CAPÍTULO XVII

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Hoy es nuestro último día en la isla y mis ánimos siguen igual de bajos que ayer. Me levanté temprano, desayuné y me la pasé toda la mañana encerrada en mi habitación. No me lo quiero ni topar, anoche cuando por fin me había calmado, él llegó solo a quitarme la paz.

Cuando llega la tarde por fin me atrevo a salir por un vaso de agua. No quiero que él me vea o me escuche así que trato de ir lo más silenciosa que puedo. Asomo mi cabeza por la pared que da a la cocina para comprobar que no haya nadie y cuando lo corroboro camino hasta ahí, saco un vaso de la cajonera y lo lleno con el agua del refrigerador.

—Buenas tardes señorita Gianna —doy un brinco del espanto.

—¡Lena! mierda sí que me asustaste —exclamo agitada. —Perdona mi vocabulario.

—Lamento haberla asustado.

—No te preocupes, que de un infarto no paso —le digo riéndome a lo cual ella corresponde de la misma manera.

Termino de tomarme el agua, pero luego recuerdo las compras de ayer, mierda, olvidé las bolsas.

— ¿Lena, sabes si Francisco me dejó unas bolsas aquí ayer?

— No señorita, tampoco las he visto.

— ¿Sabes si está por aquí?

— Hace poco lo vi afuera en la entrada principal, creo que sigue ahí.

— Bien, gracias Lena. —salgo de la cocina en rumbo a la entrada principal, donde se parquean los autos.

Veo la camioneta, pero no hay señal de Francisco, camino por todo el lugar hasta que lo veo sentado en una banca que está por el jardín. Por cierto, nunca les he dicho cómo es él, Fran tiene 32 años, aunque ni siquiera cerca los aparenta. Me enteré de su edad porque miré la fecha de nacimiento en su carnet de conducir cuando lo había dejado en el tablero del auto. Es de tez morena clara, sus ojos son café claro y su cabello café oscuro, es casi de mi estatura mide como 1,75 solo es unos centímetros más alto que yo, podría decirse que es atractivo, y además muy simpático; pero no es mi estilo, bueno a lo que venía.

— Francisco —le llamo, acercándome, a lo cual él se levanta enseguida del asiento.

— Dígame señorita.

— Te quería preguntar ¿en dónde dejaste las bolsas de compras de ayer?

— Están el maletero del auto señorita, disculpe es que se me olvidó sacarlas.

— No te preocupes, yo fui la que no recordé que las traía ¿vamos por ellas?

— Claro acompáñeme.

Llegamos al auto y él abre la cochera, donde puedo ver se encuentran todas mis compras, yo empiezo a tomar todas las bolsas, pero él me interrumpe.

—Déjeme ayudarle.

— No es necesario, no pesan nada —le expreso. — Muchas gracias Francisco. —terminó de coger todas las bolsas y camino hasta la entrada.

Cuando entro de nuevo a la casa, cierro la puerta con sumo cuidado.

—¿A dónde fuiste? —me sobresalto al escuchar su fuerte voz y me doy la vuelta.

— Qué tiene todo el mundo con andarme asustando hoy.

— Te hice una pregunta.

— Andaba recogiendo las compras que dejé en el auto ¿De acuerdo? —le digo fastidiada.

— Quiero ir al mar así que cámbiate —¿Acaso no puede ir solo? Yo asiento y camino o hasta mi habitación, no me queda de otra al fin al cabo es mi jefe.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora