♕ | 𝓽𝓱𝓲𝓻𝓽𝓮𝓮𝓷

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A veces parece que se vive con un contador sobre la cabeza, los números van descendiendo hasta que este llega al final y acaba todo lo que se conoce. Cada persona tiene un contador distinto, un tiempo para estar en el mundo, una razón para lo mismo. Cuando ese cometido sucede, el contador parece correr con más rapidez, estando, a cada segundo, más cerca del cero.

Aloia Ubeira es consciente de que pueden pasarle varias cosas, que su contador se estanque, que su contador llegue al cero en un pestañeo, que su contador se reinicie mágicamente o que no suceda nada.

Sube por las escaleras de un edificio que ya conoce cómo si fuera su propio hogar enfrascada en sus pensamientos. La noticia de que el caso de Esther Rodríguez había sido cerrado provocaba enfado en la chica. El resultado más consistente, según las autoridades, es que su muerte había sido un suicidio, a pesar de que todas las pruebas apuntaban a otra cosa.

El hecho de que un caso con tantas evidencias se cerrase de tal manera, hace pensar a la castaña que su padre tiene compradas a las personas necesarias para cubrir todas sus acciones, aunque según lo dicho por Pedro, Pablo Ubeira encubre las acciones de otra persona desconocida.

La chica se para en un descansillo para tomar aire, pocas veces le había costado tanto subir, humedece su labio inferior y juega con un mechero que tiene en el bolsillo, está nerviosa, demasiado. Vuelve a caminar hacia arriba notando como se le seca poco a poco la garganta.

Trata de pensar las suficientes excusas para justificar su llegada repentina de alguna manera, pero ninguna le resulta lo suficientemente buena. Pasa sus dedos por la barandilla de madera delineando la parte inferior de sus dientes. En su cabeza tararea una melodía cualquiera a piano, cosa que hace cada vez que está nerviosa, por lo menos, de esa manera, deja de reproducir movimientos de piezas al azar.

Al llegar al piso correspondiente se para y toma aire, tratando de pensar con la mayor tranquilidad posible. Camina de manera inconsciente hacia la puerta y hace sonar la madera chocando los nudillos contra esta.

Unos pasos tranquilos se escuchan al otro lado, el pestillo pasándose y la apertura de la puerta deja entrever un poco de luz hacia el pasillo, el chico que abre, se despereza.

— Hola — Aloia habla tranquila a pesar de que su corazón late con fuerza al verlo de nuevo—, cuanto tiempo — la castaña entrelaza sus dedos por delante de su cuerpo y sonríe, él frunce el ceño —, ¿me vas a dejar pasar o...? — él asiente y se aparta, abriendo un poco más para que ella entre.

— ¿Qué haces aquí? — Javier observa cómo Aloia se deshace de la chaqueta y la deja doblada sobre el respaldo de uno de los taburetes de la isla.

— Si quieres me voy, eh — la castaña se gira hacia él con una sonrisa pícara, Javier resopla mientras niega con la cabeza —. Tenía que venir a Madrid a unas cosas y de paso pues hablo contigo — Aloia se sienta en el taburete y apoya sus brazos sobre la encimera—. ¿Sabías quién es el padre de la novia de tu hermano?

— Para nada — Javier no miente, la mirada de Aloia intensa sobre él le prohíbe hacerlo, el chico camina hasta quedar en frente de la chica—, ¿quieres tomar algo?

— ¿Café tienes? — el chico asiente — Un cortado, porfa.

— Has cambiado sobre lo que pides normalmente — la chica sonríe con su rostro apoyado sobre las palmas de sus manos—. ¿Qué tiene que ver el padre de Esther en todo esto?

— Es mi vecino de enfrente, se llama Nuno — Javier asiente tragando saliva, sus manos se mueven de manera autónoma preparando lo que la castaña solicitó —. Al parecer él no sabía quién... — Aloia se calla al ver lo que está haciendo —, espera, espera, así no — se baja del taburete para llegar al lado del castaño, el cual la observa serio —. Mira, tienes que echar el café primero, y es un cortado, normalmente son pequeños, por lo que sobra la mitad de la taza.

Redención Where stories live. Discover now