Capitulo 10

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—Cielos —dijo Lena, impresionada— Esto es precioso.

—Está bien. Al menos, tomaron nota de lo que les pedí. A Kara le gustará que estemos sólo nosotras.

—Pero la mesa es para cuatro —apuntó Lena.

—Les dije que vendría acompañada —sonrió Cat.

—¿Y no es así?

—¡Cielos, no! ¿Quién querría venir conmigo? Soy egoísta, vehemente en mis opiniones y ambiciosa. Además, soy delgaducha y fea. Siempre lo he sido.

—¡No eres fea! —Protestó Lena— Eres muy atractiva. Cat aún sonreía cuando Kara llegó junto a ellas.

—Me gusta tu Lena, Kara. ¿Dónde os habéis conocido?— Lena contuvo el aliento, esperando que ella no dijera que era su limpiadora.

—Cuando compré la casa de Terrigal, contraté los servicios de una limpiadora, Gail. Lena es la propietaria de la empresa para la que Gail trabaja.

—Así que lleváis saliendo una temporada... Kara, eres terrible, no me lo habías dicho nada.

—¿No?

—¡Sabes que no!

—A Lena le gusta llevar las cosas en privado, ¿verdad, querida? —y se inclinó para darle un beso en el hombro.

Ella trató de contener la mueca. O el grito. Aquello estaba yendo demasiado lejos, pues ella ya sentía que sus huesos se habían convertido en gelatina. Lena giró la cabeza cuando ella levantó la suya, y sus miradas se encontraron. Quiso fulminarla con la mirada, pero en su lugar, sólo la miró sorprendida. Kara la miró un momento y después sonrió, lentamente, muy sexy.

Lena tragó saliva y sonrió.

—A Kara le gusta tomarme el pelo —dijo, con los dientes apretados— Sabe que no me gustan las muestras de afecto en público.

—No es cierto —dijo ella— En realidad, le encantan —y volvió a besarle el hombro.

—Kara, por favor —pidió ella, mientras un escalofrío la recorría de arriba abajo.

Sus miradas se encontraron. La de Kara era imposible de descifrar, y ella sabía que la suya debía estar llena de pánico.

—Tengo que ir al baño —dijo ella, poniéndose en pie con cierta torpeza— Si hay que pedir algo mientras estoy fuera, pide por mí, Kara.

Kara la siguió con la mirada y vio que no era la única que la miraba.

—Es muy guapa, Kara —comentó Cat— ¿Divorciada?

—No. Viuda.

—Vaya. Tan joven —se sorprendió ella— Bueno, eso explica muchas cosas... Kara, no se encuentra una a mujeres así todos los días.

—No —admitió Kara.

—Sé buena con ella.

A Kara le gustaría serlo si ella la dejara. Pero no lo haría. Se lo dejaba claro a cada rato. Aunque sabía que se sentía atraída por ella, a pesar de sus gestos. Había visto la verdad en sus ojos, lo había sentido en su hombro cuando la besó.

Pero por alguna razón, Kara se negaba a rendirse a la atracción. Tenía miedo. ¿De ella? ¿O de una relación?

—No la dejes escapar —añadió Cat.

Podía, por supuesto, dejarla escapar. Pero Kara sabía que no haría eso. Había dicho la verdad en lo de que le había gustado el beso en el hombro. Le había gustado. La próxima vez no sería un beso en el hombro, y no podría escapar tan fácilmente.

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