3. (Thiago)

29 7 33
                                    

En la mañana me encontré con Marlene, quien me comentó sobre la fiesta que se hará en tres días más. Se celebrará el décimo aniversario de su llegada al barrio. Aclaró que no será una fiesta muy grande, solo la hace para compartir con todos los vecinos del sector, los cuales tienen buena relación entre sí, sobre todo con Marlene. Aprovechó de pedirme mi número. Apenas me envió un mensaje, la guardé como nuevo contacto.

Siempre trabajo temprano; hoy no fue una excepción. Anduve hasta las tres de la tarde de un lugar a otro en mi automóvil. Luego fui al supermercado y compré leche, entre otras cosas. El lugar estaba lleno; me demoré en volver a casa con mis compras.

Apenas pisé mi domicilio, me dirigí a la cocina para prepararme un café con leche, justo como ayer lo deseé.

Le doy un sorbo a la taza con café y miro hacia el comedor, dándole la espalda a la casa anaranjada de la vecina.

Aún no tengo inspiración. Mi cabeza está revoloteando por ideas poco convincentes. La bebida que ahora consumo hace que esos pensamientos inservibles aumenten, pero le resto importancia. Sé que en un futuro lamentaré haber bebido café. No siempre es bueno tener un torbellino de bocetos que no sé cómo perfeccionar.

Suspiro y acerco la taza a mi boca para beber un último trago, pero no logro cumplir mi objetivo. Un repentino grito me sobresalta y hace que derrame el resto de la bebida sobre mí. Fue un llamado que sonó cerca de mi casa, pero prefiero no revisar. No tengo amigos aquí, aparte de Marlene, pero la voz que llamó no era la suya.

Gruño al verme empapado. No quedaba mucho café con leche; la mancha no es grande.

El llamado se repite, esta vez suena más despacio y tenso. Comienzo a pensar que es para mí. Decido dejar la taza sobre la mesita que se encuentra frente al sofá y levantarme de éste. Voy a la puerta de la casa, la abro y bajo los tres pequeños escalones que me llevan a la acera.

Me percato de la presencia de una joven frente a mi vivienda. La miro con ojos de sorpresa, como si me disculpara por no haberla notado desde un comienzo.

La observo como reflejo. La observo otra vez, pero con más atención. Es más alta que yo, por un par de centímetros. Es delgada. Su piel es clara, muy clara. Sus ojos son celestes, de forma almendrada y expresión penosa. Sus mejillas son de color damasco. Su piel hace que el color de sus pómulos se note mucho, a pesar de no ser un color intenso. El coloreado es acompañado por algunas pecas. Su cabello es rubio. Viste un jersey color coral y pantalones blancos. Sus zapatos son negros. Luego de un rápido análisis, saco la conclusión de que es preciosa y es algo indiscutible. Es... la imagen perfecta de un hada que mi cabeza jamás creó. Tiene una especie de brillo invisible ante los ojos de los pesimistas. Habría que ser demasiado negativo para intentar opacar la presencia de la chica o para negar su belleza.

Ella también me analiza sin el más mínimo disimulo. Su mirada es inocente y tímida, como prisionera de un crimen que jamás cometió.

Siento que la molesto al enfocarme solo en su hermosura. No conozco sus emociones; es imposible pensar en ellas. Miro hacia la calle, buscando algo para distraerme, y sigo con la mirada el lento pasar de un automóvil color turquesa, inusual color en un transporte. Su conductora es una mujer de cabello pelirrojo y corto. Viste una blusa azul pastel.

Decido volver a mirar a quien se encuentra frente a mí.

—Hola —saluda ella mientras baja la mirada.

Su acento no es cien por cien español, aquello me intriga.

—Hola —digo, con timidez. Esbozo una sonrisa para ocultar mi absurda cobardía.

¿Cambiarías nuestro futuro? (PAUSADA)Where stories live. Discover now