Parte 6

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 Chiara:

El pesado vestido era arrastrado por el césped del enorme jardín. Chiara corría hacía el centro del laberinto de setos donde días antes había estado conversando con Arame. Mientras tanto, el protector de Chiara salía de la casa y corría tras ella. Todavía no era de noche pero pronto oscurecería.

-Chiara.- gritó el hombre pero la joven no contestó. Él sabía dónde estaba ella y corrió al lugar. Cuando llegó, con la respiración agitada por la carrera, observó como las dulces mejillas de su amada Chiara estaban bañadas en lágrimas que brillaban con la luz del naranja atardecer. Se sentó a su lado y la abrazó, ella enseguida se agarró a su pecho y lloró en él durante un buen tiempo mientras él le acariciaba el pelo y le susurraba al oído palabras tranquilizadoras.

-No lo entiendo.- sollozó Chiara cuando se calmó un poco. -¿Por qué yo?

-Sois la más joven. No lloreís, señorita. Es una oportunidad que cualquiera de tus hermanas anela.- contestó Arame. La muchacha parecía insignificante entre grandes y musculosos brazos. El hombre la apartó con cuidado y le sonrió mientras buscaba algo en la pequeña bolsa de cuero que tenía en atada al cinturón. -Toma.- le dijo él ofreciéndole una cajita azul pequeña. Ella lo miró confusa, sin embargo, cogió entre sus manos la suave caja y la abrió con delicadeza, en su interior brilló un zafiro con forma de gota de agua. 

-¿Por qué?- llegó a decir ella atónita. Sus mejillas se habían teñido de rojo, su corazón se aceleraba y su respiración era rápida. "¿Él es mi Romeo?" se preguntó "¿Por fin lo he encontrado?"

-Si no os acompaño ha vuestra nueva vida, desearía que lo llevaseis con vos. Es un recuerdo.- el sol se había escondido cuando dejó de hablar y en el cielo comenzaron ha aparecer las estrellas y la luna que aquella noche era llena. -Volvamos.-

Cuando entraron por la puerta de la sala, su padre se levantó y sus hermanas la miraron con tristeza, mientras que su madre la miró con rabia. La mujer se levantó y le dio un bofetón.

-Eres una engreída.- le gritó para luego salir de la sala. Hacía ya un buen rato que la familia de Salvatore Cazzio se había ido. Las hermanas de Chiara se alejaron dejandola sola con su padre y Arame, del cual agradecía su presencia.

-No entiendo por qué motivos te resulta tan repulsiva la idea de irte con la familia Cazzio.- comenzó su padre. Ella tragó saliva.

-Padre, no quiero dejaros solo. Este es mi hogar.- suspiró la chiquilla.- No quiero estar sola.- 

-Si ese es el problema, Chiara, supongo que Arame estaría dispuesto en acompañarte y seguir siendo tu protector.- dijo el cabeza de la familia Miani mirando al corpulento hombre. 

-No me importaría en absoluto.- dijo este.

-Padre, no quiero dejar...- dijo ella viendose acorralada.

-Chiara, por el bien de la familia Miani tendrás que entrar como dama de compañía de la hija de Salvatore.-

-Pero papá...-

-Chiara.- le dijo el hombre. -Tengo negocios con los Cazzio y se pueden ver peligrados por tu egoísmo.- ella lo miró asustada, nunca lo había visto tan enfadado. Sus manos temblaron y sus ojos ya no podían aguantar más las lágrimas que comenzaron a caer por sus mejillas, pero se las limpió y secó sus ojos.

-Esta bien, padre.- dijo con voz fría. Salió de la habitación seguida por Arame y corrió a su habitación subiendo los tres pisos. Cuando entró se encontró con los brazos abiertos y protectores de su nana que la arruyó y le besó las mejillas calmándola.

Dos caminosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora