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OLIVIA

Me despierta el sonido de la voz de Nick. El tono de voz con el que habla me indica al instante que está de mal humor. Intento enfocar toda mi atención en él para poder oír lo que dice, pero no consigo adivinarlo, mi padre lo ha mandado a callar y unos segundos después, han empezado a susurrar.

Pongo mis ojos en blanco, incorporándome, lista para levantarme de la cama, cuando mis padres y mi hermano entran en la habitación cantando el cumpleaños feliz, con una tarta de chocolate en las manos de Nick, el que aprovecha el despiste de mis padres para untar el dedo en ella y llevárselo a la boca.

¿Conocen esos momentos cuando toda la atención se enfoca en ti? ¿Cuándo te cantan el cumpleaños feliz y lo único que quieres es que la tierra te trague? Bueno, mi momento ha llegado. Me pone demasiado incómoda la situación, igual que abrir regalos, todos esperando mi reacción y claro, en algunas ocasiones es necesario fingir que te gusta el jersey de cuadros viejo que te regala esa tía a la que no has visto nunca, y que por ende, no tiene ni idea de tus gustos.

–Feliz cumpleaños cariño.

–Ahora eres más vieja –se burla Nick, abalanzándose sobre mí para abrazarme, después de dejar la tarta sobre la cómoda.

–Que buena forma de empezar el día, llamarme vieja.

–Te hemos hecho una tarta –señala lo obvio.

Mi padre me abraza con fuerza, dedicándome unas palabras llenas de orgullo y regocijo. Suele ponerse muy sentimental en nuestros cumpleaños, al igual que mi madre, que tiene el rostro bañado en lágrimas. Siempre me sorprende verla llorando, una psicóloga con carácter fuerte. No llora con los problemas de sus pacientes, que la mayoría son bastante tristes, y llora por algo tan simple como un cumpleaños.

–Estamos orgullosos de ti.

–Lo sé, mamá –sonrío divertida, ignorando el nudo en mi garganta.

Los cumpleaños no son una fiesta que me apasione, el día de mi cumpleaños lo veo únicamente como un día más, celebrando lo que Nick ha dicho, que soy un año más vieja. ¿A quién le gusta celebrar algo así? Quizá solo por los regalos, o por ese momento donde toda tu familia está reunida, o tal vez porque eres la protagonista del día. A pesar de todos esos motivos, mis pensamientos son los mismos, y se resumen en que los cumpleaños son una mierda.

Me deprimen, algunos odian la Navidad, otros odian la pizza, yo odio los cumpleaños, por eso siempre intento continuar con el día como si no fuese nada especial.

Mis padres y Nick se marchan de mi habitación cuando les digo que Alex me está llamando. Cierro la puerta con pestillo y me tumbo de nuevo en la cama para contestar. El rostro sonriente de Alex ilumina mi pantalla.

–Feliz cumpleaños cielo –su alegría es suficiente para animarme–. ¿Has pedido algún deseo?

–Eso es ridículo –frunce el ceño, divertido y niega con la cabeza.

–Tienes que pedir un deseo de cumpleaños, no seas aburrida –muerdo mi labio, fingiendo pensar en el deseo que desde que Alex se fue quiero que se cumpla.

–Deseo que estés aquí –la sonrisa de Alex flaquea, pero consigue mantenerla.

–Abby no me deja irme, ya lo he intentado. Tuve una exposición ayer y no ha tenido mucho éxito, así que estoy obligado a hacer otra dentro de una semana.

–Tienes que centrarte, Alex –suspiro.

Ya me ha dicho el motivo de por qué no es capaz de centrarse cuando va a hacer las fotografías. En cierta parte me siento culpable por ello, pero no hay nada que yo pueda hacer para que deje de pensar en mí. Yo también pienso en Alex a cada momento del día y no dejo que interfiera en mi trabajo, sé dividir mi vida personal de la laboral.

Como Una EstrellaWhere stories live. Discover now