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-¿Qué estabas haciendo en el supermercado? Hice las compras hace poco...- habló luego de unos minutos.
Aún seguía sentado a mi lado en la cama.

Avergonzada desvié la vista.

-Fue una estupidez realmente- aseguré.

-Dime- insistió

Dudé unos instantes como decirlo sin quedar patética.

-Fui a comprar ingredientes para hacer un almuerzo de agradecimiento para tí- solté rápido y miré su rostro.

Aaron abrió levemente sus ojos, y en ellos, pasaron distintas emociones que no supe reconocer.

-Alice...- balbuceó

-Fue una idiotez, lo sé.- concluí.

-Para nada- se acercó un poco - Fue un lindo gesto, pero tienes que cuidarte más. No puedes salir sola-

-Pensé que quizá ya no estaría en la ciudad. Nunca imaginé que estaría aquí y tan cerca...- un nudo en mi garganta me impidió seguir.

-Tranquila, no te va a suceder nada-

-Él prometió que me iba a encontrar en cualquier lugar. Y lo está haciendo- comencé a llorar nuevamente. No podía controlar la tristeza que me desbordaba. Tapé con mis manos el rostro, ya no quería seguir molestándolo.

Aaron se pegó a mí con suavidad y para mi sorpresa sus fuertes brazos rodearon mi torso.

-Shh. Tranquila Alice. No te va a encontrar- susurró a mi lado.

Alcé mi rostro para preguntarle cómo estaba tan seguro de que no lo haría. Pero al ver su mirada penetrante tan cerca y sus labios entreabiertos a centímetros de los míos, me quedé sin palabras.

Suspiré y eso fue como un golpe de realidad para él.
Lentamente me soltó y se alejó.

-Creo que deberías descansar un poco-

Asentí en silencio. Coloqué el paño con hielo sobre la mesa de luz y me recosté de costado, hacia su lado.

Pensé que iba a irse al living o a cualquier otra parte de la casa, pero no fue así. Permaneció en silencio, sentado al otro lado de la cama, con su respaldo apoyado.

Lo miré una última vez. Tenía su mirada perdida y se notaba que pensaba en muchas cosas a la vez.

Cerré mis ojos e intenté descansar. Al menos ahora, estaba a salvo.

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-¡No seas cabeza dura, Alice!-

No pude evitar reír ante su tono de padre enojado.

-Oh y te ríes- sonrió Aaron.

-Lo siento. Ya esta decidido, voy a ir a trabajar.-

-Pero tienes todo el tobillo hinchado- insistió señalándolo.

-Es mi primer día de trabajo, no puedo faltar.-

Rodó sus ojos.

-¿No voy a convencerte verdad?-

-No- sonreí traviesa.

Aaron suspiró molesto y abrió la puerta de la casa.

Salí triunfante y me dirigí hacia el auto.

Veinte minutos más tarde estábamos entrando al bar. Eran las diez de la noche y había poca gente aún, la mayoría llegaban alrededor de las doce.

-Ven, voy a mostrarte el lugar seguro a donde debes llevar a la persona-

Comenzamos a caminar, con un ritmo bastante lento, ya que mi pie aún dolía. Y a pesar de que el sitio no estaba repleto, las personas bailaban exageradamente. Por suerte, Aaron iba adelante mío y lograba abrirme un poco el paso. 

Atravesamos la barra y cruzamos el umbral que llevaba al pasillo, aquél mismo donde me escondió, la primera vez que lo ví. 

Un escalofrío recorrió mi espalda. 

El pasillo seguía tan oscuro como aquella noche y el olor a humedad se hacía notar. Finalmente llegamos al depósito, y Aaron volteó hacia mí.

-Aquí es, Alice. Es el mismo sitio donde te traje- asentí -Debes guiar a la persona hasta aquí y encargarte de contactar a alguien de su confianza. ¿Está bien?-

-Si, perfecto- respondí con seguridad. 

Aaron me observó en silencio unos instantes y miró hacia mi ropa. Traía un vestido azul que había comprado por la tarde para trabajar. De pronto carraspeó y desvió su vista. 

-Voy a la barra- comentó caminando hacia la salida. 

-¿Dónde me quedo?- cuestioné confundida.

Él dudó unos instantes y finalmente respondió:

-Ven conmigo, puedes quedarte sentada allí hasta que alguien aparezca- 

Asentí con felicidad de que al fin podría empezar a trabajar. Tan sólo sentir la independencia tan cerca me hacía vibrar de alegría. 

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Suspiré observando desde una esquina de la barra. Llevaba tres horas sentada, y aunque, de vez en cuando me ponía de pie para estirar las piernas, el tobillo aún me dolía y era mejor quedarme quieta. 

Aaron se movía con comodidad preparando tragos y limpiando las copas. Tenía una tranquilidad envidiable y algo que me atraía como un imán... Los músculos de sus brazos se tensaban y se relajaban mientras se movía, casi de forma hipnotizante. 

Y no, no podía alejar mi mirada de él. Aunque claro, lo hacía de forma disimulada. 

Pero mi suspiro no se debía a él, sino a la morocha despampanante, aquella que me había amenazado hoy a la mañana. 

Se había pasado toda la noche dedicándole miradas coquetas y sonrisas provocadoras. Y él las correspondía. 

Joder. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué me molestaba?

Aaron era atractivo, si. Pero no era para nada mi tipo, con esa actitud seria, todos esos tatuajes y su mirada ruda. Además ni lo conocía. 

Una estrepitosa risa captó mi atención. La moracha reía de algo que el había dicho y aprovechaba para descansar su mano en su brazo. 

Al parecer no mentía cuando hoy había dicho que él era suyo.

Medio MundoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon