Capítulo 49

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Holly

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Holly

Me encontraba ebria, pero no lo suficiente para no darme cuenta que Dixon no había regresado. Como pude enderecé la espalda y ubiqué a Taylor entre la penumbra y las luces. Me incorporé del sillón y enseguida lo tuve cerca, cauto, pero atento a no dejarme caer. Las nauseas se precipitaban por mi garganta, las ignoré y fijé mis ojos en Taylor.

—Dixon —mencioné preocupada.

—Fue al baño —dijo. Negué.

—Ve a buscarlo, ya demoró, Taylor, él jamás demora tanto —dirigí la vista al pasillo—, búscalo por favor.

Echó un vistazo a su alrededor y bastó un movimiento de su mano para que hombres estuvieran rodeándome, al tiempo que él y otros más se encaminaban rumbo al sitio por donde Dixon desapareció. Como si fuera arte de magia, el alcohol comenzó a salir de mi sistema, no sabía si se trataba de los nervios, el miedo o simplemente un milagro.

Transcurrieron algunos minutos antes de que ellos volvieran, cuando vi a Taylor precipitarse hacia mí sin Dixon, supe que algo iba mal. Lo divisé en su rostro, en la urgencia que detonaba en sus ojos, la palidez que contrajo cada facción, un reflejo de mi estado.

Dixon no estaba.

—¿Dónde está? —Exigí saber. Movió delicadamente la cabeza en gesto negativo.

—No está —respondió trémulo—, el señor Russo ha desaparecido.

La respuesta fue desastrosa para mí, intenté pedirle que repitiera lo que acababa de decir, mas no hubo forma de que las palabras salieran de mi boca. Mi cuerpo se osciló hacia un lado, él me sujetó firme, pero no eran sus manos las que buscaba, necesitaba las de Dixon.

—¿Y qué haces aquí? —Siseé mortecina— ¡Búsquenlo! —Alcé la voz, lo que jamás creí hacer.

Cuando quise gritar de nuevo, la voz no me salió, las lagrimas se acumularon en mis ojos y el miedo se volvió más fuerte que nunca, gélido y atroz, destruyéndome por dentro. Si a Dixon le sucedía algo, sería mi culpa, no podían tratarse de sus enemigos; no, se trataba de Charles, podía apostar mi vida a ello.

Deprisa, la gente de Dixon se dispersó, solo tuve a Taylor y dos hombres más cuidando de mí. Me escoltaron hacia la salida, mas no quería irme, no podía irme sin Dixon, aunque era obvio que él ya no se encontraba aquí, se lo habían llevado lejos de mí y no sabía lo que planeaban hacerle. Tan solo de pensar en él siendo herido, todo mi ser entraba en pánico, la desesperación se volvía incontrolable, los temblores de mi cuerpo lo demostraban.

—No podemos irnos sin él —sollocé.

Miraba en todas las direcciones, lo buscaba en cada rostro, aun con los ojos empañados por las lágrimas, tuve la esperanza de encontrarlo en algún sitio.

Quizá se trataba de una broma, quizá preparaba algo especial para mí. Sí, debía ser eso, Dixon no se dejaría vencer tan fácil, él no se iría, no me dejaría sola.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now