CAPITULO XXXV

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Cuando las damas volvieron a la sala de estar, después de la cena, Emma se dio cuenta de que le era casi imposible evitar que se formaran dos grupos; tanta era la perseverancia con que juzgando y obrando equivocadamente la señora Elton acaparaba a Jane Fairfax y la dejaba a ella de lado; así pues, Emma y la señora Weston se vieron obligadas a estar todo el rato o hablando entre sí o guardando silencio juntas. La señora Elton no les dio otra posibilidad. Si Jane lograba llegar a contenerla un poco, ella no tardaba en volver a empezar; y aunque la mayor parte de lo que hablaron era casi en susurros, sobre todo por parte de la señora Elton, no dejaron de enterarse de los principales temas de la conversación: la oficina de correos... ir a recoger las cartas... la amistad... fueron las cuestiones que se discutieron largamente; y a éstas sucedió otra que resultaba por lo menos tan desagradable para Jane como las anteriores... preguntas acerca de si había tenido noticia de alguna colocación que le conviniera, y afirmaciones por parte de la señora Elton de que no dejaba de ocuparse de aquel asunto.

-¡Ya estamos en abril!- decía-. Me tienes muy preocupada. Junio ya está muy cerca.

-Pero es que yo no me he puesto como plazo ni el mes de junio, ni ningún otro mes... yo sólo pensaba en el verano en general.

-pero ¿de verdad no te has enterado de nada que te convenga?

-Aún no he empezado a buscarlo; todavía no quiero hacer nada.

-¡Oh, querida! Pero nunca es demasiado pronto para eso; tú no te das cuenta de lo difícil que es conseguir exactamente lo que queremos.

-¿Qué no me he dado cuenta? – Dijo Jane sacudiendo tristemente la cabeza-; querida señora Elton, ¿quién puede haber pensado en eso tanto como yo?

-Pero tú no conoces el mundo como yo. No sabes cuántos candidatos hay siempre para las colocaciones más ventajosas. Sé que hay muchas por las cercanías de Maple Grove. Una prima del señor Suckling, la señora Bragge, puede ofrecer infinitas posibilidades de éstas; todo el mundo estaba deseando entrar en su casa, porque pertenece a la sociedad más reinada. ¡Hasta tiene velas de cera en la salita donde se dan las clases! ¡Ya puedes imaginarte la categoría de la casa! De todas las familias del reino, al de la señora Bragge es la que yo preferiría para ti.

-El coronel y la señora Campbell ya habrán regresado a Londres para mediados de verano- dijo Jane-. Y tengo que pasar una temporada con ellos; estoy segura de que lo querrían. Luego, probablemente podré hacer lo que me plazca. Pero por ahora no quisiera que se tomara usted tantas molestias para buscarme un empleo.

-¿Molestias? ¡Ah! Ya veo qué reparos me pones. No quieres causarme molestias; pero te aseguro, mi querida Jane, que es difícil que los Campbell se tomen tanto interés por ti como yo. Mañana o pasado escribiré a la señora Partridge, y le encargaré que no deje de estar al cuidado de cualquier cosa que pueda interesarnos.

-Muchas gracias, pero preferiría que no le dijera nada de todo eso; hasta que no llegue el momento oportuno no quiero causar molestias a nadie.

-Pero, criatura, el momento oportuno ya está muy cerca; estamos en abril, y junio, o si quieres julio, está a la vuelta de la esquina y aún tenemos que hacer muchas cosas. Créeme, tu falta de experiencia casi me hace sonreír. Una buena colocación como la que mereces y como las que tus amigos te buscarían, no sale todos los días, no se consigue en un momento; sí, sí, te lo aseguro, tenemos que empezar a movernos inmediatamente.

-Perdone, pero ésta no es mi intención, ni mucho menos. Todavía no quiero dar ningún paso, y lamentaría mucho que mis amigos lo dieran en mi nombre. Cuando esté completamente segura de que haya llegado el momento oportuno, no tengo miedo de estar mucho tiempo sin empleo. En Londres hay oficinas en las que en seguida encuentran trabajo para quien lo pide... Oficinas para vender, no carne humana, sino inteligencia humana.

Emma.  Jane Austen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora