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Aaron me acompañó a su casa, y debo aclarar que el silencio que se formó, fue bastante incómodo. Estaba segura que mi abrazo le había molestado.
Por Dios, qué tonta había sido.

-Alice, voy a encontrarme con un amigo. ¿Te molesta quedarte sola?- preguntó en cuanto entramos al living.

Lo dudé unos segundos. No me molestaba en absoluto, al contrario, me gustaba la soledad.
Pero una parte de mí se sentía insegura porque Scott podía encontrarme. Aunque en realidad no sabía si ya se habría marchado del pueblo...

-No hay problema- sonreí -Puedo quedarme sola- intenté sonar convincente.

Aaron dudó unos instantes y respondió.

-Bien. Solo va a ser un rato, volveré pronto- suavizó su mirada.

Asentí lentamente. Comenzaba a sentirme una carga para él y eso no me gustaba. Nunca nadie se había comprometido tanto en ayudarme... Ahora no quería volver a estar sola.

Se dió media vuelta y abandonó la casa. Suspiré en el medio del profundo silencio.

-Bien. Vamos. Tú puedes.- murmuré.

Comencé a dar vueltas por la casa buscando algo que hacer.
Prendí la tele pero nada en ella me entretenía. Hice zapping durante unos minutos y un programa captó mi atención: era de cocina.
En él mostraban como un muchacho hacía una comida que se veía sumamente deliciosa.
En mi cabeza recopilé toda la información que iban dando y pensé que iba a ser un buen gesto preparar el almuerzo, en señal de agradecimiento por el nuevo empleo.

Tomé el poco dinero que me quedaba en los bolsillos y lo conté. No era tanto, pero si lo suficiente para comprar la mayoría de los ingredientes.

Me coloqué una chaqueta y salí hacia el supermercado. Sabía que estaba a pocas cuadras, por lo cual no tardaría mucho, y seguro Aaron no volvería tan pronto.

Ingresé al almacén luego de caminar por las solitarias calles. No demoré mucho tiempo en tomar todos los productos y llevarlos a la caja.

-Son 500 pesos- murmuró la cajera desganada mientras masticaba un chicle con la boca abierta.

Tomé el dinero, sabía que no me alcanzaba porque tenía 425 pesos.

-Um, voy a dejar ésto- señalé un glaseado.

-Bien. Son 415 pesos-

Suspiré y le pagué. Joder solo me quedaban diez pesos. Hoy mismo hablaría con mi jefe para pedirle un adelanto.

La verdad es que no imaginaba gastar tanto aquí... Pero ya estaba hecho.

Tomé la bolsa donde guardé lo que compré y me dirigí a la salida.

De pronto observé a alguien pasar por la calle.

Era él. Scott.

El maldito seguía en la ciudad. Y no sólo eso, sino que ¡En el mismo barrio!

Volví unos pasos hacia atrás para esperar que se alejara sin verme.

Empecé a sentir que me mareaba y me faltaba el aire. Intenté respirar calmada, pero lo único que quería es estar en la casa de Aaron a salvo.

Volví a asomarme y me acerqué a la calle. Scott caminaba deprisa hacia el lado opuesto donde yo debía ir. Así que, luego de esperar a que estuviera más lejos, salí del supermercado y comencé a correr como si mi vida dependiera de eso. Y así era...
Tenía pánico de que volteara y me descubriera.

Corrí con todas mis fuerzas mirando hacia atrás, de vez en cuando, para asegurarme que no me seguía. Por suerte estaba cerca...

Pero para mi mala suerte, venía tan atolondrada, que mi tobillo se dobló.

-Joder- murmuré. Sentía un dolor que me quemaba.

Pero no me iba a quedar allí, no me arriesgaría.
Así que seguí corriendo, y supongo que gracias a la adrenalina el dolor se apaciguó un poco... Pero igual intentaba apoyar el pie lo menos posible sobre la acera.

Por fin visualicé la casa y apresuré aún más el paso, aunque ahora ya no podía correr. El dolor era insoportable y parecía aumentar cada segundo.

Crucé la puerta y suspiré. Estaba totalmente transpirada, con la respiración entrecortada, pero agradecida por haber llegado sana y salva.

Mi tobillo comenzó a sentirse caliente y como si latiera. Dejé la bolsa a un lado y me senté en el piso, en el medio del living.

Quité mi calzado y tomé el pie entre mis manos. Estaba rojo e hinchado pero no había rastros de fractura porque todos los huesos estaban en su lugar.

Intenté ponerme de pie. Fue en vano porque solo logré aumentar mi dolor y un quejido salió de mis labios.

Sin poder evitarlo, mis ojos se empañaron y las lágrimas empezaron a caer por mis mejillaz.

El dolor físico era muy fuerte pero el interno... Mi espíritu estaba roto. No tenía salida. Scott decía la verdad, él siempre me encontraría, fuera a donde fuera.

El ruido de las llaves en la puerta me distrajo, y aunque intenté ponerme de pie, no pude.

Aaron cruzó el umbral con su característico andar despreocupado.
Pero en cuanto me vió en el suelo, su rostro se deformó.

Medio MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora