17. El pequeño monstruo y su vampiro

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El joven muchacho, de tez blanca y ojos enervados, fijó la vista en las gruesas gotas de sangre que resbalaban por sus brazos secándose pegajosamente sobre el vello. Suspiró con molestia, sabiendo que demoraría algo de tiempo en lograr quitarse la sangre de debajo de las uñas.

Fijó la mirada en el suelo, donde la bolsa vacía yacía con un agujero en el centro. Había estado tan hambriento que olvidó lo frágil que era el material, así que terminó derramando 500 ml de sangre fresca.

Se lamió el dedo pulgar y tarareó esa fea canción que últimamente sonaba a cada hora en la radio. Creía que era obra del Diablo el que las peores canciones fuesen las que más se te pegaban al cerebro. Quizás, si terminaba en el infierno, su castigo sería llevar audífonos al máximo volumen por toda la eternidad mientras se repetía una y otra vez esa horrorosa canción.

Sacó otra bolsa de la pequeña nevera y esta vez fue cuidadoso al abrirla. Sonrió de oreja a oreja cuando el corte que hizo fue perfecto, entonces vertió el contenido en una taza vieja. Arrastró una silla y estuvo atento a la puertita de entrada, esperando en silencio a que esta se abriese y su vampiro regresase.

No le gustaba cuando su vampiro demoraba demasiado haciendo las compras. Bien, tal vez tenía un serio problema de abandono, pero nunca había tenido a alguien que se preocupase por su alimentación, o que le preguntase si prefería dormir en la cama cerca de la ventana.
Aunque no recordaba gran parte de su infancia, sabía que su primera familia le había deseado la muerte desde el comienzo. Y cuando le ahogaron en ese río, él tenía tan solo seis años, así que fue sorprendente encontrar a alguien que estuviese pendiente de cortarle el cabello antes de que los mechones negros le cubriesen los ojos.

También tenía ropa nueva y había comenzado a ganar algo de peso, lo que favorecía a moldear sus bonitas facciones. Le dijeron que era horripilante, una bestia enjaulada que nunca caminaría a la luz del sol sin hacer una maldad, por eso nunca se preocupó en su apariencia. Ahora vestía y lucía como un chico de diecinueve años y no como el monstruo que se esconde debajo de la cama.

Y ese cuidado era la razón por la cual no quería compartir a su vampiro, mucho menos con ese hombre de aspecto extraño. Su vampiro era demasiado especial y bonito para que ese tipo quisiese llevárselo. Además... si su vampiro se iba, ¿Quién le despertaría de una pesadilla, y quién le mantendría a salvo de los otros monstruos?

¡No!

Se puso de pie y vio por la periferia de su ojo derecho como una rata peluda se escondía por el hueco del armario. Se mordió el labio con fuerza hasta saborear el hierro y aguantó el picor venenoso que le incitaba a salir por esa puerta y arrancarle la cabeza a ese hombre malo.

Pero antes de que pudiese ponerse en marcha, la puerta se abrió y su vampiro entró con expresión sombría, que rápidamente se tornó en una mirada apaciguadora.

-Veo que has vuelto a desperdiciar nuestro suministro.

Rebuznó para hablar, pero su garganta se cerró y las palabras se quebraron al darse cuenta de que aquel hombre entraba en la estrecha habitación.

-BeomGyu, él es... un viejo amigo, Jaehyun.

El tipo, Jaehyun, era tan alto como él mismo, de aspecto maduro y con aire de haber vivido demasiado, a pesar de aparentar la edad de un joven hombre sano.

BeomGyu, queriendo lucir amenazador, infló el pecho y estiró el cuello lo más que pudo hasta que se dio cuenta de que Taeyong le miraba como a un cachorro haciendo un tonto truco. El rostro se le calentó y las mejillas se le tornaron de un vergonzoso color rojizo.

No quería ser un tonto cachorro haciendo monerías ¡Él era realmente fuerte! Él podía defender a Taeyong como su vampiro le había protegido todo este tiempo. Cerró la distancia que los separaba y empujó el delgado cuerpo de Taeyong, manteniéndolo oculto detrás de sí.

ETERNUM Where stories live. Discover now