Acto I - Preparativos Para El Viaje

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El sol fulguraba en todo su esplendor sobre la cabaña donde vivía la bruja Lillian y su hija Anne.

Un gran lago se encontraba, justo al lado de la cabaña, Anne, una chica de cabello color plata, un gran sombrero de punta gris con lazos rojos y volantes de tela purpura cubriendo sus azulados ojos.

—quizás pueda hacer eso hoy… —dijó la bruja para si misma—

—¡Anne!

Anne cerró su diario y se levantó, acomodando su sombrero mientras iba a la cabaña, al abrir la puerta vio a su madre en un vestido rojo agarrando la escoba del armario a la vez que guardaba varias de sus pertenencias en un cofre.

—¿Qué haces?

—tengo que salir por unos días.

—¿la tía Nora encontró algo?

—al parecer, no quizo entrar en detalles realmente.

Lillian le dio un golpe con la escoba al cofre y este se redujo a un tamaño minúsculo en un fugaz estallido. Lo recogió del suelo tirándolo en un caldero que colgaba de su escoba.

—¿entonces que debo hacer? —preguntó Anne–

—el duque Harvey me pidió que renovara la barrera de su castillo —contestó ella—, Pero me parece que no voy a poder ir pronto

—ya veo ¿a dónde tengo que ir?

—hacia las montañas del norte —indicó ella— solo serían tres días de viaje para ti.

—saldré en la noche entonces.

—solo ten cuidado.

Lillian salió de la cabaña con su escoba en mano. La piedra en su anillo empezó a brillar en un vibrante color rojo y la escoba empezó a levitar, los hierbajos a su alrededor se alborotaban con entusiasmo, el viento soplaba con fuerza y el calor de una estrella era insignificante comparado al que irradiaba la magia fulgurante de Lillian.

Se subió a la escoba agitando su mano para despedirse de Anne para después salir disparada y desaparecer en el horizonte en un solo parpadeo, quemando el aire a su alrededor.

Los hierbajos empezaron a prenderse en fuego y con calma, Anne, de su sombrero saco su varita, dibujo un círculo en el aire y dijó:

—Waipuke Iti.

Un pequeño torrente de agua salió disparado del lago, cayendo sobre los hierbajos extinguiendo la flama.

De inmediato ella empezó a empacar todo el equipo que ocuparía: Una tienda de campaña, un caldero de peltre de apenas el tamaño de su cabeza, una pluma plateada, una botella de tinta pequeña a punto de acabarse, el sello dorado de su madre y su diario encuadernado en cuero. Esas eran las cosas que empacó en su bolso.

De su armario saco su escoba, desvencijada y quemada por el uso que le dio su madre en el pasado.

al salir de la cabaña el anochecer había llegado y apenas se ocultó el sol ella emprendió vuelo hacia el castillo del duque Harvey

Anne y la niña del castilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora