De verdad.

265 31 3
                                    

Relato corto.

De verdad.

-Deja de mirarla así.

El codo de mi amigo se clava en mi costado, haciendo que mis ojos dejen de poder mirarla tanto como han anhelado hacerlo los últimos meses.
Me pide algo que no sé hacer, que no puedo aunque lo intente. Siempre me ha sido imposible.
Han pasado varios meses desde que no puedo verla sin que sea a través de la pantalla de un teléfono, a distancia por la calle o en las fotos que guardo debajo de mi colchón.

Todavía sigo nervioso por estar sentado en la misma mesa, aunque demasiado lejos como para poder alargar la mano y rozarla, por haberla tenido en frente, por un saludo que me ha sabido a poco, como si nosotros hubiésemos sido algo mucho menor de lo que fuimos. Y somos. Porque para mí siempre vamos a ser.

Dejo que mis ojos la miren de nuevo, que se deleiten con su sonrisa y se topen con ese color azul que tanto ha vivido en mis sueños. Agacho la cabeza sonrojado, lo noto en mis mejillas, me entra la sonrisa tonta que tira de mis labios sin que pueda esconderla.
Mariposas por el estómago, hormigueo en mis manos y recorre mi espalda.
Ella y su efecto en mí.
Ella y yo.
Siempre ella, nunca yo, por siempre nosotros, al menos dentro de mí.

-¿Hugo?

Una patada por debajo de la mesa me hace reaccionar, mirar al frente y darme cuenta de que no solo sus ojos me miran, sino los del resto de la mesa.

-¿Qué pasa?
-Está tonto perdío, no se ha enterado de nada.

Miro a todos lados mientras se ríen, llevan razón, estaba sumido en mis pensamientos que solo tienen un nombre, Eva.
Y es su voz la que escucho por encima de la multitud pronunciando un "Cállate" a la chica de al lado, que me mira con una sonrisa divertida distinta a la de los demás.

-Déjalo, contamos con él.

Y la conversación sigue ajena a mí, que estoy ajeno a todos y solo la miro a ella cada pocos segundos.
La comida se acaba de los platos, los vasos se vacían y yo me lleno de nostalgia, porque nadie ha robado de mi bebida o de mi plato, porque ella está aquí pero nada es igual, porque no estoy yo sentado a su lado, oliendo su cuello y acariciando su pierna, enredando mis dedos en su pelo y sonriendo como un tonto enamorado.

Sigo enamorado de ella, pero ahora tengo que esconderlo en la distancia, aunque nunca he sido bueno disimulando.
Quiero poder abrazarla, hundir mi nariz en ella y perderme ahí, sabiendo que he encontrado mi sitio.

-La vas a desgastar. -Sonrío al escuchar la voz de Samantha detrás de mí, no he sido consciente de cuando ha dejado el lado de Eva para dejarse caer a mi lado.-
-¿Qué hago?
-¿Qué quieres hacer?

Bajo mi mirada hasta mis manos, que se entrelazan y no se me borra la sonrisa de los labios, mis dedos se frotan entre sí sabiendo la respuesta a esa pregunta y las cientos de respuestas que se me ocurren poco decentes para estar delante de nuestros amigos.

Siento su mano acariciando mi cuello y me mira, entendiendo con una mirada todo lo que pasa por mi cabeza.

-¿Cómo está?
-Ve a preguntarle.
-No quiero incomodarla o...
-¿O que note que no dejas de temblar? -Sí, justamente eso, porque no puedo mirarla sin verlo todo en ella.- Ve, hazme caso.
-Pero está ocupada y...
-Hugo. -Su mano agarra mi cara para que deje de mirar a Eva y me centre en ella.- Hazme caso, siempre tengo razón menos cuando no la tengo.

Y tal como ha venido, se va, riéndose y dejándome con la duda de su acercarme o no, de si Eva le ha dicho que lo haga o todo viene de su cabeza llena de ideas locas.
Me cuesta tres vasos de agua más y al menos trescientos suspiros armarme de valor para levantarme de la silla cuando ya lo han hecho varios de nuestros amigos.

Relatos Cortos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora