Cuatro.

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POV Kimberly

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POV Kimberly.

Las manos de Kenia empezaron a temblar notoriamente, ¿estaba preocupada por mi? Oh no, ni era necesario estarlo, soy fuerte cuando se trata de ella, puedo correr maratones y soportar mil golpes, solo si después de todo puedo ver su sonrisa.

Salí de mi mundo imaginario cuando alguien jaló mi brazo metiéndome a un auto, Kenia tenía la respiración agitada y sin más empezó a manejar.

¿Desde cuándo maneja?

La vi apretar el acelerador con fuerza mientras se aferraba al manubrio. Eloisa miraba todo el tiempo hacia atrás para luego decirle que no había nadie detrás de ellas, se veía tensa y sentí pena por ella y Kenia, se estaban arriesgando por mi.

—Kenia, Alfredo dice que no vayamos a nuestra casa, hay muchos autos esperándonos…-susurró-vamos a casa de Marta, nadie sabe de ella ni donde vive.

Kenia solo movió su cabeza en afirmación y me miró, puso su mano sobre mí rodilla, soltó un pequeño suspiró y siguió manejando.

Pasaron un par de horas donde Kenia y Eloisa repetían los mismos pasos, Eloisa miraba hacia atrás viendo si había algo extraño y Kenia sólo asentía con la cabeza para luego mirarme y dedicarme una pequeña sonrisa.

Luego de unos minutos nos adentramos al bosque con el auto, pero según la hermana de Kenia, ésta se había ido por otro camino, dejando el auto mucho más lejos de lo normal de la casa de Marta. ¿Quién era ella? No lo sé, no tenía fuerzas para preguntar tampoco.

—Eloisa entiende que si dejamos el auto cerca de la casa de Marta se darán cuenta, por eso es que lo dejamos acá, unos kilómetros más lejos, ella vendrá por nosotros a la carretera así no dejamos marcas ni nada.-la voz de Kenia sonaba tan ronca, ella realmente estaba muy concentrada en todo lo que decía, empezó agarrar unas mochilas y bolsas que tenía en el maletero y cuando quise tomar una para ayudar negó con la cabeza-tú no necesitas más peso encima, necesitamos llegar rápido a la carretera… Ellos en cualquier momento van a aparecer.

Solo asentí, caminé junto las dos hermanas Os, mi pulso estaba muy alto, lo sentía, estaba cerca de ella y su aroma me estaba embriagando, estaba por las nubes y no sabía cómo bajar, el miedo se había ido de mi ser desde hace horas, con ella me sentía tan fuerte y valiente que podría aparecer un oso gigante y no gritaría, tampoco correría eso los asusta más a ellos.

No sé en qué momento llegamos a la carretera de cemento, ni mucho menos cuando nos subimos al auto y la señora no dejaba de preguntar que había pasado, que hacía una chica toda golpeada en su carro y porque Kenia también lo estaba. Que si eran asuntos de droga, algún robo o algo muy grave.

Kenia sólo susurró un “En casa te explicaré todo, Marta…” la señora solo le dedico una dulce sonrisa y siguió manejando.

Mis manos estaban frías, lo supe cuando ella las tomó y su calor hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo por completo. Nos miramos y apoyé mi cabeza sobre su hombro, ella soltó mis manos para poder abrazarme, me pegó a su cuerpo y acaricio mi cabello, podía escuchar su corazón latir, y como su respiración subía por su garganta, todo era muy hermoso, la tenía a ella, a ella cerca de mi y eso nadie me lo quitaría, lucharía para que siempre fuese de esa manera.

Al llegar a la casa de esa mujer entendí una cosa, ella tenía bastante dinero.

La casa era grande, muy grande, tenía un gran patio delantero el cual era protegido por un gran mural negro y una reja del mismo color, una pequeña cabina donde había un hombre que era el que abría las rejas y monitoreaba las cámaras.

Kenia bajó las cosas y un par de hombres las tomaron para llevarlas adentro, yo solo las seguía arrastrando los pies, cada segundo que pasaba el sueño me inundaba más y más. La señora nos mostró nuestras habitaciones, pero la hermosa castaña se negó, le dijo que yo le quedaría con ella pues tenía que cuidarme y curar mis heridas y la mujer solo sonrió para luego llevarse a Eloisa.

—Te ves muy cansada así que te darás un baño y luego dormirás, iré a buscar la ropa que compre, espérame en el baño por favor-dijo mientras acariciaba mis mejillas y me dio un pequeño beso para luego salir de la habitación dejándome sola.

Caminé hacia la puerta que estaba en una esquina, la abrí y un gran baño me encegueció, era blanco y limpio, entre cerré los ojos acoplándome a la luz de ese lugar. Me quité la ropa lentamente y me miré al espejo, tenía heridas y moretones, las manos de ese bastardo grabadas en mi piel lo cual me causaba más enojo del que ya tenía dentro, necesitaba tanto verlo sufrir pero era como una cucaracha… Siempre escondiéndose como el cobarde que es, siempre rodeado de sus hombres que lo defendían hasta de un par de chicas.

—Listo-Kenia entró al lugar sin mirarme tanto, yo estaba desnuda y sabía que ella era lo suficientemente respetuosa como para no hacer algo que no debía. Me ayudó a bañarme como también a secarme y limpiar mis heridas, me vistió y me arropó cuando ya estuve en la cama.

Escuché la puerta abrirse y la suave voz de esa mujer. Sentí como el otro lado del colchón era hundido, lo cual significaba que se habían sentado.

—Ella es…

—Sí, es ella-susurró Kenia, sentía su mirada en mi-necesito que la cuides hasta que regrese, ese maldito debe pagar por todo.

—No puedes ir sola, lo sabes, las dos sabemos que ese imbécil está protegido por hombres muy importantes en México.

El suspiro de Kenia sólo mostraba frustración, apreté mis ojos, tenía ganas de decirles que estaba despierta, pero una voz interna me hizo callar… Quería seguir escuchando.

—La golpeó hasta el cansancio, no sé cómo logró escapar y correr. La encontré cuando iba dispuesta a todo, iba a entrar a esa casa y no me importaba si mataba o me mataban, solo quería su bienestar… Su familia está departe de ese idiota, estaba sola y no iba a permitir que ella siguiera ahí.

—Kenia, cuando te encontré en esa carretera llorando y te traje acá, te prometí que te cuidaría a ti y a Eloisa, ahora te prometo que también la cuidaré a ella como una hija más, ustedes no tienen mi sangre, pero soy capaz de darla para que estén felices, ahora descansa junto a la chica que amas… De esos bastardos me encargaré yo.

No sé si ellas dejaron de hablar o si mi subconsciente se tranquilizó al escuchar esas palabras y por fin pude descansar, pero solo sé que en algún momento de la noche Kenia se abrazó a mi cuerpo y por primera vez luego de muchos meses pude dormir en paz en los brazos de la persona a la que amaba.

𝐄𝐬𝐜𝐫𝐢́𝐛𝐞𝐦𝐞. [𝐊𝐞𝐧𝐢𝐚 𝐗 𝐊𝐢𝐦𝐛𝐞𝐫𝐥𝐲] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora