Show.

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La carpa era mucho más grande por dentro que por fuera, los asientos estaban acomodados estratégicamente para que luciera así. Amelia y Rob se sentaron el primera fila al centro del escenario, unos hombres muy altos y delgados ofrecían golosinas a los presentes, ella pidió cacahuetes y Rob una manzana caramelizada. Las luces de los reflectores se movían por todo el lugar sin control, lo cual mareaba a quien intentara seguirlas con la mirada. Una voz masculina anunciaba la tercera llamada y, minutos más tarde, la segunda.

-¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! - anunció una voz potente.- ¡El grandioso pueblo de Mystery se complace en presentar el Cirque dans la rue! - El público estalló en aplausos, gritos de emoción y silbidos. - ¡Prepárense para un show lleno de ilusiones y risas! ¡Ésta es la PRIMERA LLAMADA! - Los aplausos aumentaron, los niños saltaban en sus asientos, los hombres de las golosinas habían dejado su tarea para observar el escenario.

De pronto, todo quedó a oscuras. 

El silencio inundó la sala, no se escuchaba ni una sola respiración, ni un murmullo, nada. Un cuerda cruzó el escenario de este a oeste y un gran reflector blanco la centró, un hombrecillo de color azul entró por la derecha en un mono ciclo, balanceándose sobre la cuerda y con un suave acento francés dijo: "¿Pog qué la niña está agonizando?" y el público bramó al unísono "¿por qué?", a lo que el hombre respondió "Pogque no le han dado suficientes hachazos" y sonó la típica batería al fondo. Sin embargo, nadie rió, a excepción de los empleados del circo quienes rieron hasta que les corrieron las lágrimas. El hombre contó otros tantos chistes crueles, poco a poco el público se acostumbraba a ellos y, al final, ya hasta les causaban gracia. 

La luz volvió a irse y, para cuando volvió, habían dos hileras con tres payasos cada una. Una música de tambores comenzó a sonar y los payasos comenzaron a hacer lo suyo: payasadas. Los pasteles de fruta y los globos de agua volaban de un lado a otro del escenario, salpicando un poco a los que iban en primera fila.. Tropezaban, cantaban, gritaban, hacían gestos, se empujaban unos con otros, y eso le resultaba muy divertido al público.

Acabando el acto, veinte hombrecillos, con no más de 10 centímetros de estatura, se apresuraron a limpiar el desastre de los payasos. Una vez limpio, una luz blanca pura iluminó el techo. La gran carpa tenía una puntilla, como cualquier otra, pero dicha puntilla desapareció de pronto y se transformó en una bella joven de piel pálida como una perla y cabello color champaña, sus grandes ojos azules miraban a cada uno de los asistentes, envolviéndolos en un velo de ilusión. Nadie parecía sorprendido de que la chica flotara. Vestía de un leotardo blanco, con brillantes y tocados en forma de flores, movía sus brazos como si fueran alas y alzaba la cara como mujer orgullosa. Sus labios, entre naranja y rosado, hacían un puchero suave. La chica bajó y, una vez que tocó el suelo, la gente pudo percatarse de sus largas piernas y sus pequeños pies. Ella bailó, fue una danza tan delicada y tan etérea que no parecía real, sino un bello sueño de media noche. Todo lo bueno termina, y ella finalizó después de lo que parecía un par de segundos a los ojos del público, todos se pusieron de pie al verla salir y aplaudieron ante semejante obra maestra. Amelia miró al techo, la punta estaba de vuelta.

Una mujer barbuda se sentó en medio del escenario a contar anécdotas divertidas mientras peinaba su barba de maneras poco usuales, un hombre fuerte presumió sus músculos, cinco caballos desfilaron y "bailaron" a una vieja canción de Ella Fitzgerald y unos acróbatas se balancearon por toda la carpa y entre el público. Finalmente, las luces volvieron a irse, y la voz anunció el final del espectáculo. Todos salieron pisándose los talones, pues no veían nada con tanta oscuridad. Rob y Amelia vieron a todos caminar en diferentes direcciones, ellos se quedaron en medio de la feria, la cual estaba vacía. El show había durado demasiado y ya era de noche, los puestos y las atracciones estaban vacías y el olor a comida era un simple recuerdo.  Un hombre se acercó a ellos con precaución.

-Señor Rob, señorita Amelia, ¿qué hacen aquí? Ya es tarde, no deberían seguir afuera.- Susurró, mirando a todos lados cada tres segundos.

-No sabemos a donde ir.- Respondió Rob. El hombre asintió comprensivo.

-Creo que no les dijeron, pero hay una reservación a su nombre en el hotel de Mystery.- Y sin dejarlos decir más, los guío hasta la entrada de un gran edificio negro con ventanas pequeñas y una vieja puerta de madera oscura. Amelia y Rob la miraron asombrados por un par de segundos, cruzaron miradas y luego se percataron de que el hombre había desparecido. Rob se encogió de hombros y tocó la puerta, ésta se abrió en un rechinido y una anciana de cara triste los recibió.

-Sí, una habitación para dos... Sí... A su nombre... Correcto- Decía la anciana mientras leía el libro de registros. Lo cerró de un golpe una vez que había terminado y se giró lentamente a  una vieja repisa polvorienta, limpió una telaraña de un cubículo y tomó una gran llave de cobre, tenía un listón azul amarrado y en él se leía el numero 231. Se la dio en la mano a Amelia-. Que pasen buena noche-. Y, dicho esto, comenzó a descender en lo que parecían unas escaleras debajo del mostrador. Rob pensó que era broma, pues su padre hacía eso cuando era pequeño y le decía que habían unas escaleras secretas detrás de la isla de la cocina, así que se asomó y, para su sorpresa, pudo ver un oscuro hoyo que abarcaba la mitad del mostrador.

Subieron las crujientes escaleras hasta el 231, una habitación cálida los aguardaba, sus maletas estaban ahí. Una gran cama de dosel castaño y sábanas naranjas con rombos verdosos los aguardaba, había una ventana enorme que miraba a la playa y estaba cubierta de unas gruesas cortinas que tenían el mismo estampado que la cama, la alfombra naranja era suave al tacto, y una puerta de madera los llevaba a un hermoso baño de mármol blanco. Había un tocador, el clóset y dos mesitas de noche, todos hechos con la misma madera que la puerta de baño.

El día había sido tan extraño que Rob y Amelia habían olvidado que estaban peleados, por lo cual se besaron de buenas noches y durmieron profundamente hasta la mañana siguiente, la cual no prometía ser buena, una gran tormenta se acercaba.

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⏰ Last updated: Feb 06, 2016 ⏰

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