Rosemary and bitters mimosa (Kingbury)

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—¿Ya puedo quitarme la venda? —Samuel preguntó avanzando con su mano en el hombro de George para evitar caerse.

Era sencillo recordar la razón por la que lo había llevado a un bar en medio de la noche. Aún recordaba haberse sorprendido y hasta dudar de que fuera real cuando Samuel le dijo que nunca había ido a un bar, ni mucho menos tomado alcohol. Y para estar en el apogeo de sus veinte, esa era una misión de la que él mismo tendría el honor de encargarse.

—Ahora sí —George se paró frente a él y estiró los brazos a tiempo para cuando Samuel se quitó la venda y vio el bar completamente vacío.

Literal, no había nadie más que él y George.

—Si así de tranquilos son los bares, hubiera venido a uno antes —rio con suavidad mientras comprobaba que de verdad eran los únicos ahí.

Por su parte, George lo rodeo de los hombros, llevándolo directamente a la barra. Sabía que su novio era fanático de un buen trago, pero no estaba muy seguro de lo que haría estando del lado contrario de la barra.

—Lo limpié para ti —con una sonrisa de por medio, George se arremangó las mangas y sacó unos frascos plateados.

—¿No te vas a sentar conmigo? —Samuel volteó y le dio golpecitos al banco vacío.

—No. Hoy seré tu bartender, Sammy. Qué mejor que tenerme a mí haciéndote tu primer trago, ¿eh?

Entonces fue que sacó de debajo de la barra unas botellas, algunas transparentes y otras de colores oscuros. Samuel abrió los ojos de par en par, y desde donde estaba, intentó leer los nombres de lo que sea que George había comenzado a mezclar en un vaso pequeño.

—¿Estás seguro? —preguntó con timidez al ver que George continuaba añadiendo chorritos de algo que olía demasiado fuerte como para ser saludable.

—¿Lo dices por esto? —George levantó el vaso con solo dos dedos, tomándose lo que tenía de un solo sorbo, sin hacer ninguna mueca.— Era para despertarme.

—¿El trago?

—Algo para la resaca.

—Pero tú no tienes resaca.

—Nunca que sabe —le guiñó un ojo—. Ahora sí, vamos con lo tuyo, diletto.

—Eh... No–no tiene que ser nada complejo, George —susurró, Sam, encogiéndose de hombros mientras jugaba con la venda dorada con la que había entrado al bar.

—La primera vez siempre es importante, créeme te va a encantar esto.

Samuel aprovechó para respirar y calmarse cuando George se volteó a abrir la refrigeradora detrás de él, como si estuviera buscando algo en específico. No había esperado que George organizara algo de este tamaño cuando le dijo que nunca había bebido alcohol. Ahora solo quería estar seguro de que no se arrepentiría de lo que sea que George tenía preparado para él, y más que eso, vivir para contarlo.

—Si tú lo dices...

—¿Dulce o amargo? —tarareó George moviendo unas botellas de los estantes.

En circunstancias normales su respuesta sería, obvia, algo dulce que cubriera el sabor del alcohol hubiera sido perfecto; sin embargo, también recordó que cuando aceptó salir con George, una de las cosas que le aseguró fueron que habría demasiadas aventuras y que solo estaba en él tener las agallas para enfrentarlas, y quizá, ganar experiencias nuevas.

—Amargo.

Estuvo seguro de que escuchó un "crac" cuando George se volteó con las cejas levantadas y una expresión de confusión en su rostro.

In the Winter's TrailWhere stories live. Discover now