capítulo 2

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TAEYANG

Quien pensara en Taeyang, no podría evitar tener la idea de que era alguien afortunado.

Estaba en una muy buena posición económica, sus padres estaban juntos, tenía buenas notas. Los demás lo veían como la vida perfecta (¡muchos juguetes: mucha diversión!) y, por supuesto, todo eso junto con el cómo Taeyang no se relacionaba con nadie de su clase desde los primeros años de primaria (¿qué se cree?), formó, en algún momento, la receta perfecta para ser molestado.

Ciertamente, sus compañeros habían hecho tonterías como robarle los útiles, burlarse de su nombre y empujarlo al pasar por su lado. Nunca consiguieron una reacción y, eventualmente, se aburrieron.

Por entonces, casi se podía decir que Taeyang no era más que una sombra en su clase.

A él no le importaba.

No necesitaba hacerse amigo de gente así.

¿Cómo sabrían quienes eran tan rápidos para juzgar?

La única persona que le importaba era su madre. Después de todo, ella lo necesitaba.

Su mamá no solía salir, excepto para reuniones sociales a las cuales su padre los sacaría en las pocas veces en las que estaba en casa. Ella sonreiría, dejaría hablar a las personas, asentiría y se reiría.

"Si no eres feliz ante los demás, no te querrán."

Taeyang era la única persona frente a la que era ella misma. Él lo veía como un honor. Nunca se sintió ahogado ante su atención, pero no podía decir que no le frustraba saber que su mamá lo estaba pasando mal, ella se lo contaba, el cómo extrañaba a su padre cuando este viajaba, cómo sentía que nadie más la entendía... cómo a veces tenía ganas de morir.

No eran cosas que un niño tuviera que saber.

Taeyang se sentía responsable por ella.

Recordaba perfectamente una vez en que su mamá se había enfadado cuando, con diez años, tiró un plato sin querer, mientras estaba poniendo la mesa. Ese día estaba especialmente sensible, y el chico se estremeció apenas la vio alzar la vista, sus ojos en llamas. Saltó de su asiento sin un segundo de demora, y lo siguiente que supo Taeyang es que se le había tirado encima, sacudiéndolo por los hombros violentamente.

"¡¿NO PODES HACER NADA BIEN?!"

Ni siquiera se había dado cuenta de que cayó de rodillas directamente sobre los pedazos de vidrio esparcidos, pero Taeyang sí, y se lo quiso señalar cuando las palabras salieron de su boca.

"¡ES POR VOS QUE ESTOY ACÁ, PERO NO PODES NI PONER LOS PLATOS! ¡TENÍA QUE HABERTE ABORTADO! ¿ESCUCHAS? NO TE QUERÍA TENER."

Taeyang no entendía exactamente el significado de sus palabras, pero sí entendió el sentimiento, y en ese momento se sintió como una mierda, quiso salir corriendo y desaparecer, dejar de ser una molestia. Pero no hizo nada.

¿Qué podía cambiar ya?

Se tragó las lágrimas y le ayudó a quitarse los vidrios.

Más tarde, su madre se deshizo en todas las lágrimas que Taeyang no podía soltar, diciéndole que realmente lo quería, rogándole que no la dejara también. Y él la abrazó, fue su hombro reconfortante.

Quiso decirle que nunca se iría.

Tenía mucho más miedo de que fuera ella quien realmente lo abandonara, y ese temor era asfixiante. Sabía que ella quería morir, así que siempre intentó ser un buen niño y no preocuparla. Siempre fue un buen niño y estuvo a su lado por más que lo empujara, lo golpeara, porque era todo lo que ella tenía...

Porque él era su sol.

No, Taeyang no tenía tiempo para nadie más.

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Entonces llegó el momento. Cuando ella se apagó, cuando realmente tuvo tiempo, mucho más tiempo solo del que él habría deseado nunca, se encontró buscando encajar. Recordando las palabras de su madre, se volvió una imagen atractiva para los demás, el chico simpático que cualquiera desearía tener de amigo. Si lo necesitabas, allí estaría, tendiendo su mano.

De repente, toda esa atención que había sido puesta en una sola persona, se volvió hacia el mundo.

Siempre pensó que nadie lo vería por quien era realmente y querría estar a su lado. Por dentro no era más que una cáscara vacía.

Y apareció él.

Lucian no era perfecto, pero, para Taeyang, era casi lo mismo. Era el único que realmente quería conocerlo, escucharlo, y sentía que Lucian pensaba lo mismo.

Mientras todo lo demás se derrumbaba, él se mantenía a su lado.

Tan brillante.

Taeyang se descubrió deseando esa luz más que a nada en el mundo, y pudo disfrutarla por un tiempo, pero al final, no pudo mantenerla.

Todo lo que siempre hizo fue buscar la luz para dársela a quienes quería.

Tal vez fue por eso que terminó atrapado en esta situación.

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Alguien debió haberme detenido, solo es el capítulo 2. 

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