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Ayla Sayre "El amor es un millón de cosas"
Trece años tenía cuando ingresó por primera vez a Hogwarts, algo extraño para una nacida de brujos como ella, algo extraño para tratarse de la hija de Jonathan Sayre, un maestro en la alquimia y magia oscura, pero entonces ¿por qué la menor de los Sayre había entrado tan tarde y no a los once años como cualquier otro?.
A los diez había dejado la casa de su padre con el fin de pasar sus vacaciones en Irlanda junto a su abuela, vacaciones que duraron tres largos años y la mantuvieron alejada de la realidad siendo apenas una niña. Su infancia fue completamente distinta a la de cualquier otro, a los once ya sabía de memoria la larga lista de criaturas que existían, a los doce, aprendió oclumancia, algo difícil y extraordinario para una niña de su edad, a los trece, conocía las tres maldiciones imperdonables.
Su abuela era una mujer algo compleja. Una bruja de carácter extremamente fuerte, disciplinada y recta, con una ligera obsesión por la pureza de sangre y la continuación de la elite. A su hogar no entraban brujos de clase más baja ¿y los muggles? ni mencionarlos, era una de las razones por las que vivía tan apartada. Había sido la más contenta cuando supo que su primogénito y la bruja con la que se había casado iban a ser padres, incluso fue la primera en asistir los nacimientos de cada uno. Cuando Nicholas nació, su abuela lo rechazó, era el primero claro, pero no era lo que buscaba, de corazón muy blando y débil, en comparación de Ayla, que pareció ser la esperanza cuando la tuvo entre sus brazos, como si su destino ya estuviese escrito a manos de esa mujer.
Paso tres largos años de su vida en aquella mansión oscura, de grandes ventanales y espaciosos salones, donde la luz del sol con suerte iluminaba sus rincones, un ambiente frío que a Ayla parecía no molestarle, disfrutaba de los privilegios que le entregaba su abuela. Ella era demasiado como para ir a un colegio corriente como Hogwarts le decía, aspiraba mucho más que eso por lo que se negó a enviarla cuando su carta llegó una mañana después de que cumpliera once años. Y llegaron más durante todo un mes hasta que cesaron. Al segundo año, fue la misma Minerva McGonagall que visitó su hogar, más la bruja volvió a negarse.
Cuando cumplió trece, ya no tenía escapatoria. Jonathan apareció como una visita inesperada con el fin de verificar el bienestar de su hija, misma tarde en que ella leyó inconscientemente el pensamiento de su padre, a él no pareció molestarle, Ayla había presentado signos de legeremancia desde muy pequeña, más tenía prohibido hacerla con el. Lo que sí le preocupó fue cuando le contó que había obligado a un niño a hacer lo que ella quería a base de magia, en ese momento se dio dado cuenta que las enseñanzas de su madre no iban a algo bueno con Ayla. Se la llevó esa misma tarde de vuelta a su hogar y no volvió a saber más de aquella mujer, al día siguiente ya se estaba preparando para enviarla a Hogwarts en un pobre intento de corregir y enderezar a su hija pero ya era muy tarde, Ayla había tomado todas las enseñanzas de la matriarca de los Sayre.
