Capítulo 24

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"...Settle down with me

Cover me up

Cuddle me in

Lie down with me

And hold me in your arms..."


- No, no estoy para nada de acuerdo – los dos miramos a Eugenia, que estaba firme y nos sostenía la mirada –

- No te estamos preguntando igual – deslizó Peter por lo bajo y lo codeé para que subiera el tono y repitió – Nos vamos a mudar juntos y no a esta casa – se mordió el labio y negó con su cabeza conflictuada con la noticia –

- ¿Ustedes entienden lo que me quieren hacer? – me tapé la boca, Benjamín acarició su pelo ocultando también la risa mientras ella agarraba una medialuna para mojarla en el café con leche y el reloj ya estaba por marcar las once de la mañana –

- Sí, queremos vivir juntos – le dije – y nos parece lo mejor un lugar neutral, ni su casa ni la mía – levanté las cejas –

- No puedo con esto – puso su mano en su frente y suspiró –

- Eugenia, nos vamos a mudar a otra casa, nadie dijo que a otro barrio – levantó la vista y empezó a toser ya atragantada con la medialuna y su novio le alcanzó un vaso con jugo que le había servido a él –

- ¿Sos tarado Pedro? – dijo cuando el aire volvió a pasar por su cuerpo - ¿Por qué no me lo dijeron antes? ¿Y a vos? – me miró, enojada - ¿Qué te causa risa?

- Vos amiga, simplemente vos – dije tentada y me revoleó un bollito de servilleta toda sucia con dulce de leche de las facturas que trajeron para venir a buscar a las chicas que habían pasado la noche con nosotros –

- ¿Cuándo se mudan? – dijo ya distendida y sonriente, como si todo su escándalo anterior no hubiera existido –

- ¿Vos nos escuchas cuando te hablamos? – preguntó Peter y la miró revoleando sus ojos verdes que con el sol de la mañana eran más profundos que lo habitual –

- Sí, ¿por? – el cambio de humor tan repentino me hacía doler la panza de la gracia que me causaba –

- Te dijimos que lo habíamos hablado, nada más, no te dijimos que iba a suceder mañana como estas pensando – levantó un hombro y nos ignoró por completo para levantarse a correr a su hija más chica por mi jardín y Benjamín río por lo bajo y negamos los tres en el mismo momento –

El calor ya era agobiante en Argentina y por esa razón terminamos todos alrededor de la pileta, las menores sumergidas con Benjamín y con Peter que se tiraba de cualquier forma y posición para que ellas estallaran en carcajadas y con la China dejando que el sol ingrese a nuestro cuerpo. Cada tanto intentaba sacarme información sobre nuestra futura convivencia y aunque no tenía mucho para contarle, le dije que simplemente pasábamos más tiempo juntos que separados y que cuando compartíamos la rutina era muy divertido y muy fácil hacerlo con él. Necesito corroborar una vez más que no nos íbamos a ir lejos, me miró haciéndome cara de perro mojado y fue directo a mi corazón diciéndome lo feliz que era de poder estar compartiendo todo este tiempo que habíamos perdido y que sus hijas la pasaban muy bien con nosotros. Me mordí el labio y estiré mi mano para hacerle un mimo y le prometí que no nos íbamos a alejar (ni de su casa, ni de ella de nuevo). Decidimos pedir unas pizzas, porque ninguno tenía ganas de cocinar, y aunque el drama que Eugenia había creado en su cabeza me había agobiado un poco, me detuve a mirarlos mientras almorzábamos todos en esa mesa larga. Mi cuerpo sintió una tranquilidad hermosa, y mi alma un aire que fluía sin inconvenientes. Por eso, cuando nos despedimos después de una tarde llena de risas y de comida, me senté con Peter, en el mismo jardín que pasamos el día completo mirando la noche que estaba por asomarse y la luna que ya aparecía.

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