Mystery

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Antes de que se dieran cuenta estaban parados justo frente a la entrada del circo. Un hombrecillo sonriente los saludaba desde la cabina y les hacía señas para que se acercaran. Robbie y Amelia obedecieron.

-¿Puedo ayudarlos?- Dijo el hombrecillo con voz divertida y no tan aguda como se piensa que tendría. No dejaba de sonreír de oreja a oreja. Rob vaciló unos segundos por lo que Amelia contestó:

-Si, por favor. ¿Qué es este lugar?- Susurró acercándose a la cabina. El hombre esbozo una sonrisa aun más grande y con voz alegre exclamó:

-¡Este es Mystery! El lugar más feliz de la Tierra.- Amelia y Rob se miraron y, antes de poder replicar, el hombrecillo continuó diciendo:- ¿Nunca han deseado poder escapar? Ya saben, ir a cualquier lugar y ser libres del estrés. Ir a un lugar donde sean ustedes los que gobiernen y los que decidan qué pasa y qué no pasa.- Amy y Robbie asintieron atónitos, pues es justo lo que buscaban cuando salieron de vacaciones.- Pues, ¡eso es Mystery, mis amigos! El lugar donde su mente puede escapar, de donde todos sus problemas huyen, donde pueden hacer lo que ustedes quieran.- Y, tras un guiño, empezó escribir en un aparato parecido a una máquina de escribir y dijo:- ¡Dos boletos para Robert y Amelia!- Y les pasó dos papelitos rectángulares de color rojo y dorado donde se leía "Cirque dans la rue". Ambos miraron al hombrecillo quien hacía un movimiento con la cabeza señalando que debían entrar a la feria.

Amelia y Robbie obedecieron y se encaminaron a la entrada, no sin antes recibir un recordatorio del hombrecillo:

-¡No se pierdan el show! Por cierto, ¡Mi nombre es....- Pero ya no alcanzaron a escucharlo pues el director del circo llamaba a los visitantes de la feria para que entraran en "La casa de la risa". Una atracción parecida al típico túnel del amor. La fila se veía larga por lo que fueron a los puestos de comida a saciar sus necesidades.

Ella pidió una soda de fresa y una banderilla y él un refresco de cola y una hamburguesa. El vendedor se las dio sin cobrar y Robbie y Amelia, siendo gente honesta, preguntaron el por qué.

-Aquí todo es gratis, señor.- Su voz era solemne y un poco arrastrada. Era un tipo alto, muy pálido y con movimientos lentos, parecidos a un muerto viviente.

Rob miró a Amy quien hizo un gesto y se encogió de hombros y entonces empezaron a comer.

La soda de fresa sabía a fresas frescas, "se siente como si las estuvieras mordiendo" dijo Amy antes de seguir tomando, la banderilla era jugosa y salada, sabía a gloria. El refresco de cola era una especie de versión mejorada de cualquier refresco de cola jamás probado en el mundo, la hamburguesa era perfecta. La carne jugosa parecía deshacerse en la boca, la lechuga era tan fresca, los jitomates de la mejor calidad, las cebollas -que nunca le habían gustado a Robbie-  no eran ni muy ácidas ni muy dulces, los condimentos combinaban perfecto con el resto de los ingredientes y el pan, además de oler increíble, estaba calientito y suave como la seda. Era casi imposible que la comida fuera gratis cuando era tan buena, pero el hombre frente al mostrador se negó a aceptar dinero usando como excusa la falta de una caja registradora. 

-Con el tiempo nos lo pagarán, no se preocupen por eso.- A pesar de la extrañeza de aquella afirmación, ninguno de los dos pudo pensar en la verdadera naturaleza de lo que "el pago" sería.

Volvieron a acercarse a "La casa de la risa" y, para su sorpresa, ya no había fila. El director de circo los miraba con insistencia y hacia gestos con la cabeza para que se acercaran. Obedecieron.

-No van a irse sin subirse a las atracciones ¿o si?- Dijo en un susurro perturbador.

-No señor.- Dijo Robbie automáticamente.- Quiero decir, ni si quiera tenemos a donde ir.

-¡Ah por eso no se preocupen!- Escupió el director alegremente.- Aquí en Mystery siempre hay alojamiento para todos.

-Gracias.- Dijo Amelia solemnemente.

-Señor, ¿puedo preguntarle algo?- Dijo Robbie de repente.

-Claro que si, mesieur. ¿Qué sucede?- El director parecía consternado, eso le dio confianza tanto a Robbie como a Amelia.

-¿Dónde estamos? Nunca he escuchado hablar de "Mystery". ¿Cuál es su historia?- Robbie tenía una cara algo asustada que Amelia conocía bien, usaba un tono de voz acelerado y dudoso y sus ojos se iluminaban cada vez más. El director sonrió del mismo modo que una madre sonríe antes de consolar a su hijo cuando tiene una pesadilla.

-Mesieur Robbie, estamos en la costa de Ningún Lugar. Mystery no tiene historia, adopta la historia de quien la visita.

-¿Osea que nuestra historia será la nueva historia de Mystery?- Preguntó Amelia con severidad.

-Sólo para ustedes madame. Por ejemplo, los niños de haya tienen una historia diferente.- Replicó el director señalando con la cabeza a una niña rubia con trenzas y vestido rojo que iba acompañada de un niño más joven vestido con ropita azul y tirantes y con un sedoso cabello castaño peinado hacia atrás.

-No entiendo, señor director.- Amelia se veía cada vez más confundida.

-Es fácil, Mystery pertenece a quien lo visite. Este lugar sólo llega a las personas que lo necesitan. Y créame cuando le digo que puede ser el lugar que usted desee que sea.- Dijo lo último acercándose más y guiñándole un ojo a la chica.

-¿Justo como lo desee?- Preguntó ella con emoción.

-Justo como lo desee. Hay personas que imaginan esto en el desierto, hay personas que lo imaginan bajo el mar.... Lo que sea que el corazón desee.

-Pero... Somos dos, ¿eso significa que veremos cosas distintas?- Preguntó Robbie algo decepcionado.

-Ustedes dos están unidos, ambos llegaron a Mystery al mismo tiempo. Sus corazones buscan lo mismo.- Y dicho esto se dio una media vuelta demasiado teatral y desaparecio detrás de una carpa azul con amarillo. Fue entonces cuando Amelia y Robbie pudieron ver con claridad todo el lugar.

Las copas de los árboles eran de un azul chiclamino tan brillante que daban ganas de comérselos a mordidas, el cielo rojo se parecía a los cupcakes de red velvet -postre favorito de ambos- y las estrellas parecían perlas, las carpas eran de colores brillantes y todo estaba iluminado por pequeñas bolas de luz blanca, el pasto parecía hecho de regaliz verde, las flores eran manzanas de caramelo cortadas en forma de rosas, las mariposas parecían pequeñas rebanadas de papa, pan y pepinillos y las atracciones sonaban suaves en lugar de agarrotadas como solían hacerlo en otros parques de diversiones, las risa de los niños alegraban cada segundo que pasaban ahí, la playa era dorada y el mar tan cristalino que se podía ver el suelo desde varios metros de distancia, el sol podía mirarse fijamente sin enceguecer o si quiera deslumbrarse y tenía el aspecto de una enorme bola de mantequilla, las nubes parecian hechas de goma, los trabajadores del circo parecían hecho de dulces desde lejos y cuando se acercaban todos parecían sonreírles, el aire era una combinación de todos sus olores favoritos: Palomitas de maíz recién hechas, algodón de azúcar, brisa marina, pino de navidad, flores silvestres, nieve, humo de tabaco, cerveza de mantequilla, chocolate, fruta de estación y un olor desconocido que llenaba sus pulmones de dicha. Y cuando el sol por fin se puso, el cielo se torno de un color muy parecido al dulce de leche. Oscurecío unos minutos después y notaron que la luna parecía hecha de montones de diminutos diamantes apilados e iluminados por una espectral luz blanca y el cielo nocturno era de un azul profundo, muy diferente a cualquier azul que se haya visto nunca pero muy parecido al azul del cielo a las cuatro de la mañana en el solsticio de primavera. Ese lugar era perfecto.

Emocionados entraron a la casa de la risa. Subiendo a un barquito de papel, surcaron el gran río que atravesaba el juego. Habían payasos contando chistes, dando piruetas que terminaban en dolorosos pero hilarantes golpes, actuando, cantando, bailando, haciendo malabares, etc. En verdad fue una atracción divertida para ambos.

 Acabó el juego y se bajaron del barquito sólo para ver como todos y cada uno de los seres en Mystery caminaban hipnotizados a una gran carpa justo en el centro del lugar, iluminada por cuatro reflectores de tamaños colosales. Ellos siguieron a la multitud y entraron a la carpa, listos para ver la función.

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