podía sentir su aroma, el alfa también sentía el suyo. Había olvidado ese diminuto detalle mientras le observaba a través de la mirilla. Exhausto, pasó sus manos frías sobre su frente intentando pensar qué hacer.

—Por favor.

Se quejó soltando un suspiro corto al oír de nuevo su voz grave, que se tornaba más ronca por el frío, así que decidió acercarse una vez más al orificio; delineando con sus esmeraldas la figura temblorosa, pálida y desgastada del alfa con aquellas ojeras bajo sus rubíes cansados.

SEMPITERNO  [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora