𝟢𝟥🌊𝒮𝒾𝓉𝓊𝒶𝒸𝒾𝑜𝓃𝑒𝓈 𝒾𝓃𝓊𝓈𝓊𝒶𝓁𝑒𝓈.

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Y abrí los ojos, sorprendida, dándome cuenta que estaba como en una cabaña pequeña, en donde el viento entraba y se escuchaba el sonido de las olas; era como si tuviera el mar cerca, pero lo más curioso, era que yo no conocía a alguien que tuviera su casa tan cerca del mar.

Sin embargo, eso paso a segundo plano cuando, por una extraña razón, no sentía miedo; era como una sensación que ya conocía el lugar en donde estaba, pero a la vez, no conocía el lugar. Y eso provocó una sensación de confusión y cansancio en mí, como una forma de sentirme perdida.

Por lo mismo, traté de levantarme de la cama en donde me encontraba acostada, pero cuando lo intenté, una mano se colocó en mi pecho, evitando que lo hiciera. 

Fijé mi vista a esa dirección, encontrándome a una mujer con cabello negro y piel un tanto... extraña. Ya que no era morena, pero tampoco blanca, ni bronceada, ni pálida; era un color inusual que podría percibirse de diversas maneras según la iluminación. Aunque eso no era lo más importante, sino las facciones que había en su rostro, eran un tanto... diferentes, pero a la vez conocidas para mí. 

Tenía facciones un poco... bruscas para mi gusto, pero a la vez se miraba linda. Tenía los pómulos muy delgados, pero a la vez gordos, como hinchados, además, sus ojos eran enormes y su nariz respingada. Tenía cabello negro y muy largo, era delgada y tenía ciertas cicatrices en la piel, como si la tuviera reseca o quemada, haciéndome sentir incómoda al verla y al ver su mano en mi pecho puesta.

Y ella notó mi desagrado, que al instante quitó su mano de ahí y me extendió un vaso de vidrio hacia a mí, como si esperara que tomara de este, pero yo no lo tomaría. Yo no conocía aquella mujer ni que contenía el vaso, por eso cerré mi boca con fuerza, para que esta no lograra meter nada en ella, y la mujer me miró con fastidio.

—Hazlo —ordenó, apegándose a mí, dispuesta a que tomara del vaso que tenía en sus manos.

—No te conozco —dije, y de inmediato cerré la boca, al percatarme que la mujer intento meterme el líquido a la fuerza cuando hablé.

—No te pasara nada —mencionó manteniendo su voz calmada y expresión seria—. Nunca te lastimaría.

Parecía que la mujer hablaba en serio, sin embargo, no me dejaría engañar por la primera mujer que me hablará bonito, ni por nadie que lo hiciera. Yo fui educada para temer a la gente, para ser cuidadosa con desconocidos, y aunque ella brindaba un aura encantadora, no haría caso a sus peticiones.

—Vamos, Alanney —pidió nuevamente la mujer y me negué.

Claro que no aceptaría, y mucho menos ahora que había dicho mi nombre, eso ahora me daba más desconfianza que tranquilidad. Pero, cuando mi novio apareció de repente dentro de la cabaña, una alegría me invadió por completo, al sentirme segura en el lugar.

—¡Gabriel! —exclamé feliz, dándole una sonrisa.

Traté de pararme para caminar hacia él, sin embargo, la mujer pelinegra volvió a colocar su mano en mi pecho, deteniéndome y molestándome en el proceso. La vi molesta y fastidiada, a punto de reclamarle, pero mi novio tomo la palabra, dándome paz.

—Hey..., tranquila, cariño —dijo Gabriel con una dulce sonrisa, acercándose a mí y acariciando mi rostro con ternura—. No pasa nada.

Era relajante el sentir a Gabriel acariciándome, brindándome confianza con un simple roce, sin embargo, no debería dejarme encantar por aquello, no podía conformarme con eso y dejarme manipular. Yo tenía que saber quién era aquella mujer que parecía ser muy... extraña.

—¿Quién es ella? —solté, manteniéndome firme y seria, esperando una respuesta sensata.

—Es una enfermera.

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