16.

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Estaba perdido

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Estaba perdido.

Se sentía así. Había pasado una semana exacta desde el último día en que vio al alfa, el último día en el que con su cuerpo estando consciente apenas a la mitad, fue capaz de recordar cada segundo de lo que pasó ese día en el hotel.

Sentía morirse.

La vergüenza, pena y rabia consigo mismo estaba consumiendo su ser, realmente se sentía el más idiota por dejar a su lobo dominarlo, sin cuidar sus palabras y acciones.

Pero... ¿valía realmente la pena seguir ocultando lo obvio? Comenzaba a creer que no. Era una pérdida de tiempo estar fingiendo que solo le agradaba ese alfa empoderado que era Lee.

Ugh, le gustaba muchísimo, no podía siquiera negarlo.

Estaba harto de negarse a sí mismo sentir atracción hacia un alfa, y bueno, tampoco fue como que planeó que su lobo se encaprichara con el del alfa a tal punto como ya lo hizo.

Al punto donde llegaba exactamente a ese momento, donde se sentía perdido y malherido por no tenerlo cerca.

Y por si no era suficiente, su lobo comenzaba a recriminarle la falta de cachorros.

Bien lo sentía.

Su omega estaba resentido con él por no tener un cachorro a sus veinticinco años. Aún mayor era el disgusto de su lobo, cuando al mirar a su alrededor, el promedio de edad en el que un omega tenía a su primer cachorro eran pasados los veinte años, y él ya se había tardado cinco años más.

Su lobo estaba desesperado, y él estaba cansado de tratar de calmarse y calmar a su lobo con ese capricho.

Porque él no podía tener un cachorro porque sí, solo por complacer a su lobo y sus necesidades por mero instinto.

En la oscuridad de su habitación, recuerda entonces a su madre años atrás cuando se tomaba el tiempo de hablar con él con suma dulzura, de decirle que él no estaba obligado a tener cachorros si así no estaba en sus deseos, que no se presionara, que tendría cachorros cuando él quisiera, sin importar qué tanto su lobo le exigiera uno.

Y empezó a maquinar cientos de situaciones donde le daba lo que su lobo tanto deseaba.

Entonces solo sonrió en grande, cerrando sus orbes cuando las imágenes al pensar en "sus cachorros" eran demasiado gustosas para siquiera ser aceptadas.

Unos pares de ojitos miel vinieron a él como los recuerdos más lindos que tenía, su lobo aullando en su interior con el solo recuerdo de esos cachorros. Fue entonces cuando se sintió mal y un apretón hizo acto de presencia en su pecho.

Porque al final del cuento, no eran sus cachorros, por más que así su lobo quisiera creerlo. Él no podía intentar encajar en ese lugar como si perteneciera ahí.

"Twinkling" ❁•[JuRic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora