vi.- De visita en el rancho.

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Se detuvieron por fin en una sala llena de cascadas. El suelo era un gran pozo rodeado por un paso de piedra sumamente resbaladiza. El agua salía de unas enormes tuberías, chorreaba por las cuatro paredes de la estancia y caía con estrépito en el pozo. No divisaron el fondo cuando Percy lo enfoco con la linterna.

Briares se desplomó junto al muro. Recogió agua con una docena de manos y se lavó la cara.

—Este pozo va directamente al Tártaro —musitó—. Debería saltar y ahorraros más problemas.

—No hables así —dijo Annabeth—. Puedes volver al campamento con nosotros y ayudarnos a hacer los preparativos. Seguro que tú sabes mejor que nadie cómo combatir a los titanes.

—No tengo nada que ofrecer —se lamentó él—. Lo he perdido todo.

—¿Y tus hermanos? —dijo Tyson—. ¡Los otros dos deben de seguir siendo altos como montañas! ¡Podemos llevarte con ellos!

El rostro de Briares adoptó una expresión aún más triste: era su cara de luto.

—Ya no existen. Se desvanecieron.

Las cascadas seguían rugiendo. Tyson contempló el pozo y pestañeó. Un par de lágrimas asomaban en su ojo.

—¿Qué significa que se desvanecieron? —preguntó Percy—. Creía que los monstruos eran inmortales, como los dioses.

—No —dijo Rocío con la mirada perdida en el pozo—, hasta la inmortalidad tiene sus límites. A veces los monstruos caen en el olvido y pierden la voluntad de seguir siendo inmortales.

Percy observó a Grover y se preguntó si estaría pensando en Pan. No se había detenido a pensar demasiado en todo ello, pero en ese momento, mirando a Briares, comprendió lo terrible que debía de resultar ser tan viejo —tener miles y miles de años— y encontrarse completamente solo en el mundo.

—Debo irme —dijo Briares.

—El ejército de Cronos invadirá el campamento —advirtió Tyson—. Necesitamos tu ayuda.

El centimano bajó la cabeza.

—No puedo, cíclope.

—Eres fuerte.

—Ya no. —Briares se levantó.

—Eh —dijo Percy antes de agarrarlo de uno de sus brazos y apartarse un poco.

Annabeth tomó de los hombros a Rocío y la alejó del pozo.

—¿Recuerdas cuando tenías once años y casi te tiras? Bueno, no te daré otra posibilidad de hacer eso.

—No me tire —contradijo.

—Porque Percy te sacó a la fuerza de allí. Y ahora está muy ocupado como para tener que salvarte de ese lugar.

—Me salvas tú —dijo guiñándole un ojo y acercándose a Grover.

Briares se volvió luego de hablar con Percy y se alejó caminando pesadamente por el pasadizo hasta desaparecer entre las sombras.

Tyson sollozaba.

—Tranquilo, todo irá bien —le dijo Grover, dándole unas palmaditas con aire vacilante, como si hubiera tenido que armarse de valor para hacerlo.

—No irá bien, niño cabra. Él era mi héroe.

—A veces los héroes fallan —murmuró Rocío sin intenciones de ser escuchada, pero no resulto.

—¿Tu héroe también te falló? —pregunto Tyson entre sollozos.

—¡Mira que tarde es! Será mejor buscar un lugar donde dormir que no tenga un pozo.

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