La guerra

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- Vuelves de la guerra eh muchacho. - Dice tranquilo mientras se fuma un cigarrillo. 

- Sí, señor. - Dice flojo pero con firmeza y después mira a los lados. - ¿Cómo lo sabe?.- Pregunta intrigado el chico.

- Lo veo en tus ojos. Puedes salir de la guerra y llevarla contigo mucho tiempo.

- ¿Cuál fue su guerra?.

- Mi guerra fue una pelea dura, una de las que pensé que nunca saldría. No había amaneceres, ni atardeceres.
Pero al final, empecé a luchar para que ella saliese de mi.  No me había dado cuenta de que había acabado hasta que vi los primeros copos. En ese momento salí de las trincheras, primero con la cabeza gacha y después la levanté. No había alegría en mi. Solo una sensación extraña. Era vacío. Ahí comprendí que no importa cuánto tiempo pase a veces aún la guerra se siente dentro. Pero de forma diferente. Puede que no seas el mismo  porque no vuelves de la guerra siendo el que eras. Aunque sí que vuelven cosas nuevas y cualidades del pasado que perdiste allí y decidiste traer. - 

Lanza el cigarro a la hoguera y se calienta las manos poniéndolas cerca del fuego.

- Lo siento señor, ¿no le dieron condecoraciones o dinero para tener una casa?. Me parece injusto que alguien que ha servido a nuestro país no tengo las necesidades básicas. 

- Estoy aquí porque quiero, me gusta la tranquilidad del silencio, solo interrumpido por el rugir de los coches. Aquí se puede pensar mejor. Y respirar. Y respecto a condecoraciones, tuve 2, una al valor y otra a la perseverencia. Lo demás fueron lecciones. Pero hubo muchas y me alegro de ellas.

- Pero señor, la guerra es cruel. ¿Cómo no puede arrepentirse de ver a sus seres queridos preguntándose cuando volverá?.

- Si no hubiese estado en la guerra no sería quien soy. Podrían haber sucedido muchas cosas. Podría hasta haber muerto. Pero estoy aquí y es lo único que importa. Sé que para ellos no fue fácil, pero al menos ahora los aprecio más y sé cuidarlos mejor. 

El muchacho se sienta al lado del señor, sobre la tierra arenosa y aparta las piedras. Le mira directamente a los ojos por primera vez y habla.

- Mi guerra fue en Vietnam, todo eran muertos, ametralladoras y bombas. Nunca sabíamos quién sería el siguiente en morir. En esos momentos cantábamos canciones, nos hinchábamos a alcohol y nos íbamos a dormir con el fusil preparado en la mano.

- Lo siento mucho muchacho, nadie debería ver eso. - Dice el señor con mirada firme pero compasiva.

- ¿Cuál fue su guerra señor?.

- Fue la vida. Un par de infortunios mezclados con falta de amor propio, odio y muchas drogas para olvidar. 

- Supongo que todos tenemos una guerra que librar.

- Y una guerra qué guardar en una parte de la memoria dónde solo se debe mirar para aprender.

El muchacho sonrió, le abrazó y se fue. No había nada qué decir. Ese instante quizá no se repetiría nunca pero quien ha estado en la guerra sabe que los instantes son únicos e irrepetibles. Al igual que efímeros.

Memorias de una infanciaWhere stories live. Discover now