DIEZ

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Eda:

- ¡Serkan! – grité para que me escuchase- ¡Serkan, vamos, todavía quiero ir a la zona de pescadería!

Mi novio me seguía por el supermercado con cara de pocos amigos, arrastraba el carro de la compra con pesadez, como si fuese un trabajo inhumano para alguien como él. Así que me reí porque aún así era la persona más adorable del mundo en esas condiciones.

- ¿Sabes que podría pedir que nos lleven la compra a casa?- preguntó, deteniéndose a mi lado-
- De eso nada, mi casa, mis reglas- le sonreí, sabiendo que la idea de comenzar a vivir juntos conseguía calmarlo en todos lo sentidos-
- Creo que a partir de hoy es nuestra casa- dejó un pequeño beso en mis labios que me hizo contener el aliento-

Nuestra casa.

Ya había sido nuestra casa antes, pero saber que de nuevo volvíamos a estar en ese punto hacía que mi corazón latiese con fuerza y que quisiese dar saltos al caminar.
Sabía que Serkan no había recobrado sus recuerdos, al menos no todos ellos, pero para mí era suficiente. Tenerlo, saber que estaba con vida, que volvía a amarme por segunda vez… era suficiente.

- Eda, ¿te gusta el salmón?- reí al verlo hablar con el señor de la pescadería. Asentí, y dejé que siguiese comportándose como el señor de la casa-

Serkan:

Las bolsas rebosaban el maletero después de la inmensa compra que Eda y yo habíamos hecho. Probablemente la mitad de los alimentos perecerían antes de ser consumidos, pero aún así no había sido capaz de decirle nada al ver su cara de ilusión.

- La mitad de las cosas que llevas en esas bolsas van a matarte, ¿lo sabes?- dije mientras ponía el intermitente para cambiar de carril-
- Serkan Bolat, si tengo que morir comiendo Oreos, será una muerte que recibiré con los brazos abiertos- sentenció ella antes de comenzar a buscar una emisora de radio que le convenciese-

Detuve el coche en un semáforo en rojo y giré la cabeza para mirarla. Tenía un problema con no poder apartar la vista de ella, era como un imán que me atraía, una adicción para mis ojos. Tenía el ceño fruncido y hacía una mueca con la boca al no verse convencida con ninguna de las canciones, al final dejó escapar un sonido frustrado y apagó la radio, volviendo a colocar la espalda en el sillón.

- Eres preciosa- dije en voz alta, sin darme cuenta-

De nuevo sus ojos recobraron ese brillo y una ligera sonrisa apareció en su cara. ¡Maldita sea! ¿Cómo podía sonreír de esa manera?

- Concéntrate en la carretera y deja de coquetear conmigo- reí con eso, viendo como el semáforo volvía a ponerse en verde-

Eda:

Tomé asiento en el sillón, esperando a que Serkan acabase de subir las bolsas en el ascensor. En el fondo sabía que me había excedido un poco, pero era la ilusión del momento, no podía culparme.

- ¡Hola al niño más bonito del mundo!- dije con voz de niña pequeña cuando Sirius se subió al sillón y colocó la cabeza en mis piernas, así que comencé a acariciarlo-
- Allah allah- escuché a Serkan, cerrando la puerta de la entrada- Yo trabajo mientras los señoritos toman un descanso nada merecido- se quejó-
- Oh, vamos, sabes que no puedo subir en ascensor, ya te lo expliqué- realmente había mejorado en mi claustrofobia gracias a él, pero únicamente si estaba a su lado y con bastante espacio, no todo repleto de personas o en este caso bolsas-

Lo escuché chistar, dejando las últimas bolsas en la cocina y comenzando a colocar la compra. Di una palmadita a Sirius antes de ponerme en pie e ir a ayudarle. Era la primera vez que estaba en la cocina y aún así parecía conocer el lugar de cada artículo, no pude evitar quedarme maravillada al verlo.

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