Future

1.1K 210 37
                                    

El sonido de las ramas chocando unas contra otras gracias al viento, lo relajaba. Tal vez a algunos podía parecerle un sonido clásico del terror, pero a él le parecía de lo más hermoso.

—Yuuji. —Escuchó a Satoru llamarlo detrás de él—. Yuuji, ¿por qué no estás en la cama?

Su novio, pese a ser el mayor de la relación, solía hacer berrinches con frecuencia. Aunque no estuviera viéndolo, sabía que tenía el ceño fruncido.

—Sa-to-ru. —Dijo al voltearse—. Hoy estás más guapo que ayer.

Satoru, un hombre que daba la impresión de no inmutarse por nada, se sonrojó y desvió la mirada. Ante aquello, Yuuji fue hacia la cama para recostarse a su lado nuevamente.

—Satoru. —Lo llamó mientras ponía las manos en su cadera—. Te amo.

La espalda desnuda de Satoru tembló y Yuuji supo entonces que había logrado su cometido. Hacer eso todas las mañanas al despertar, le ponía de buen humor.

—¿Tú me amas, Satoru? —Le preguntó.

En ese momento, el peliblanco volteó. Tenía el rostro rojo hasta las orejas y cubría sus ojos con sus grandes manos.

—Sí, te amo. —Murmuró—. Demasiado.

—Ya veo, eso me hace muy feliz. —Dijo Yuuji—. Pero, ¿por qué no lo repites con los ojos descubiertos?

—Porque estoy llorando. Cada día que Yuuji-kun me dice "te amo", no puedo evitar llorar. —Confesó Satoru y Yuuji lo abrazó, hasta que, lentamente el peliblanco le correspondió.

El pelirosado aumentó la fuerza del abrazo, sumiendo su rostro en el pecho desnudo de su novio hasta sentirse asfixiado. Respiró hondo el aroma corporal de Satoru, dejó que lo dopara a cada paso por su sistema respiratorio y Yuuji rompió en llanto.
Sintió una mano de Satoru en su cabello, masajeando con parsimonia al tiempo que susurraba "tranquilo, cariño".

—¡No! —Exclamó Yuuji—. ¡No, Satoru!

Escuchó a Satoru suspirar y eso lo destrozó aún más.

—¿Por qué nunca puedes quedarte? —Le preguntó entre jadeos—. ¡¿Es que sólo me ves como el chico joven que te coge de vez en cuando?!

Yuuji escuchó cómo aporreaban la puerta de su cuarto y lloró aún más fuerte. Se negaba a dejar que Satoru se fuera, ya no era capaz de soportar ese dolor.

—¡Itadori Yuuji! —Gritó alguien desde el otro lado de la puerta—. ¡Abre en este mismo instante!

—¡No! ¡Si abro la puerta, entonces Satoru querrá irse!

Su novio le obligó a separarse de su cuerpo y tomó con fuerza su rostro. Los ojos de Satoru, tan hermosos como el mismo cielo, le miraban con una expresión de absoluto dolor.

—Por favor, Satoru. —Susurró—. No me dejes solo en este lugar.

Satoru arqueó la espalda y pegó su frente a la de Yuuji. Exhaló con fuerza y con el cuerpo temblando, dijo:

—No puedo estar contigo, Yuuji-kun. —Dijo lloroso—. Porque no soy real.

El hermoso novio de Yuuji desapareció a la par que la puerta fue abierta. El pelirosado, con los ojos rojos, observó al hombre que había irrumpido.

—Nanamin. —Habló con la voz rota—. Satoru estuvo aquí, te lo juro.

Nanamin, un hombre rubio que rozaba los 30 años, le miró con tristeza.

—Dime, Yuuji. —Habló con la mayor calma posible—. ¿Tomaste tus medicamentos anoche?

Yuuji, con una expresión confundida, le dijo: "¿De qué rayos hablas, Nanamin?" Y el rubio supo que se había perdido en su imaginación otra vez.

—Vas a tener que escucharme con calma, Yuuji. —Comenzó a explicar—. Hace cinco años que Gojo Satoru, tu novio, falleció. Falleció cuando ambos, estando alcoholizados, decidieron ir a nadar a la parte más profunda del mar.

—Eso no...

—Y te culpas por eso, todo el tiempo. —Interrumpió Nanamin—. Porque fuiste tú quien tuvo la idea de ir al mar. Entonces, un año después, comenzaste a alucinar con un futuro juntos que jamás llegará. Pero, ¿no es demasiado doloroso despertar a su lado y luego verlo partir sin razón?

El pelirosado, inmerso en las palabras de aquel hombre, recordó cómo intento revivir el cuerpo inerte de su novio. Recordó sus lágrimas cayendo en aquel pálido rostro, mientras gritó hasta quedarse sin voz por pedir ayuda.

—Lo asesiné, Nanamin. —Dijo finalmente—. ¡Le arrebaté su futuro, sus sueños, todo!

—No, Yuuji. —Le contradijo Nanamin, quien se acercó lentamente a él—. Estaban demasiado alcoholizados, ninguno sabía lo que hacía.

El pelirosado se dejó consalar por el abrazo de Nanamin, permitiendo que lo hiciera sentir menos miserable. Ni siquiera sintió el pinchazo de la jeringa que contenía su medicina y fugazmente, volvió a dormir.
Mientras tanto Nanamin pensó que al menos, en los sueños de Yuuji, Gojo Satoru no lo dejaba solo.


Antología GoYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora