XXIX. Sacrificios.

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—Llave nacida de mis sueños, recibe la fuerza y experiencia de la casa ancestral de la que heredé mi poder y linaje, ¡Refrenda el compromiso con tu dueña! ¡Hazlo por el nombre de Sakura Li Hoshinomegami! ¡LIBÉRATE!

El cetro de los sueños resplandeció entre las manos de su dueña que observaba sus bellos acabados con admiración y afecto. Un artefacto alargado con hermosos motivos de alas y la cristalina estrella de seis puntas, que referenciaba a la bóveda celeste, pero simbólicamente al reino de los sueños, lugar de origen de los poderes de su creadora.

La liberación de esa energía mágica no pasó desapercibida, pero sólo dos entes acudieron al llamado, entrando por la ventana de la alcoba. La majestuosa bestia del sello, representante del sol; y sólo un momento después lo siguió su complemento, el recientemente separado Yue.

No hubo palabras, era como si estuvieran en una sintonía única, como si a través del aire ellos pudieran saber lo que ocupaba la mente y el corazón de su ama pues, al final, ellos eran de su propiedad... quizás Clow los había creado, pero el paso de los años había logrado en ellos un vínculo tan fuerte, que no había posibilidad de comparación. Ellos pertenecían a Sakura, no sólo por el lazo mágico que los unía, sino por el inmenso amor que se profesaban.

Estando los tres, y siguiendo ese elocuente silencio, Sakura tendió una mano frente a ella. Aparecieron las que por años habían sido no sólo sus herramientas, sino que se habían vuelto compañeros de vida, que habían estado con ella desde dos décadas atrás, manifestándose de una forma u otra en el diario acontecer de su vida; que eran una parte de su familia.

Una secuencia de destellos cegadores se siguieron en medio centenar de ocasiones. Cada Carta Sakura y Carta Transparente cobró forma física, aquello que caracterizaba a su función y origen: las cuatro bellas damas elementales, las que representaban a las fuerzas de la naturaleza, las bestias, las hadas, los instrumentos musicales y los objetos. En un momento, apenas si había espacio para nadie más en la enorme alcoba.

Tenerlas a todas de frente fue abrumador para la emperatriz. Si bien, durante algunos años se habían mantenido discretas por el estilo de vida que había elegido, siempre estuvieron presentes, incluso como parte de su cotidianidad. Vivieron con y para ella, y fueron libres dentro de un mundo que no supo de su existencia más allá de los límites de aquella casa en la provincia, habían sido felices, e incluso habían aspirado a conocimientos que, por su naturaleza, no les correspondía tener...

Como el amor verdadero.

Como la lealtad auténtica.

En un suspiro vibrante, comenzó a caminar entre aquellas criaturas. Light y Dark colocaron una mano en cada uno de sus hombros al pasar. Las ocho cartas representantes de los cuatro elementos clásicos revolotearon a su alrededor como versiones miniatura de sus formas originales, Dash se acomodó alrededor de su cuello. No hubo ser entre todos los convocados que no estableciera algún tipo de contacto con ella en su procesión.

La marcha terminó ante las últimas en unirse al plantel, aquellas que por lo sofisticado y específico de su propósito, eran también las más inteligentes y racionales, aún cuando una estaba ausente, pues se había marchado junto con Tomoyo en su gesta heroica.

El anillo luminoso Radiance emitía su cálida luz sobre todos los presentes, Rebrith, Soullink, Pause, y por supuesto, Forgiveness, parecían tener la voz para representar a todos ahí.

—¿Saben por qué los he hecho venir?
—Es una despedida, ¿no? —Light supo de inmediato, mostrando la sonrisa luminosa que la caracterizaba.
—Debe emprender un viaje, pero a dónde va, cree que no puede llevarnos —complementó Dark a su contraparte.

Epopeya de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora