Capítulo Quince:

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Wayne supo que no estaba soñando en el momento en que ella lo llamó Alex. Nadie lo llamaba así. Sólo ella. Y cada vez que lo hacía, él podía jurar que se adentraba más en su alma. La voz de ella se volvía dulce y sus ojos se llenaban de amor. Él no podía creerlo, no podía creer que ella pudiera amarlo. Pero lo veía, lo sentía y en ese momento estaba totalmente agradecido con la vida por poder presenciar ese momento.

Sus labios volvieron a encontrarse. Laura le devolvió el beso con urgencia, incitándolo a que tomara más, a que le diera todo de él.

Ella necesitaba más contacto, más piel. Buscó los botones de la camisa que él llevaba puesta, y estos comenzaron a abrirse bajo sus dedos.

Alex se alejó un poco para que ella pudiera quitarle la prenda. Las manos se posaron sobre su pecho. Él notó que los ojos de ella se llenaban de lágrimas cuando sus dedos encontraron la reciente cicatriz.

—Estoy bien —murmuró él por lo bajo.

Laura levantó la mirada para encontrarse con la de él. Tenía un nudo instalado en medio de la garganta. Él podría haber muerto. Ella jamás habría sentido lo que estaba sintiendo ahora. La sola idea de eso, la aterraba.

—Tengo miedo.

—¿De qué, mi amor? —él acarició sus mejillas.

—De perderte.

—No lo harás.

Alex la besó dulcemente antes de alejarse del todo y ponerse de pie.

Laura no quiso quedarse quieta, no podía hacerlo. Se irguió en la cama, frente a él y sus labios se posaron sobre la cicatriz que tanto temor le provocaba.

Alex cerró los ojos y posó una mano sobre su pequeña nuca. Los labios suaves quemaban su piel. Sus sentidos. Su cordura. Tiró de ella hasta que pudo besar sus labios, otra vez. Entre besos y mordiscos, él logró quitarle la blusa.

Laura podía sentir el rubor subir por sus mejillas. No podía evitarlo. Llevaba mucho tiempo sin estar con un hombre. Y jamás había estado con uno que le hiciera sentir todo lo que él le hacía sentir.

Alex observó detenidamente como ella se tendía sobre la cama para él. No podía dejar de mirarla. No quería perderse ningún detalle. Necesitaba grabárselo todo. Llevó una mano hacia sus pechos y los acarició con cuidado, sobre la sensual prenda de encaje que ella llevaba.

El cuerpo de Laura se estremeció por completo bajo la caricia. Su corazón martilleaba en medio de su pecho y por un instante se preocupó de sufrir un paro.

Las manos de Alex bajaron por su cintura, rozaron sus caderas hasta llegar al borde del pantalón de franela y continúo su camino, llevándose la prenda consigo. Ella era un regalo para él. Sólo para él.

—Eres hermosa —le digo con la voz teñida de pasión —Quítate el sostén...

Laura se mordió el labio y luego sonrió. Ella ya se había deshecho de una gran cantidad de ropa. Ahora era el turno de él.

—Quítate los pantalones primero —lo desafió.

Él aceptó la orden y sus dedos fueron hacia los botones de sus jeans.

Ella lo miró sorprendida y entusiasmada. Quería verlo desnudo. Quería tocarlo y probar su sabor. Al ver que él tenía problemas para soltar los botones, se incorporó y se acercó.

Alex comenzó a hiperventilar cuando ella le apartó las manos con cuidado y tomó el mando. Soltó los botones con calma, tomándose todo el tiempo del mundo. Él estaba desesperado por arrancarse el resto de la ropa, y tenderla desnuda debajo de su cuerpo.

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