Capítulo 4

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Regina como cada mañana se levantó muy temprano para preparar el desayuno a su hijo. Tras terminar de hacer el zumo con las tortitas subió a su dormitorio donde se puso uno de los mejores trajes que tenía combinándolo con sus tacones. Salió y se apresuró en acercarse a la habitación de su hijo donde este dormía tranquilamente. Lo despertó y ayudo a ponerse el uniforme para bajar a desayunar y llevarlo al colegio.

Mama, ¿Has vuelto a ver a Emma?- Preguntó el niño curioso.

Si, cariño. Estuvo ayer en mi despacho. Ya hemos metido a ese hombre en la cárcel y no va a salir de ahí en mucho tiempo.- Contestó Regina algo ofuscada.

Tranquila mama, Emma es muy fuerte y me ayudó mucho ya no tengo miedo y además contigo no me va a pasar nada.- Decía llenando su boca con una tortita. Palabras que enternecieron a la morena.

Eres un niño muy valiente. Ya lo sabía, venga sube a por tus cosas que llegamos tarde.- Dijo mientras recogía la mesa y metía los platos en el fregadero.

Ambos salieron agarrándose de la mano y decidieron ir andando al colegio. Hacía mucho tiempo que no lo hacían y aprovecharon para conversar y disfrutar del paseo. Una vez que dejo a Henry en el colegio Regina llamo a un taxi y se fue a su oficina. Llego unos minutos más tarde de lo que imaginaba y se encontró a Ruby riendo con una rubia sentada sobre su mesa. Al mirarla más fijamente se dio cuenta de que era Emma la que estaba sentada en esa mesa con su mirada centrada en su secretaria.

Señorita Lucas, veo que se divierte... Haga pasar a la señorita Swan y tráiganos dos cafés. -Dijo Regina de manera fría y distante.

Hasta ahora, Ruby.- Respondió Emma girándose hacia la morena con cara de desaprobación por cómo había tratado a la muchacha.

Regina entro a su despacho seguida muy de cerca por Emma que se encontraba bastante contrariada con la actitud de la abogada.

No deberías tratar así a Ruby, es una buena muchacha y muy buena secretaria por lo que he podido observar.- Dijo Emma tomando asiento en unos de los sofás que había en frente de la mesa de Regina.

Señorita Swan, aprenda a no meterse donde no la llaman, además de a mantener la distancia. - Respondió Regina con la frente fruncida y tomando asiento en su silla.

Lo siento, pero mantener la distancia no es mi especialidad como creo que ha podido comprobar.

¿No se cansa? De estar siempre con esa sonrisa de superioridad, de pasarse la vida en todas las portadas de las revistas.- Dijo Regina con cierto enfado.

Tengo que admitirle que últimamente si me he cansado un poco, pero la verdad es que los motivos por los que salgo en las portadas de las revistas son bastantes satisfactorios. -Respondió Emma con la misma sonrisa y ganas de meterse con Regina aunque esta vez esta no entro en el juego.

Ambas permanecieron durante unos minutos en silencio, mientras Regina encendía su ordenador y sacaba algunos documentos de una carpeta con el apellido de la rubia. Ese silencio fue interrumpido por Ruby que dejo dos cafés sobre la mesa y una leve sonrisa para la rubia. Antes de marcharse sin decir nada.

Aquí lo tengo, estos son los papeles de la herencia de sus padres. Realmente no supe que tenía ninguna hija hasta hace unos años.- Contesto con cierto recelo por el comportamiento infantil que tenía la rubia.

Nunca quise aparecer en esos documentos, no quería su dinero. Ellos han sido la única familia que he tenido y no quería que pensasen que me importaba su fortuna.- Contesto Emma dolida por las palabras y bajando un poco su altanería desde que había conocido a la morena.

Lo siento, no quise decirlo así. Es solo que me sorprendió, supe que Mary no podía tener hijos y que eso le dolió tanto que nunca quiso ni siquiera adoptar a ninguno.- Respondió Regina intentando parecer lo más distante posible.

Pasaron unos minutos en los que Regina le relataba los preámbulos del testamento, donde sus padres declaraban su amor a Emma y donde reflejaban lo agradecidos que estaban de haber podido vivir con ella los últimos 12 años de su vida. Durante la lectura Emma no pudo evitar comenzar a llorar y sentir un dolor que conocía muy bien y que parecía cebarse con ella.

Señora Mills, pare... No puedo seguir con esto. Hace tan solo una semana que ellos no están y yo no puedo con esta situación. Realmente no quiero nada de ellos, solo los quería a ellos y ya no están, me iré del país en dos días y no quiero nada. Podría donar todos los fondos a una fundación benéfica que ayude a niños o lo que quiera pero no puedo hacer esto.- Se levantó rápidamente intentando huir de esa sala y poder llorar tranquila, pensaba que esa semana había conseguido superar lo sucedido pero era una semana, eso no se supera así de fácil.

¡Emma! Espere... Creo que debería pensarlo mejor. Cuando David hizo este testamento me aseguro que lo único que quería era tú felicidad, deberías pensarlo mejor. No hay prisa, en cuanto esté preparada vuelva y haré lo que me pida.- Regina se sorprendió ante sus propias palabras, ella nunca había hecho algo así, siempre era fría y dejaba que sus clientes hiciesen lo que quisiesen sin ella inmiscuirse... Algo había cambiado. Pero... ¿Cómo era posible? Si solo la había visto tres veces....

Emma asintió y salió rápidamente de su despacho. Se marchó sin decir nada. Regina sitio una sensación de desasosiego nada propia en ella. ¿Qué le había hecho esa mujer? Necesitaba alejarse de ella, de todo. Dejar de pensar en la morena, dejar atrás todo el sufrimiento que había vivido en esa ciudad y comenzar de cero en otro lugar donde no conocer a nadie y donde su vida dejase de ser un cuento de terror.

Cruce de destinosWhere stories live. Discover now