Una vez más.

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Intento llevar con gran dificultad mi mano hasta mi cabeza, ese movimiento tan simple me está costando bastante hacerlo. Inspiro lentamente, el pecho parece que pesa tres veces más de lo que yo he sido consciente hasta ahora.
Los párpados parecen anclados a mi cara, luchan contra mí para no abrirse, para no dejar que la claridad llegue hasta mi pupila.

¿Qué me pasa?

Logro escuchar un sonido intermitente pero que se reproduce en bucle, un contundente "pi, pi, pi" que se repite una y otra vez sin cesar y resuena por mis oídos, haciendo que ese sonido comience a ser desesperante.

El tímido cantar se los pájaros se cuela entre los silencios del aparato del que provenga ese molesto ruido.
Quiero centrarme en esa alegre melodia, improvisada y ensayada tantas veces por su cantor.

Trago saliva y siento como pasa por mi garganta.

Vuelvo a luchar por abrir los ojos, por tratar de mover mis dedos, por llevarlos hasta mi cara.

-¿Eva? -Una voz que no tardo en saber de quien es interrumpe mi esfuerzo. Ahora con más ahínco trato de girar la cabeza hacia la dirección por la que esa voz me ha llamado. Quiero abrir los ojos y ver a mi tía.- Vamos cariño, abre los ojos, estoy aquí.

Quiero gritarle que no puedo, que lo intento y es en vano, que mis ojos parecen empeñados en no querer abrirse.
Que comienzo a estar cansada por el esfuerzo.
Que ahora solo me apetece volver a dormir.

Me siento atada a algo sin saber que es.
Vuelvo a escuchar esos pajarillos que no deben estar muy lejos, que disfrutan de su libertad, que pueden volar, sentir el aire sobre ellos y deslizarse sobre esas corrientes para volar. Ese vuelo sin destino que les puede llevar a recorrer las estrellas fugaces que solo dejan pequeños matices de luces ante nuestros ojos, apenas unos segundos para tratar se pedir un deseo.

Yo pediría no ver casa vez más cerca a Morfeo, poder abrir los ojos y entender que pasa, por qué mi cuerpo parece no querer reaccionar a mis vanos intentos por moverme.

"La luz del sol me hace entrecerrar los ojos, dejo que mi cabeza se apoye y rebote contra el cristal del asiento trasero del coche.
Sonrío mirando como los árboles quieren correr detrás de nosotros, como nos ven pasar y nos saludan con el alegre vaivén que el viento produce en sus ramas.

Es algo tonto, pero que desde pequeña me ha gustado pensar mientras que la música que mis padres llevan puesta en el coche se cuela por mis oídos y es la melodia perfecta para hacer que me pierda en el gran mundo que es mi cabeza.

En miles de pensamientos que de otra forma no permitiría volver a traer.
Que dejaría guardados en esa caja fuerte en un rincón de mi memoria. Mis mejores recuerdos y también los más imposibles de volver a hacer realidad.

Han cambiado mucho las cosas desde que apenas media algo más de un metro. Desde que mis ojos no pueden ver lo que realmente les gustaría contemplar.

Ahora tengo 26 años, una carrera muy exitosa como cantante y actriz, una vida que siempre me convencí que era lo que soñaba.
Pero me faltan cosas, como por ejemplo estos ratitos con mis padres de nuevo.

Estos momentos en el que dejo de ser la famosa Eva B, para volver a ser solo Eva. Alguien a quien le gusta mirar como sus padres cantan cantan todo pulmón las mismas canciones que cuando tenía cinco años.
Esa persona a la que el teléfono apagado le da años de vida, porque dentro de este coche están dos de las personas más importantes de su vida, y es lo único que necesita para sonreír, para hacerlo de verdad y no solo para salir bien ante los flashes de las cámaras.

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