Capitulo 6

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—¡MAMÁ! — gritó Thomas en el asiento del acompañante— ¿A dónde vas?

—¿Qué?

—Acabas de pasarte nuestra calle.

Lena suspiró. No le sorprendía. Desde que había salido de casa de Kara Danvers, apenas había podido centrarse en lo que estaba haciendo. Casi se le olvidó darle a Gail el dinero a la salida del colegio.

Gracias a Dios que Gail no tenía tiempo para charlar. Lena no quería hablar con ella de cómo le había ido el día. Aún no había conseguido asimilar que Kara Danvers fuera Linda Lee. Ni que la hubiera invitado a ir a la cena de entrega de premios del día siguiente. Ni que ella estuviera seriamente tentada de aceptar.

Mientras Lena giraba en la rotonda, insistió para sí en que había hecho lo correcto al negarse a aceptar su invitación.

No era una idiota y sabía leer entre líneas. Kara Danvers, alias Linda Lee, era una mujeriega. Igual que su personaje, Hal Hunter. La casa de Kara era el típico piso de una soltera, con piscina cubierta, jacuzzi y gimnasio privado. También tenía una enorme pantalla de plasma y un sistema de cine en casa frente a la cama, y una bañera con hidromasaje, suficientemente grande para dos, o incluso para tres, en el baño de la habitación.

Aparte de eso, no se le había escapado el comentario que hizo acerca de no casarse. Además, tenía que tener más de treinta años, pasada la edad en la que la mayoría de las mujeres se casan y forman una familia.

Estaba claro que su estilo de vida era el de una soltera sin complicaciones.

Y la Señorita Ligona no se conformaría con un besito platónico de despedida en la mejilla. Sólo le había dicho eso para que accediera a salir con ella. Desde luego, estaba claro que la había considerado un objetivo fácil en cuanto había sabido que era viuda.

Kara no había sido la primera mujer en pedirle una cita, pero sí la primera a la que ella estaba tentada de decir que sí.

¿Por qué?, se preguntaba Lena una y otra vez mientras conducía hacia su casa.

Tenía que ser porque ella era su escritora favorita, pero sospechaba también que el pasar una noche de glamour en Sidney, resultaba un atractivo irresistible para una madre soltera de las afueras que no había ido a ningún lugar glamuroso desde hacía años. En la costa, todo era muy informal, y la gente no se vestía de forma elegante ni en Nochevieja.

A ella le encantaba ponerse elegante. Al menos, le había gustado cuando Jack vivía.

El que le apeteciera aceptar la invitación de Kara no tenía nada que ver con que la encontrara físicamente atractiva, se dijo con firmeza. A ella le gustaban las mujeres delgadas y elegantes, con buenos modales y dulces ojos miel, no las mujeres poco femeninas, bruscas con rasgos duros y los ojos azules más fríos que había visto nunca.

Lena recordó la sorpresa de Kara al saber que ella no salía con mujeres; era comprensible, pero pensó que ella había manejado bien la situación. Por supuesto, no le había dicho el motivo real por el que no quería tener citas, pero eso habría sido muy embarazoso.

Aun así, la razón que le había dado era cierta. Le disgustaba profundamente cómo algunas madres solteras pasaban de una cama a otra, aunque a esas personas no les importaran en absoluto sus hijos. Pero ellas dejaban que entraran en las vidas de los niños y que crearan un vínculo afectivo.

¿Cuántas madres solteras y divorciadas conseguían encontrar a alguien decente con quien casarse? No muchas. Cuando sus amantes se aburrían del sexo, cortaban la relación. Le había pasado a muchas de sus amigas, y los hijos de éstas también sufrían esas rupturas.

Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora