Paraíso

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Una tarde de lluvia en el búnker, al no encontrar casos extraños durante todo el día, ni en las noticias ni en las radios policíacas, decidieron tomarse la grisácea tarde. Para ordenar libros en la biblioteca, Cas y Sam ordenaban debido al aburrimiento de Sam producto de cuatro días seguidos de lluvia, él y Cas ordenaban la biblioteca, mientras que Dean permanecía sentado en una silla, con una pierna sobre la mesa y una pelota pequeña de tela en una mano, observando a Cas hablar de algo con Sam a unos pocos metros de distancia. Sam, con una pesada caja en brazos, hizo un gesto a Cas con la cabeza, señalando en dirección a su hermano y se alejó.

Dean estaba distraído pero se animó al ver a Cas acercarse sosteniendo otra gran caja y le sonrió, Cas le devolvió la sonrisa, una sonrisa casi imperceptible que hizo que sus ojos brillen y fuesen la verdadera sonrisa. Podría pasar desapercibido para quien sea pero no para ellos, o para Dean al menos, es inconscientemente especial. Estaba aburrido y no se le ocurría qué hacer, ya no quería ver películas ni usar el internet. No. Quería que su molesto hermano menor terminara de ordenar esa ridícula cantidad de libros de monstruos y dejara de monopolizar a Castiel en su estúpida misión de ordenar libros. Se preguntó qué estaría haciendo Cas de no estar allí ayudando a Sam, y sin estar seguro de por qué, sintió que se le saltaba un latido.

Lanzó la pelota de tela demasiado fuerte y esta se le escapó de las manos hacia atrás de él, en un intento de borrar el ridículo, dulce e incluso casi tierno y secreto pensamiento involuntario que surgió ante aquella duda, se sobresaltó al escuchar un estruendo a sus espaldas y al voltear, Castiel lo reprendió con una para nada enojada mirada acompañada de un “Dean”. Dean había hecho que Cas soltara la caja al golpearlo con la pequeña pelota de tela y Dean estaba por decir que lo sentía, pero escuchó a Sam de fondo dejar una caja sobre el suelo de madera y, con su cara de perra, decir “Dean, en serio, hombre, si no vas a ayudar no estorbes” y era la cuarta advertencia del día luego de que sin querer  tomó por equivocación café en la taza de Sam algunos días atrás y la dejó sucia mientras estuvieron fuera; olvidó un machete con sangre sobre una encimera luego de que Sam terminara de limpiar porque “Es en serio, Dean, este lugar es un asco ¡Deja de dejar tus cosas en todas parte!”; luego lo obligaron de mala gana sacar la ropa mojada de dos semanas para descubrir que los colores se mezclaron dentro de la lavadora dejándola inutilizable, fue entonces cuando Dean (ya de un pésimo humor debido al día y también al mal humor también de Sam) fue a gritarle el por qué de no haberla separado con cuidado, y el haberla dejado pudriéndose de humedad allí por dos semanas, cuando Sam se puso modo intenso y gritó “¡Fuiste tú, Dean! ¡Era tu turno de lavar!  Debías lavar y ponerla a secar hace dos semanas ¡Dos semanas!” y fue entonces que Dean se maldijo por olvidarlo y cavar su propia tumba.

El ambiente en el búnker era pesado y poco respirable con los dos hermanos y el ángel sentados rodeando una de las mesas de la biblioteca, Dean hacía ruido con su boca y Sam ya exasperado a causa del clima, de Dean y de sí mismo, iba a comenzar una nueva discusión, pero Cas lo salvó cuando propuso reorganizar algunos pocos libreros y a Sam se le ocurrió colocar nuevas etiquetas en estos también.

—Maldición —se quejó Dean y se levantó de su lugar para ayudar a Cas a recoger los libros cuando lo escuchó.

—Dean… 

—¿Mh? —respondió distraído, volteando la caja para colocar todo dentro nuevamente.

—Si estás solo ven a estar solo conmigo. —Dean levantó la cabeza sorprendido, Cas lo miraba esperando una respuesta, ojos azules profundos, pero incluso si el primer pensamiento involuntario de nuevo de Dean fue “¡diablos, sí!” no estaba completamente seguro de haber escuchado lo que escuchó.

—¿Qué? —respondió casi en un hilo de voz tomando más fuerza luego de aclararse la garganta.

—La canción de la gasolinera “This side of Paradise”, no tiene relación con el nombre con la letra. —Hizo una pausa pensativo y luego habló de nuevo—. Pero creo que lo entiendo, ambos parecen estar solos pero juntos y ese es su paraíso.

Café, lluvia y DestielWhere stories live. Discover now