CAPITULO XXV

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Llevamos más de cuarenta minutos de trayecto, y mi estómago está que ruge del hambre. Todo hubiera sido más fácil si me hubiera dejado ir a comprar al McDonald's.

— ¿Ya vamos a llegar? —le pregunto a Leo.

— Cálmate.

— Muero de hambre —él me regala una mirada irritada, y yo levanto las manos en señal de paz, lo siento, pero es que cuando tengo hambre puedo ser muy molesta.

Poco tiempo después veo el gran letrero en la autopista que indica que estamos llegando a Malibú. John gira en una calle sin salida que da a la entrada de lo que al parecer es el restaurante, estaciona el auto, y luego bajamos. Preferir venir hasta Malibú cuando bien podíamos haber parado en el autoservicio de McDonald's y comer en el auto, cosas de Leo. Al entrar al dichoso lugar quedo impresionada por la belleza de la decoración, las mesas están ubicadas en una especie de terraza que da una linda vista hacia el océano, me retracto con lo de McDonald's, esto es hermoso.

— Me encanta este lugar —formulo observando todo maravillada.

— Casi no se nota —dice el rey del sarcasmo. —Ven, vamos a sentarnos —nos ubicamos en una de las mesas que están más cerca del balcón y a los pocos minutos llega el mesero, el cual es un chico muy guapo de cabello castaño, nos ofrece ambos el menú y espera a que elijamos que comer. Hay demasiadas opciones que desconozco, por lo que me cuesta elegir, hasta que logro decidirme.

— Yo quiero una hamburguesa y una ensalada de sandía con queso feta — el chico anota mi pedido y me dedica una sonrisa, la cual yo le devuelvo amablemente.

Al final, Leo ordena un filete, con una ensalada de papas y nuestros refrescos.

— ¿Desde hace cuánto conoces este sitio? —le pregunto mientras esperamos a que llegue la orden.

— Desde hace como dos años, salimos a comer con los de la disquera y vinimos aquí.

— Me gusta mucho, me recuerda a la isla, de hecho me hubiera gustado conocer un lugar como este allá.

— Lo habríamos hecho, si no te hubieras ido y perdido toda la tarde.

— Eso no habría sucedido, si tu no hubieras actuado como un celópata.

— Le gustabas al chofer.

— Ay, no me vengas con el mismo cuento de Elian.

— Soy hombre, Gianna. Veo como te miran cuando tu no te das cuenta, y cuando creen que yo no lo hago, así como te estaba viendo el maldito mesero hace un instante —ya decía yo, que no había dicho nada.

— Sí, pero eso es problema de ellos, no mío, ni tuyo. No puedes controlar quien me mira y quien no.

— Ya lo veremos.

Nuestro pedido llega tiempo después, y no esperamos mucho para empezar a devorar la comida.

— Esta hamburguesa está deliciosa, tendremos que venir más seguido.

— Me sorprende cuanto tragas, siendo tan delgada.

— Genética, aparte tú también comes mucho y te mantienes en forma.

— Siempre me ejercito.

— Cierto —afirmo.  —Dame de tu ensalada, se ve rica.

— Te hubieras pedido una si querías.

— No sabía que quería hasta que la vi —él niega con la cabeza y me pasa el plato con la ensalada de papas.

— Gracias —tomo un poco, con el cubierto y la llevo a mi boca, suelto un pequeño gemido al probarla. —Esto esta riquísimo.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Место, где живут истории. Откройте их для себя