X. Despertar.

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Incapaz de soportar el mareo terminadas esas palabras, Sakura se desvaneció al tiempo que la ensoñación de Hinoto terminaba. Xiao-Lang la recibió en brazos justo para evitar que cayera de espaldas.

«Me alegro de su elección. Para mí será un privilegio darle la guía que necesita en el camino que comenzará a recorrer desde hoy. Sé que no será fácil, pero en nuestros hombros descansa ahora el porvenir de todos los que hemos o habremos de conocer, entre ellos, nuestros seres amados. Mientras hablamos, seguramente el portador del Poder de Dios de los Dragones del Destino ya habrá despertado». Hinoto dirigió sus ojos cubiertos de cataratas a las otras dos personas que estaban ahí antes de los cazadores de cartas. «Subaru y Yuzuriha ya han conocido a otros dragones, ellos mismos se enfrentaron entre ellos en primer lugar, luego descubrieron que compartían un objetivo: la preservación de la vida como la conocemos».

Ambos dieron el visto bueno, pero la verdad era que aquel que respondía al nombre de Subaru no parecía muy convencido de esas palabras, lo que quedaba de manifiesto por su sola actitud, y con desenfado encendió un cigarrillo. Parecía venir de una pelea, y aún cuando ya no tenía cicatrices o heridas, la ropa costosa que llevaba encima parecía desaliñada, con algunas rasgaduras y quemaduras.

—Algunas veces no podemos evitar que algo de daño residual pase a la realidad. Por fortuna, hasta hoy no hemos tenido nada que lamentar de verdad —aclaró el sujeto, restando importancia.

Sakura, por su lado, pensó en la frecuencia con la que la tierra se estremecía en los últimos meses, y en cómo el último de esos terremotos llamó de hecho su atención sólo unas horas atrás, haciéndola pensar en que el origen de ese movimiento estaba en el mismo Tokio, y eso hacía que todo cobrara sentido.

—Entonces han sido ustedes los responsables por esos sismos... ustedes estaban protegiendo a la ciudad —dijo más para ella que para su interlocutor. Él sólo asintió—. Gracias por protegernos —resolvió Sakura, haciendo una reverencia que todos sus acompañantes imitaron—. Soy Sakura Li Hoshinomegami, es un placer conocerlo, señor...
—Subaru Sumeragi.
—Y usted... —algo parecido a la condescendencia apareció en los ojos de Sakura al mirar a la jovencita a un lado del recién presentado, era prácticamente una niña—. Muchas gracias también.
—Es un gusto conocerlos. Soy Yuzuriha Nekoi.
—¿Y este hermoso amigo cómo se llama?

Ante la sorpresa de todos los presentes, Sakura se acercó a un punto a un lado de la muchachita, y luego de arrodillarse, comenzó a hacer cariños a la nada. Sin embargo, ella podía ver lo que nadie más: un enorme husky gris estaba sentado junto a la muchachita, y reaccionó con gran entusiasmo a las caricias de la mujer.

—¿Puede verlo? —preguntó la jovencita.

Sakura la miró un poco desconcertada, cayendo en cuenta de que nadie además de ella y la recién conocida Yuzuriha podían ver o interactuar con el animal.

—¿Cómo se llama? —preguntó luego de asentir.
—Inuki.

Pasaron algunas horas más conociendo detalles de la intrincada forma en que el poder que yacía en ellos funcionaba. Hinoto tenía la facultad de hacerlo parecer lo más simple del mundo, pero nada más lejano a la realidad. El trabajo era pesado y, al parecer, muy doloroso.

Ahí, la oráculo explicó lo que recibió en visiones: el hecho de que trece dragones nacieron marcados como tales, y por más que lo intentaran, no podrían escapar de ese destino, sólo uno de ellos era decidido al inicio mismo de la contienda, definido por la elección del portador del poder de dios. Les contó también que el epicentro de todo el conflicto era Tokio, al menos en la versión que estaban celebrando, y aunque las batallas se llevarían a cabo en ámbitos locales, su impacto y consecuencias serían globales.

Epopeya de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora